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Cultura 25 de agosto de 2019

Lucía Gorricho: “Ahora necesitamos darnos el permiso para soñar nuevos mundos”

La docente de Geografía prepara la segunda edición de "Frutillas" mediante una campaña de financiación colectiva. Define el concepto de "libro vivo" y cuestiona la institución escolar tal como se encuentra. "Estamos logrando con mucho esfuerzo poner en agenda la cuestión de los contenidos que se enseñan y la forma en la que evaluamos", observó.

Lucía Gorricho y un balance de "Frutillas" y de "La geografía del mar"

por Paola Galano
@paolagalano

La desvela la escuela y todo lo que la rodea: cómo se enseña, cómo se aprende, los conocimientos que se imparten y aquello que se comparte en el seno del aula, el rol de una escuela en crisis y el perfil que podría adoptar este sitio estratégico de cualquier sociedad, entre otros dilemas actuales.

Fruto de ese interés y de esa preocupación constantes son los dos libros de Lucía Gorricho, “Frutillas” y “La geografía del mar”. En el primero, la docente de Geografía de Mar del Plata narró el episodio que protagonizó junto a una adolescente boliviana, en una escuela rural marplatense.

La historia que se hizo viral rápidamente puso el foco en cómo evaluó a la alumna que dijo no saber nada durante una prueba. En ese libro, la autora expandió la anécdota que la hizo conocida y nutrió las páginas con otros contenidos vinculados a una crítica social profunda y a la búsqueda del buen vivir.

En “La geografía del mar”, editado este año y con imágenes registradas por la reportera Marcela Golfredi, Gorricho comparte sus estrategias en el aula, muestra el caudal de imaginación de sus alumnos y alumnas mediante la invención de mapas y da claves para formar educandos amorosos, a partir de técnicas como el yoga y la meditación.

“Los sistemas (al menos el educativo y el laboral) sólo pueden cambiar si tomamos conciencia de que podemos hacerlo”, dijo la autora, siempre crítica y recién llegada de Europa, donde presentó sus libros.

Tras ese viaje, ya lanzó una campaña de financiamiento colectivo para poder alumbrar una segunda edición de “Frutillas” en papel (aunque ese libro ya se puede descargar gratuitamente de la web). Y, entre tanto, da forma a su tercer libro, que se titulará “Historias de San Jacinto”. “Estoy escribiendo relatos de cosas que me pasaron en la zona sur a partir de irme a vivir unos años atrás”, adelantó a LA CAPITAL.

– ¿Por qué la decisión de hacer una segunda edición de “Frutillas” en papel, cuando ya se puede descargar gratuitamente de la web?

– Porque el papel es el papel. Leer de la computadora o el celular implica estar “enchufados a la red”. La postura no es buena y el brillo de la pantalla durante mucho tiempo hace mal. Para leer este libro se necesita momentos de tranquilidad y cierta dedicación al tema. Además si lo tienen en papel lo pueden marcar, corregir, anotar ideas. Es parte del concepto de “libro vivo”.

– ¿Cómo armaste la campaña de financiación colectiva?

– Se trata de hacer una “vaquita” literaria para pagar los gastos de producción (el precio final incluye la impresión con tapa de papel reciclado y el trabajo de las personas involucradas en el proyecto). Para participar lanzamos el proyecto en Ideame, una plataforma de financiamiento colectivo para Latinoamérica. Para poder imprimir necesitamos vender trescientos libros. (Se puede conocer el proyecto en idea.me/proyectos/69100/frutillas-segunda-edicion).

– ¿Qué repercusión tuvieron “Frutillas” y “La Geografía del mar” en Europa?

– Estoy muy conforme. Hice dos presentaciones grandes: una en Valencia (España), en una Feria Alternativa que tiene 32 años de historia y otra en Frankfurt (Alemania) que hablé para la gente del comercio justo que trabajan con la comunidad latina. Después hice muchas reuniones con editoriales, con docentes, con periodistas y amistades con interés en el tema. No cerré nada pero siento que sembré muchas semillas. Ahora hay que esperar.

“No me gusta hablar de explosión”

– ¿Cómo evaluás el trayecto de “Frutillas”?

– “Frutillas” tiene un recorrido que me apasiona. Creo que mucha gente entendió la propuesta de “libro vivo”, la fuerza que tiene un material cuando está hecho desde el respeto a la vida y las ganas de cuidar lo que tenemos, que no es poco. Me llegan muchos comentarios sobre el libro en donde me cuentan que están aplicando saberes, ejercicios o poniendo a prueba lo que digo. Eso me parece muy bueno. Me hicieron muchas marcas de puntuación y diseño del texto pero nadie cuestionó los contenidos. Puede suceder que alguien no esté de acuerdo con lo que digo o con la forma rudimentaria con la que escribo pero el libro se entiende. Es simple y aporta información desde varios lugares de análisis. Me gusta sentir que es un libro útil en materia educativa. Creo que estamos logrando con mucho esfuerzo poner en agenda la cuestión de los contenidos que se enseñan y la forma en la que evaluamos. Si no avanzamos en transformaciones concretas en prácticas pedagógicas, es imposible una transformación real de la vida. Los sistemas (al menos el educativo y el laboral) sólo pueden cambiar si tomamos conciencia de que podemos hacerlo. “Frutillas” sintetiza eso.

