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Arte y Espectáculos 25 de octubre de 2018

Lorenzo Guggenheim: “Sin nuevo público la música no vive”

Con 27 años, es una de las promesas de la dirección orquestal del país con proyección internacional y destaca el rol de la música "como proveedora de posibilidades sociales". Una aproximación a la vida y el pensamiento de este joven músico antes de su llegada a Mar del Plata.

Por Claudia Roldós
@clauroldosmdp

Cuenta que desde antes de nacer, su mamá le hacía escuchar a Debussy. A los 13 años comenzó sus estudios de piano y su curiosidad lo interesó en el rol del director de orquesta. Cuando tuvo su primera práctica supo que eso era lo que quería hacer el resto de su vida. Su debut en el Teatro Colón con 23 años y su presentación junto a la Sinfónica Nacional de Chile en 2014 proyectaron su carrera internacionalmente. Obtuvo una beca completa para estudios de maestría en la Universidad de Washington, Estados Unidos. Actualmente vive en Canadá donde realiza sus estudios de doctorado y es Profesor Asistente de la Universidad de Toronto.

Por su energía, intuición y virtuosismo es considerado una promesa de la música académica y Mar del Plata tendrá el honor de observar su trabajo en vivo. Bajo su batuta y junto a la Orquesta Sinfónica Municipal que dirige el maestro Juan Martín Miceli, se ejecutará por primera vez para el público local Sarabande de Debussy (orquestada por Ravel). El programa incluye también la Obertura Romeo y Julieta de Tchaikovsky y la Sinfonía N° 8 de Dvorak.

Antes de su llegada por primera vez como director invitado a la ciudad, LA CAPITAL tuvo la posibilidad de conocer la experiencia y el pensamiento de este joven músico, apasionado por la ópera, que dirigió el “The Rocky Horror Show” en el Teatro Maipo de Buenos Aires, fundó la Orquesta Filarmónica de la Universidad de Toronto, organizó y dirigió el concierto “Mozart en Viena” en Whashington y valora el rol de la música “como proveedora de posibilidades sociales”. “Sin nuevo público la música no vive” asegura.

“Algo de predestinación”

– ¿Cómo fue tu acercamiento a la música? ¿Qué significado tiene para tu vida?

– Mi primer encuentro con el piano fue relativamente tardío a los 13 años. Empecé tocando música popular y jazz y cada vez abriendo más el oído a la música clásica. No vengo de una casa de músicos, pero sí de artistas y mi madre, pintora, desde que estaba en la panza me hacía escuchar Debussy. Algo hay ahí de predestinación. Para mí la música es algo esencial, no me puedo imaginar mi vida sin la interpretación musical y el vivir todos mis días pensando en eso. Es a la vez un fin y un medio. La música como lenguaje es simplemente irremplazable.

– ¿Cómo y por qué decidiste dar el paso del piano a la dirección?

– Siempre fui muy curioso y a medida que empezaba a tocar y escuchar más música, me fue surgiendo la duda que mucha gente tiene ¿Qué hace un director de orquesta? Tratando de responder esa pregunta y a la vez buscando la mejor formación profesional posible es que me inscribí en la Licenciatura en dirección orquestal en la UCA. Cuando tuve la primera práctica con la orquesta supe que esto es lo que quería en mi vida, que iba a ser dificil pero que el esfuerzo es recompensado en cada concierto y en cada instante en que el fruto del trabajo con los músicos es cosechado.

– ¿Qué desafíos comparativos podés señalar entre la dirección de sinfónica y la de ópera?

– Como apasionado por la ópera creo que es allí donde las grandes emociones son magnificadas y expuestas. La ópera requiere del director un conocimiento de cada palabra, su significado, su dicción pero a la vez de cada gesto musical que refuerza, niega o llena a la palabra de otro significado. El director de ópera está encargado de la coordinación de todos los elementos manejando los tiempos del devenir del drama. Es un trabajo muy colaborativo, siempre muy emocionante. En cuanto a la música sinfónica, creo que el enfoque desde la ópera es muy positivo: Pensar en cada uno de los músicos solistas dentro de la orquesta y de las grandes secciones como si fueran cantantes, dónde su línea musical, a pesar de no tener texto dice algo, tiene un registro, una dinámica, una expresión particular y, como director, dar lugar a cada músico a aportar su mirada, a la vez de lograr que las diferentes miradas del grupo sean recibidas por el público de manera coherente y unificada con la idea que uno tiene de la partitura en su estudio total. Son dos mundos apasionantes, donde la música siempre tiene algo para transmitir.

