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Cultura 22 de agosto de 2017

Lo nuevo de Olga Ferrari

por Antonio Albani

“Malvones en el balcón” es el nuevo poemario de Olga Ferrari, ahora, desde una perspectiva, su balcón. Otra vez la contemplación, para escribir un diario poético. Pleno invierno, en Mar del Plata, todo el mes de julio de 2016, del 1 al 31, “mientras el aroma a malvones agoniza en el balcón”. Aquel Martes 5, las hojas que dejó el otoño, “se queman en un osario perdido”, para llegar al desenlace de la “penumbra, luminosa oscuridad”: fuego, luz, sombra, como para jugar con imágenes cromáticas y luces y sombras, devenida la poeta de un pasado, claro, con un bello fraseo, “resplandor de la memoria”.

Confieso que no me fue muy fácil entrar en este nuevo mapa existencial de Olga Ferrari. Los poemas más densos y extensos, difieren de sus exponente anteriores, y el sustrato de la narratio da por resultado la historia personal de este diario, la mujer “que mira más allá../la mujer que se vuelve ausencia/..la mujer que ama la vida”. Un desdoblamiento permanente, a la vez que escribe al comienzo de cada mañana, impelida por una propuesta, un ejercicio día a día, desafiante trabajo escritural, me digo.

Pero la mujer me responde con su poesía: “El aroma a café se despliega en abanicos.Abre el ventanal, sin espejismo de pertenencia, tapiza con palabras una nueva página”. Imagino, se me ocurre, (a mi modesto entender, como dice siempre Rodolfo Alonso), que a Olga Ferrari no le cuesta mucho, ni escribir y también, lo que es apreciable, variar estilos, formas, temas, como para encarar algo nuevo, distinto. Es que ella, “la mujer que se despierta temprano”, tiene mucho que decir, mucho que contar-nos, mucha vida, vitalidad impregnada del “susurro del mar y el aroma a malvones”. Y la secuencia aparece, cada día,(despierta-observa los árboles de la plaza-lee un libro-reflexiona), mientras la “trama” simula descansar para mentar, acaso, un final abierto.

Pero, tras lo descriptivo, hay líneas reflexivas, marcas sociales, “la justicia ignora el purgatorio” y homenajes a los compañeros de ruta, sus amigos poetas, como Luis María Sobrón, no faltarán Alejandra Pizarnik y Jorge Luis Borges. Hasta mencionar “a la rosa de la China” y a las “amadas nomeolvides”(véase en su libro “Como si la vida sobrara”, –poema Anochecer) ¡Y el viejo pino de su casa anterior, “con sus brazos quebrados”!. Lo lúdico amasa artes y contra-artes poéticas, para cantar la Naturaleza y confesar-se, acaso: “La palabra sanadora nos busca. Pone puntos y comas para que el aire se renueve” Dos proposiciones gramaticalmente hablando, que unen una auto- oración, para que la palabra delimite espacios, no solamente de puntuación, sino de impulso existencial. Hay mucho más para entresacar del mundo narrativo-poético de Olga Ferrari, por ejemplo, gradación de estoicismo: La mujer “acepta las marcas del ayer y la incertidumbre del mañana”.

Una cantera de imágenes (frase que le debo a Carlos Alberto Débole) despliega Olga Ferrari en Malvones en el balcón, en el que tras la mirada de la mujer que escribe acompañada por un mate o un café, “balconea”—por decirlo en lunfa—viendo pasar el mundo de los otros, “la plaza” que “comienza a vivir la mañana” y nos re-cuenta filosofando, trayéndonos a Borges, sí: “Somos nuestra memoria…ese montón de espejos rotos”.

Pero siempre “rescatando el canto interno”, su voz que aflora, sugerente, conjugando emociones y espasmos reflexivos, en este nuevo libro de poemas, de inagotable lectura. (Publicó Lágrimas de Circe, Cuadernos de poesía)



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