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La Ciudad 5 de julio de 2020

Los veraneos infantiles de Félix Luna en un castillo marplatense

El chalet de Casimiro Polledo –abuelo materno del historiador Félix Luna- se hallaba en Boulevard Marítimo y Sarmiento. El pequeño Félix, nacido en 1925, pasó allí los veraneos de su infancia. “Era como un palacio encantado”, escribiría muchos años después.

Por Gustavo Visciarelli

“Era una reproducción de algún castillo del Loire, con gran desperdicio de espacios en desvanes que no se usaban y torres sin utilidad alguna. Se levantaba en el Boulevard Marítimo, a pasos del mar, donde ahora está el Hotel Hermitage, en medio de un jardín que se extendía hasta avenida Colón”, escribió Félix Luna en su libro “Encuentros a lo largo de mi vida”, editado en 2004, cinco años antes de su fallecimiento.

Casimiro Polledo era un comerciante asturiano que amasó gran fortuna. Tanta, que en 1907 contrato al arquitecto francés Pierre Guichot para que construyera su residencia de veraneo en Mar del Plata.

“Había una planta a ras del suelo donde estaban la cocina, la despensa y las habitaciones de servicio. Al piso principal se llegaba por una hermosa escalera que salía del jardín de adelante; en este plano estaban la sala con su piano, el gran comedor revestido de boiserie, el antecomedor, dos o tres dormitorios y una suerte de salón de invierno con grandes ventanales que daban al jardín de atrás, donde estaban el garaje y la vivienda de los caseros. El piso alto tenía varios dormitorios, los nuestros, y varias terrazas sobre distintas orientaciones”, escribió Luna.

“De allí –narró con ojos de niño- se subía a la parte misteriosa, los enormes desvanes de madera siempre crujientes, siempre batidos por los vientos, las torrecitas sin función alguna. Toda la estructura estaba coronada por una torre de hierro a la que nadie se animó a subir”.

Tras su demolición en fecha controvertida – Luna asegura que fue “hacia el ‘42”- Carolina Pombo de Barilari construyó una residencia más moderna que corrió idéntica suerte en la década del ’50 para la ampliación del Hotel Hermitage, que funcionaba desde 1943.

“Hoy no podría existir semejante espacio, un cuarto de manzana frente al mar solo para una familia” diría Luna con cierta resignación al referirse al triste final de aquel “palacio encantado” que “se vendió y demolió”.