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Cultura 11 de octubre de 2025

Lázló Kraznahorkai, un Nobel con lenguaje exquisito

Una lectura crítica de la obra del autor húngaro Kraznahorkai, ganador del Premio Nobel de Literatura 2025 y maestro de la palabra.

Lázlo Kraznahorkai, Premio Nobel de Literatura 2025.

Por Sebastián Porrini

Si pensáramos una lógica para la entrega anual de los Premios Nobel, quizá caeríamos en una serie de callejones sin salida que nos llevarían a patrones inescrutables; es decir: a caprichos o influjos ideológicos más cercanos con la geopolítica (cómo descartarla, se me dirá) que a verdaderos méritos literarios. Sin embargo, cada tantos años, la Academia Sueca parece separarse del algoritmo que se presume dominante, y buscar entre los candidatos a un escritor con todas las letras. Desde nuestro humilde punto de vista, creemos que ese el caso del nuevo premiado, el húngaro Lázló Kraznahorkai.

Nacido en Gyula, Hungría, en 1954, Kraznahorkai vivió su infancia, su juventud y su madurez bajo el imperio del régimen soviético. Ese dato no es menor: su novelística (conformada por una decena de títulos) se enraíza en el infinito tedio y en el cotidiano fracaso que la sociedad húngara viviera bajo la dominación extranjera. Los personajes que desarrollan sus vidas en las tramas de sus novelas orean un desánimo que preanuncia (“Tango satánico”, su más conocida novela, es de 1987, publicada bajo el régimen descripto) el desastre y el colapso del comunismo. En esas vidas arrancadas de toda trascendencia, ni la tan bastardeada unidad social tenía nada para decir ante el escapismo alcohólico al que se ven obligados para narcotizar fácilmente el sinsentido habitual. 

El estilo del narrador (y en este sentido, debemos prevenir al lector curioso) es de por sí muy personal: páginas sin puntuación, oraciones subordinadas inverosímiles exigen del lector una atención más que despierta; el diálogo inexistente o fagocitado por la prosa absoluta se envuelve en el magma de un triunfo de la palabra que se suma a la agonía de los personajes, ahogándolos entre el discurso y la sustancia de lo no dicho. Cabe consignar que el estilo (sintaxis, léxico, temas) refiere a un diálogo nunca acabado por nunca comenzado; el clima que impera en sus relatos (cuando la trama se ubica en la tierra natal) se afianza en una lluvia constante, en un frío punzante, para crear un ámbito desapacible y solitario que ha sido el resultado de inicuas políticas o del olvido más patente de toda belleza. A todo ello, agréguese que, si pudiera pensarse en una redención salvífica de los personajes, ella se hallaría en una remota esperanza de la que sólo parecen beber cuando sus plegarias inexistentes los alejan del embotamiento alcohólico. 

Fraternalmente emparentado con el gran novelista austríaco Thomas Berhard, Kraznahorkai es, por qué no, heredero de una tradición centroeuropea que abreva en la pérdida de toda importancia geopolítica, cultural y social del ya centenariamente desmembrado Imperio Austrohúngaro: la orfandad de las repúblicas surgidas del grandioso imperio de los Habsburgo insufla un entorno de grandeza perdida que parece asimilarse en la melancolía constante de esos seres abandonados de toda pertenencia. No obstante ello (o quizá como complemento más que necesario), un humor ácido (¿ironía?) planea en los relatos de nuestro autor hasta insuflarnos una sonrisa con algo de sabiduría existencial. Definido como uno de los mayores novelistas de la posmodernidad (sin saber bien qué fuese eso) el vacío en el que flotan sus personajes colabora con la condena de un tiempo sin mayor elevación que el que produce la momentánea ingesta etílica. 

Valioso reconocimiento. Se ha premiado a un maestro de la palabra. Un esteta. Podemos alimentar esperanzas frente a la corrección contemporánea de la Academia. O, quizá desde una óptica menos absoluta, festejar este año, que el que vendrá tal vez encumbre a otro narrador, otro poeta o dramaturgo bajo las mismas y previsibles premisas de la geografía acomodaticia. 


De Lázlo Kraznahorkai se encuentran traducidas a nuestra lengua sus novelas “Tango satánico”, “Melancolía de la resistencia”, “Al Norte la montaña, al Sur el lago, al Oeste el camino, al Este el río”; “Guerra y guerra”; “Ha llegado Isaías”; “Y Seiobo descendió a la tierra”, todas ellas por Acantilado. Su nouvelle “El último lobo” fue publicada por Sigilo.