CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 31 de mayo de 2019

Leila Guerriero: “La memoria es una máquina de editar”

En un trabajo de orfebrería cuidadoso, la escritora y periodista argentina ilumina la vida de Bruno Gelber a través de múltiples testimonios.

Leila Guerriero.

Con precisión de orfebre la cronista Leila Guerriero cincela en “Opus Gelber” el perfil de uno de los pianistas más prestigiosos del mundo, con un texto que se despliega entre las experiencias únicas y extraordinarias de un genio musical como Bruno Gelber, cultor de una estética que a veces calla o altera hechos, sembrando dudas y misterios sobre su vida.

La periodista y escritora reproduce climas, gestos y expresiones que revelan la personalidad del músico y hacen que el lector se transforme en un espectador curioso y ávido de la historia de Gelber, a quien visitó durante un año en su departamento del barrio porteño de Once, tapizado con fotos de su madre, de la actriz Laura Hidalgo y, sobre el piano, la imagen pequeña de un joven futbolista con quien compartió una historia de amor.

Guerriero entrevistó a asistentes, a su hermana Munina y a amigos como la duquesa de Orleans, Gino Bogani y Laura Reta.

Asistió a clases de piano de alumnos, lo acompañó a cenas, conciertos, accedió a críticas y videos sobre el músico.

– ¿Qué la llevó a escribir este libro?

– El primer impulso de entrevistarlo surgió por artículos que había leído, en los que Bruno se refería a la relación con el piano y a su arte de una manera que me pareció muy lírica, entregada y generosa. En esas notas hablaba mucho de sí, de la vida, de su madre, de cómo había empezado a estudiar, de la polio que lo había afectado de chico, y cuando veo cosas que me interesan tomo nota, recorto y voy guardando. Un día en 2017 lo llamé para entrevistarlo y él aceptó.

– ¿Qué le atrajo de su relación con el piano?

– Hay una frase de Leonardo Da Vinci que él dijo en una de esas entrevistas: “El artista tiene que ser un espejo que refleje la emoción”. Y para mí era una forma muy lúcida y delicada de referirse al arte de la interpretación. Había una entrega casi monacal a su arte, por eso quise entrevistarlo.

– ¿Qué se había imaginado y con qué se encontró?

– Trato de no imaginarme mucho porque creo que no hay que ir a confirmar un prejuicio. Sabía que por la polio había estudiado con el piano encajado en la cama, a los siete años; que había dado más de 5.000 conciertos, pero no sabía cómo procesaba todas esas cosas, y me encontré con una persona de una fortaleza inesperada. Es un atlante, una persona con mucha seguridad, que toma riesgos controlados, y con un sentido del humor descomunal.

– ¿Quedó algún aspecto por descubrir durante la investigación?

– Hay una pregunta que sobrevuela todo el libro y es acerca de la soledad. Creo que llegué a lugares de intimidad genuina pero siempre me quedó la pregunta de cómo será en esas noches en las que estudia el piano mirando la televisión o hablando por teléfono con amigas, si todo ese buen humor y buen ánimo y ausencia de melancolía también impregnan los momentos en los que está solo.

– ¿Qué idea tiene él de vivir en pareja?

– Tiene una idea de amor en pareja como de dos personas que viven en independencia, cada uno en su sitio, y se encuentran para compartir. Tuvo parejas largas y nunca tuvo que ver con una relación tradicional de dos personas viviendo bajo un mismo techo. Me parece que tiene que ver con una concepción estética de la vida: para él resultaría una agresión contra sí mismo estar conviviendo con una persona afectivamente, y que en la mañana alguien lo vea sin peinarse, sin arreglarse, que no lo viera perfecto en los términos de Bruno.

Opus Gelber

– Una de las entrevistas fue con su hermana, y él la nombra a menudo, ¿cómo evalúa el vínculo entre ellos?

– Es una relación muy estrecha, se aman y también hay algo de conflicto. Munina es ama de casa, es feliz con su marido, con sus hijos y nietos, pero Bruno hubiera querido que fuera una gran concertista, vio dotes en ella que para él no desarrolló, y eso habla de su personalidad: es muy generoso y quiere que a la gente que él quiere le vaya bien, pero siempre en sus propios términos. Munina lo ve como el gran pianista que es y no como su hermano, y él añoraría una relación más cercana.

– Gelber solía hacer variaciones sobre las anécdotas que contaba. ¿Cuál fue su impresión?

– Una va tratando de recabar información con otras voces que no sean las del protagonista para iluminar su discurso. Munina dice que estaban en la misma habitación cuando Bruno se enfermó y él dice que no. Son dos versiones incomprobables, el lector tiene que sacar su propia conclusión. Munina dice que no les festejaban los cumpleaños y Bruno coincidió con eso. La memoria es una máquina de editar, uno a veces recuerda las cosas no como fueron sino como las puede recordar.

– ¿Qué le sucedió con esta investigación?

– Me asombró descubrir que una persona dedicada a la música clásica pueda tener rasgos de una sencillez asombrosa, una incorrección política fuerte, y también su falta de prejuicio. Cuando le pregunté si tenía mucho miedo de perder el toque o el don, me miró abriendo los ojos y me dijo “estás loca, uno pierde el don si se vuelve gagá”. Me pareció toda una declaración sobre el universo de Bruno.