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Opinión 6 de febrero de 2024

Los premios Estrella de Mar y la cultura

Terminó, para los premios Estrella de Mar que entrega la Municipalidad de General Pueyrredón (Mar del Plata), la temporada 2023/24. En este año, como en todos los que el concurso no tuvo periodistas pagos por medios porteños como eje, el tema se dirimió conceptualmente por lo que se vio, no por el Currículum o el “valioso” Curriculum de quienes vinieron. Usted me entiende.

Hay varias posiciones básicas, una especie de compendio del panfleto, sobre el concurso y los premios Estrella de Mar. Hay sonrisas y quejas. Está todo dentro de una ley del show… que debe continuar.

No hay grandes desubicados en las quejas, hay – eso si – grandes aprovechados de un suceso: cuando se conocen los premios trascienden al país, al año… a la cantidad de espectadores.

Sumarse, a como dé lugar, a esa trascendencia, es lícito. Denuncias, quejas, desafíos son parte del juego. Todos los caminos para el conocimiento público, que lleve a mas conocimiento y vivir de tal fenómeno (conocimiento) se comprende.

Los artistas y conjuntos ganadores pasean la faja en sus carteles todo el tiempo de almanaque que resta hasta el próximo verano, la pasean por todo el país. Evoquemos un tango que popularizara Tita (cómo ¿qué Tita? … “mas si el bulto no interesa, porque pierden la cabeza ocupándose de mi”….

A todos les cabe un mimo. Un reconocimiento oficial mucho mas y mejor. Vamos, no nos mira nadie, seamos honestos….

El eje del premio es la promoción de Mar del Plata. Asistí como testigo a su nacimiento (esto lo escribí varias veces) nacido de la visión de un licenciado en turismo: Luis Martínez Tecco. ”Lucho”. El premio tiene un autor, un inspirador. Que nadie se cuelgue la medalla.

Lo que devino de su idea que es, repito, promocionar a Mar del Plata, es lo que sucede año tras año desde la década del ’70. Una conmoción.

Es rara la ciudad, como todas las ciudades portuarias es aluvional, los puertos son aluvionales. De todas partes vienen. Un puerto es el sitio propicio para llegar y quedarse, también para partir. Es un fenómeno de los puertos. Mar del Plata es un puerto pesquero. Un sitio de llegada de las inmigraciones que definieron Argentina en el siglo 19 y el siglo 20. Cumple 150 años, mas allá de los sueños del Imperio Lusitano y su insistencia de tomar tierra de aquel imperio Español. Sonrío cuando, conversando con un conductor de taxi, confirmo su acento correntino, tucumano, paraguayo. De todas partes vienen, aun vienen.

El premio no tendría nada que ver con eso. Es específico. Un reconocimiento, Estrella de Mar, a los artistas que venían a “hacer temporada” y que así, premiados, podían entusiasmarse y venir mas, vender mas, existir mas y mas en Mar del Plata como eje del espectáculo en verano. Mas aplausos. Entretenimiento en mitad del verano, del turismo. Del sol y el mar. En un Puerto. Ejem. Aluvional.

También llega la resonancia de quienes miran las cosas, todas las cosas del día a día, con un pequeño lente enfocado en su particular universo, su personalísimo sistema solar.

La ciudad, sus autoridades, las autoridades opositoras pero parte del sistema socio político, reciben pedidos, influencias, quejas, necesidades que apuntan a compromisos con uno, algunos o, en la mayoría de los casos, con aquello indefinible pero visible: su posición socio/política y… cultural. Ese fraccionamiento, ese descuartizamiento es nocivo.

La cultura, esto es definición de quien escribe, es la sumatoria, nunca una fraccionadora que dice esto es cultura, esto no… La cultura es un canto rodado. No se detiene.

Se atribuye a Toynbee (he sostenido la autoría de este pensador en otros escritos) todo lo que no es Obra de Dios pertenece a los hombres… y eso es Cultura.

