Laura Miranda: “Traté de contar dos lados opuestos a la hora de decidir la infidelidad”
El destino, la culpa y la libertad de decidir, lo que amamos hoy y lo que amamos ayer... las líneas que teje la escritora marplatense en esta nueva ficción que también presenta diferentes matrices femeninas.
Varios modelos de mujer se entrelazan en “Laberinto del alma“, la novela romántica con la que vuelve al ruedo la marplatense Laura G. Miranda. Editado por Vergara, el libro pone la lupa sobre los amores del pasado que llegan casi veinte años después para tensar el presente y cuestionarlo, mientras la infidelidad femenina juega como un disparador de las decisiones que toman los personajes, aún los secundarios.
Emplazada en una Buenos Aires contemporánea, la historia enfrenta a una mujer familiera y amigable con otras: una dispuesta a enamorarse y a poner en riesgo su matrimonio y otra aferrada a su soledad y a su trabajo.
“Cuando escribo soy lo que escribo y vivo lo que le sucede a mi personaje -contó la autora a LA CAPITAL-, de manera que he sido fiel, he sido infiel, he tenido culpa y he sentido que mi propia felicidad estaba primero que todo lo demás, sin importar nada ni nadie”.
Ante posibles suspicacias, Miranda aclara que el reencuentro amoroso de sus protagonistas, Ana y Eliseo, dos adultos que fueron pareja en su primera juventud, no está inspirada en su biografía personal. “Nada tiene que ver conmigo. En mis tres novelas todas las historias son enteramente ficción, a excepción de dos personajes: Sara Madison en Volver de Abismo, a través de la cual conté la lesión deportiva de mi hija, y Franco Dumas, en Laberinto… que me permitió contar una enfermedad que tuvo un hombre bueno que conocí”.
Tras los libros también románticos “Amuleto contra el vacío” y “Volver del abismo”, Miranda apuesta ahora a una historia en la que los personajes no pierden el realismo pero se encomiendan a sus deseos y a sus espíritus protectores. Tal como narra las aspiraciones del protagonista masculino: Eliseo, un alpinista deseoso por escalar uno de los picos más altos de Nepal, el Manaslu, todo un símbolo de la completud de los sueños.
“Los espíritus tienen un valor simbólico muy importante en la historia, elegí esa montaña y no otra, por esa causa. La idea de que hay una eternidad que espera por todos, donde volveremos a ver a los que han partido antes, y la posibilidad de que nos lleguen señales desde la ausencia, son cosas en las que creo”, indicó.
-¿Qué se hace con esas historias que se quedan detenidas en el pasado y que a veces vuelven?
-Sobre ese supuesto nació la idea de esta novela. Una situación que puede sucederle a cualquiera. Respecto de qué hacer, no existe una única respuesta. Dependerá no solo de los sentimientos sino de lo que se esté dispuesto a vivir, a ganar, a perder, a cambiar o a arriesgar. Lo que seguro es común a todos es el hecho de repensar la realidad y a partir de ese lugar, tomar decisiones en las que estarán involucrados valores, sentimientos, prejuicios, culpas y convicciones. La respuesta será sin duda, la salida de cada laberinto.
-¿Te parece que “el pasado regresa con hambre de futuro”, tal como preguntás al comienzo de la novela?
-Yo creo que el pasado en líneas generales es el gran fantasma de cada día. No necesariamente respecto del amor sino de todas las cosas. Me parece que los seres humanos anclamos mucha energía en el pasado, buscamos explicaciones y respuestas. Imaginamos qué hubiera sucedido si hubiéramos actuado de otro modo en alguna situación y volvemos, una y otra vez, sobre sucesos que para mal o para bien, ya no forman parte del presente. Yo no diría que el pasado regresa, creo que nosotros regresamos a él, el resto son las circunstancias que se suman, un encuentro después de muchos años como plantea la novela.
-Los protagonistas se reencuentran ¿es el destino el que los vuelve a unir?
-Sí, cuando un encuentro debe suceder, ocurre. Está escrito. Sin embargo, la cuestión no es el hecho en sí mismo sino lo que mis personajes deciden hacer con él.
-¿Le das crédito a esa idea del destino?
-Yo tengo mi propia visión sobre este tema. Creo en el destino. Nada es azar para mí, creo que hay un camino trazado de origen para cada uno de nosotros. Sin embargo, ese destino en su accionar choca con el libre albedrío. Podemos aceptarlo sin cuestionamientos y vivir la vida que estaba predeterminada o podemos también intentar imponer nuestros deseos y cambiar los planes. El desafío es esa batalla.
-El tema de la novela es también la infidelidad femenina, tema sobre el que llueven todos los prejuicios machistas. ¿Hasta dónde creés que le pesa a una mujer el juicio que la sociedad hace de ella?