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– ¿Qué es un libro vivo?

– “Frutillas” y “La geografía del mar” son libros vivos porque crecen en ideas y en correcciones en la medida que son leídos. Hay fragmentos en ambos libros que se están reproduciendo en escuelas, institutos y universidades. Esa es la idea. Ambos libros podrían estar más pulidos (podrían ser más académicos) pero había una urgencia en publicar porque las alternativas en materia educativa las necesitamos ahora. No quise que mis inseguridades y mi autoexigencia me frenaran para compartir con más gente lo que aprendí en estos años. Son libros que escribo yo, sí, pero que cuidamos para que crezcan junto con las personas me leen.

– A casi tres años de que explotara la historia ¿qué balance hacés desde que salió a hoy?

– No me gusta hablar de “explosión” en relación a la viralización mediática de la evaluación que le tomé a Gabriela. Yo digo como dice ella: “Cuando pasó el despelote”. Y es importante la diferencia porque en una explosión pasan cosas graves y acá no murió nadie. Es cierto que en la historia hay trabajo infantil y malas prácticas agrícolas pero no somos responsables de este modelo de producción por el sólo hecho de contar cómo funciona. Se dieron dos cosas: la capacidad de Gabriela para contar de manera amorosa algo de lo que pasa en el campo argentino desde una visión boliviana y mi capacidad para sostener su relato en el tiempo y compartirlo. Cuando volví de Europa le escribí para ver cómo estaba y arreglar una visita pero me contó que se había ido a Tucumán unos días con su mamá. “Se te escucha contenta” le dije después de oír el audio y me respondió: “Sí ¿Por qué no estarlo?” Así es Gabriela.

Para mí es clave que mi trabajo sea respetuoso con mis estudiantes. Que sepan lo que estoy haciendo y que conozcan la importancia de su participación en este proyecto. Gabriela, al igual que estudiantes de otras escuelas, fueron siguiendo mi trabajo y acompañándolo. Eso es lo más lindo del balance.

“Cuestionar los mapas oficiales”

– En “La geografía del mar” hay un interés muy particular por involucrar a los y las docentes en nuevas estrategias sin desatender lo lúdico y lo imaginativo, ¿Qué respuestas cosechaste?

– Casi todas las semanas me llegan mensajes con actividades que están haciendo a partir del libro y los resultados que obtienen. Es muy emocionante. Me mandan fotos de mapeos colectivos en aulas de distintos niveles y eso me llena de alegría. Fueron años y años de trabajar en la Ciencia Geográfica desde otra visión. Cuando era estudiante participé de la Federación Argentina de Estudiantes de Geografía (Fadeg) y en esa articulación sabíamos de la importancia de cuestionar los mapas oficiales. Lo que se enseña en la escuela de “cartografía” no tiene nada de cartografía (sólo se enseña a memorizar definiciones, países, límites y fronteras). Por eso siento que “La Geografía de mar” convoca, porque tiene que ver con relatos reales de lo que está pasando en educación y propone herramientas concretas para enseñar más y mejor.

– ¿Te parece que la imaginación está ausente del sistema educativo?

– No, sólo está oculta. Se la censura. La imaginación siempre está presente en la psiquis humana, lo que pasa es que “nuestras creaciones” no son bien interpretadas por el sistema de dominación. Da la sensación que todo lo que tenemos para aportar no sirve, no es útil, es peligroso, no está permitido o no es el momento. Ahora necesitamos darnos el permiso para soñar nuevos mundos, porque para construir “el mundo nuevo” necesitamos proyectar primero cómo será. La imaginación tiene que estar al poder, como se decía en el Mayo Francés, y la mente y el cuerpo al servicio de nuestros sueños. Esto al pensamiento racional occidental le cuesta asimilar, pero todos los estudios científicos desde el Siglo XX para acá coinciden en lo mismo: la mente humana sólo maneja menos de un 15% de toda la información disponible. Para mí ese fue un dato revelador.

– En tus dos libros el tema recurrente es la crítica al estado actual de la educación. Si el sistema no cambia, ¿cómo se pueden hacer los y las docentes para empezar a cambiar cosas disfuncionales? ¿Por dónde empezar ese camino de hormiga?

– Tratando de no imponer nada en el aula. Se trata de compartir el programa y hacerles ver que son parte central del proceso educativo. Lo importante es que tomen conciencia de que los saberes son múltiples e infinitos y que no podemos perder nuestro valioso tiempo sólo cumpliendo un horario. Pienso que como sociedad sostenemos este sistema y que si las personas que lo integramos seguimos haciendo lo mismo, se hace imposible que el sistema cambie. Me di cuenta de que tanto el patriarcado como el capitalismo se mueven en el plano de lo simbólico y que ambos atacan siempre en donde más nos duele: donde se forman vínculos de amor y libertad. Por eso nos cuesta tanto crear lugares amenos de enseñanza pero es algo posible, sólo se necesita saber construir consenso y cumplir con la palabra.