En cada premiación asisto a discursos, que debo creer bien intencionados, denunciando tal o cual injusticia cultural. Todas apuntan al hecho de una censura, un presupuesto recortado, un olvido, un despido, algo fraccionado de lo que se quejan y, en muchos casos cierto, pero alejado de un punto: una distinción promocional que entrega el Ente Municipal de Turismo y ahora, ocasionalmente, de Cultura.

En este festejo, encuentro y festejo. las injusticias denunciadas, las denuncias al recibir los reconocimientos, parecían destinadas a decisiones nacionales que, acaso, tengan relación con la ciudad y sus manifestaciones pero que, como en todos los casos, no hacen al eje: premio Estrella de Mar. El discurso de aceptación es una caja de resonancia, un amplificador, pero en varias oportunidades de una canción de otro concierto.

En esta oportunidad se premió transformismo, micro teatro, música electrónica, after, varios rubros que jamás se imaginaron en un principio. Los analistas, ensayistas, los que deben mirar el comportamiento de la ciudad tendrían que fijar las cosas en un número: mas de 300 espectáculos anotados para aspirar a un reconocimiento, una nominación, un premio. Esa es una manifestación del desarrollo cultural, del sedimento que sube y sube. Para participar hay que anotarse. Eso es central.

Carlos Paz recibe 800.000 turistas. Mar del Plata no desciende de 3.5 a 4.5 millones. En la Región Turística Costera hay mas de 100/150 mil jóvenes en la franja de edades que va de 18 a 35 y que, en cada noche, emigran hacia la zona costera mas allá de la civilización que se corresponde con un punto fijo: el Faro. Una ciudad juvenil que se desplaza, acaso se instala y que es, por encuentro, por la música, por el mensaje, un fenómeno cultural en expansión. Reconocerlo era necesario y la organización del premio lo hizo.

Mas de 80 personas actuando bajo los árboles del parque de Villa Victoria, en una Gala Lírica, es otro punto cardinal de las manifestaciones del hombre.

Premiar un cómico, un circo, un violinista es bueno. Provenientes de grandes salas y empresarios, de pequeñas salas, de teatros municipales que prestan paredes, de salas provinciales que aportan dinero y paredes, los premiados aparecen de una decantación sobre las mas de 300 inscripciones.

Reparemos: inscribirse es tener el espectáculo listo, la gente ilusionada, el año jugado a mostrar el trabajo y algo es cierto: todo espectáculo se hace para que alguien lo reciba, es un mensaje en dos actos, creación y recepción.

Toda una región apunta al verano y ofertar un mensaje. Es bueno, es mucho, está bien que lo apoyen con un premio que es un mimo. También se acepta que se use como vidriera para una mejor protesta partidaria, o pedir un punto mas en la grilla de los afectos que un premio amplifica.

No parece atinado, parece desatinado tomar la capa y la espada de “LA CULTURA” y quejarse, esgrimiendo la paternidad sobre el bien y el mal, sobre lo bueno y lo malo. No hace falta, quita sustento a un fenómeno que es evidente: hay ofertas de mensajes chicos, medianos, grandes, económicamente pobres o arriesgados.

Nada de cuanto sucede en la temporada en Mar del Plata es obra de Dios, es creación de los hombres, eso es Cultura.

Se puede parafrasear al texto de los Testamentos sobre el viento: “la cultura sopla donde quiere”.

El músico callejero frente a los lobos marinos y el recital de Ciro y los Persas son parte de una suma.

Todo suma. Para muchos aportar a la suma es quejarse. Bueno. Tal vez haya que agregar un rubro: repertorio de la cultura de la Queja. “Los Quejosos”. Las anotaciones, obvio, vencerían el 5 de enero de cada año y deberían tener al menos 4 funciones desde diciembre hasta el 31 de enero. Es el reglamento. Tres nominados y un ganador. Si gana en su rubro: ”La queja”, el triunfador podría aspirar la Estrella de Mar de Oro que solo se elige entre los ganadores de cada rubro. A la cultura, que es la suma, no le viene mal. Y deja al descubierto las verdaderas intenciones de los quejosos. Las valiosas. Las trascendentes. Eso: trascender. Como se pueda.