-El juicio de la sociedad es lapidario siempre, en todo sentido, pero no necesariamente afecta a todas las personas. En el caso de la infidelidad, creo que depende de las personalidades de las mujeres alcanzadas por esa situación. Yo traté de contar dos lados posibles y opuestos a la hora de decidir la infidelidad. En la novela hay un personaje que claramente vive en calles paralelas a la culpa, no siente ni un poquito. En cambio, otra de mis protagonistas no puede manejar el prejuicio y mucho menos, la angustia que le provoca. Aún así son muy amigas. Creo que ambos casos, son posibles. La culpa como dato objetivo de la realidad es un mandato cultural, si hacés algo mal tenés que sentir culpa, pero creo que hay personas que logran escapar de eso. No puedo juzgar si es mejor o peor, yo solo propongo el debate con la historia y trato de jugarme con personajes que muestren opciones frente a la misma situación. Sin embargo, si me alejo de la ficción, sin duda comparto los valores de Ana, creo que la familia está por encima de todo y la fidelidad es el camino.
-¿Cómo trabajaste esos diferentes perfiles?
-Trabajo mucho la coherencia de mis personajes, me gusta que sean posibles. Contar las posiciones extremas frente a la misma situación es un gran desafío. En esta novela, fue agotador. He sido todos mis protagonistas, sin ser ninguno de ellos, todo el tiempo tenía que elegir, tuve que tomar decisiones complejas y para eso tuve que meterme en la piel y convicciones de cada uno. Para poder transmitir con exactitud lo que sentían. De este modo marqué los dos perfiles, y fui los dos.
-Y hay un tercer modelo que el que propone Martina, la mujer libre e independiente, que está agarrada a su trabajo y muy sola.
-Sí. La soledad de Martina Stewart es una decisión. Sin perjuicio de su historia personal, ella prioriza sus objetivos. Creo que es otro modelo de mujer que escapa a lo que la sociedad impone y cada vez hay más.
“Si la historia me encontraba, la escribiría”
-Eliseo es un personaje que se desprende de otra de tus novelas, “Amuleto contra el vacío”. ¿Por qué decidiste reflotarlo?
-La verdad es que fue un personaje que quise muchísimo y lamenté que no tuviera su final feliz. Las lectoras me pedían su historia pero yo respondía que no iba a sentarme a pensar qué le había pasado después de renunciar a Lara. Si la historia me encontraba la escribiría sino, no. Así, pasó el tiempo, escribí “Volver del Abismo” y un día, mirando una película en un paisaje de la Toscana, la idea vino a mí de golpe, clara, contundente, con la pregunta que centra mi Laberinto… ¿dónde van los finales de las historias inconclusas?
-¿Cómo te das cuenta de que un personaje de otro libro tiene “tela para cortar”, es decir tiene chances de crecer?
-Es pura intuición, algunos personajes quedan en mi mente como en pausa y a otros, simplemente los dejo ir. En el caso de Eliseo, si bien Amuleto no lo dice, yo lo había dejado en Roma, detenido en el tiempo. Y de allí lo traje cuando vi su vida de pronto. Todavía hay algunos sobre los que siento lo mismo. En cambio, respecto de otros, sé definitivamente que ya escribí la última línea de su historia.
-Esta novela es autónoma de la anterior, ¿no te gustan las sagas?
-No. No me gustan las sagas. Como lectora me encanta que los libros empiecen y terminen, será porque no me gusta esperar.
-Algunos de los personajes no dejan de encomendarse a los familiares o amigos muertos, en una suerte de contacto con lo no racional, ¿eso también te interesó subrayar? ¿Por qué?
-Sí, el contacto con lo no racional es la fe. Creer fervorosamente en algo que no puedo probar. Me interesó marcarlo no solo porque es una convicción para mí sino porque desde el relato pude contar situaciones con las que siento que muchos podrían identificarse. Nada empieza cuando nacemos ni termina cuando morimos, hay algo más.
-¿Por qué tus historias están emplazadas en el presente, en la actualidad, por qué prescindís de lo histórico, que es toda otra línea de trabajo en materia de novelas románticas?
-La primera razón es que mi contrato editorial es para escribir novelas románticas contemporáneas. La segunda es que me siento más cómoda en la actualidad, donde todo es más vertiginoso. Leo novelas históricas, mis grandes amigas de este camino las escriben y las disfruto pero como autora, el escenario histórico no es mi lugar, no por ahora.
-¿Seguís teniendo un vínculo tan extraordinario con tus lectoras?
-Sí, es la palabra exacta, un vínculo “extraordinario”. Mis lectoras me lo dan todo, me dan su valioso tiempo de lectura, sus comentarios, su cariño y hacen que esto que vivo tenga un sentido diferente. Mi propósito es dar lo mejor, ser para ellas una apuesta segura a la hora de comprar de mis libros, no defraudarlas. Merecen mi mayor entrega. Tengo pocos lectores hombres, en general, amigos. Desconocidos, no lo sé, supongo que no.
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