– ¿Qué particularidades/diferencias tiene la música de los compositores emergentes, con respecto a los clásicos? ¿Qué valorás de cada una?

– Hay una cierta necesidad de encontrar la voz propia en los compositores emergentes que hace que su música sea fresca. El buscar la interpretación de una obra que nunca se escuchó es siempre muy estimulante. El tener la posibildad de hablar con quien compuso la obra y entender sus ideas es un bien muy preciado. ¿Cuánta gente desearía poder hacerle alguna pregunta a Mozart? Uno de los mayores desafíos radica en encontrar la contemporaneidad en la música del período clasico, romántico o del siglo XX, buscar los rasgos que hacen a cada música única.

– ¿Has incursionado en la composición? ¿En qué formato te gusta más?

– Solamente como una necesidad en la licenciatura, tuve que escribir una sonata para piano, de la cual toqué el segundo movimiento en concierto. Fue algo que disfruté mucho, pero me costaba encontrar la continuidad de escribir un poco todos los días y con el tiempo lo dejé de hacer. Me encantaría algún día intentar empezar un obra para orquesta.

– ¿Tenés predilección por algún instrumento o familia de instrumentos en particular?

– Sinceramente, una de las mayores virtudes de trabajar con ensambles orquestales es la disparidad sonora. Cada instrumento e instrumentista tiene algo distinto para ofrecer, y es en esa heterogeneidad que se forma el sonido tan especial de una orquesta. Me sería imposible decidir. Mi predilección es por la orquesta.

Transmitir la pasión

– ¿Cuáles son las mayores satisfacciones de dirigir y de dar clases?

-Hace ya diez años que empecé como docente y tuve la oportunidad de dar clases también en Estados Unidos y Canadá. Transmitir la pasión a los alumnos que recién están empezando en la música, con las mismas curiosidades con las qué empecé yo es algo único, de lo que siempre se aprende a la vez. Y la principal satisfacción de dirigir ya sea ópera, repertorio sinfónico o contemporáneo está en el trabajo en equipo, coordinar el esfuerzo y los talentos de cada músico para presentar algo especial y que el público lo reciba como tal.

– ¿Hay algún profesor que te haya dejado un recuerdo especial? ¿Por qué?

– Tuve el privilegio de estudiar con muchos maestros internacionales y en Argentina de talla internacional. Me vienen a la cabeza las oportunidades de estudiar con Ludovic Morlot de Francia, director de Seattle Symphony, Grzegorz Nowak de Polonia en el Festival de Música de Miami o Garrett Keast junto a la Sinfónica de Chile. Cada profesor tiene algo único para darte que es producto de su formación, su experiencia y su visión de la profesión. Mis profesores en Argentina, sin duda fueron quienes me dieron las herramientas para poder seguir desarrollando mi profesión en el exterior y generaron en mí más preguntas que me llevan cada día a seguir estudiando.

– ¿Es más importante que la música académica sea comprendida o simplemente disfrutada? ¿Le preocupa/ interesa que incremente su público?

– Creo que hoy en día el rol de la música como proveedora de posibilidades sociales es uno de los más interesantes. Los programas de orquestas escuelas brindan oportunidades que de otra manera no existen. Generan músicos que aprenden el lenguaje y la disciplina que requiere la música. Pero a la vez genera nuevo público, en ellos mismos y en los familiares que se acercan a los conciertos. Sin nuevo público la música no vive. Como director, creo que es importante pensar en dar oportunidades para que siempre haya gente nueva en la sala. La música sea clásica, popular, rock, salsa o rap, transmite algo al que la escucha. La música académica tiene un mensaje enorme para transmitir y no creo que sea necesario plantearse el entender qué significa cada nota para poder apreciarla.