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Opinión 27 de agosto de 2018

Manu Ginóbili y una trayectoria plagada de gloria

Por Florencia Cordero (*)

Desde su brillante paso por la selección argentina hasta el sitial de privilegio que llegó a ocupar en San Antonio Spurs dejando una marca indeleble. Se retiró Ginóbili. Nace la leyenda.

Desde el instante mismo del anuncio de su retiro miles de imágenes volvieron a la cabeza de quienes acompañamos desde el periodismo cada uno de los momentos de una inigualable carrera.

Una trayectoria tan singular, tan contundente y luminosa que ni los habituales caprichos de la memoria logran opacar. Porque este adiós a la actividad mucho se parece a una puerta de entrada a la leyenda y a un futuro que hoy está abierto.

Para los periodistas de Mar del Plata que desde hace más de 20 años seguimos el básquet, Emanuel Ginóbili era, en un principio, “el hermano de Sepo”, aquel base que se destacaba en Quilmes a fines del siglo pasado. Nadie imaginaba que el menor de los Ginóbili iba a llegar tan lejos. Partiendo desde esa base, Manu nos fue deslumbrando a cada paso desde sus logros en Italia hasta su brillante paso por la selección argentina y el sitial de privilegio que llegó a ocupar en San Antonio Spurs.

Ser testigo presencial en Indianápolis 2002 de aquel inolvidable partido en el que Argentina le ganó al Dream Team en el Mundial de Estados Unidos fue la motivación inicial para seguir de cerca esta camada histórica liderada por Ginóbili que nos llevó a las máximas alegrías. Durante ese torneo, San Antonio Spurs empezó a entender que ese líder extremadamente competitivo de mentalidad superior podía ser un engranaje fundamental en sus aspiraciones de ser protagonista en la NBA.

Su llegada a la liga de básquet más importante del mundo se dio en aquella temporada 2002/2003 con el título que logró San Antonio sin que Manu tuviera una participación destacada, pero con la convicción de saber que estaba en el lugar indicado, una franquicia en la que los valores humanos y el comportamiento basado en el respeto son fundamentales para ser parte de la gran familia de los Spurs.
Después de la consagración con Argentina como campeón olímpico en Atenas 2004, ya nadie dudaba de la gran incidencia que Ginóbili podía tener en el conjunto texano. Y fue justamente en la temporada 2004/2005 de la NBA que logró su pico de rendimiento como referente del equipo campeón de los Spurs en esa recordada final ante Detroit Pistons que tuvo a Manu como gran protagonista y merecedor del premio al Jugador Más Valioso (MVP).

Siempre comprometido con la selección nacional, Manu jugó el Mundial de Japón en 2006, donde Argentina supo brillar aunque se quedó al borde de la final en el último suspiro, y después de disfrutar otro torneo con sus amigos, regresó motivado a la NBA para volver a gritar Campeón en 2007 junto a su compañero de selección Fabricio Oberto en una final con barrida ante los Cavaliers de LeBron James en Cleveland.

El 2008 quedó en la historia por la inolvidable medalla de bronce de Argentina en los Juegos Olímpicos de Beijing en lo que podía haber sido su última experiencia olímpica con dos medallas consecutivas, porque aunque todavía quedaba mucho por vivir en ese atrapante mundo del olimpismo que Manu tanto ama, empezó a pesar la “sugerencia” de los Spurs para que la selección pasara a un segundo plano.

Si bien no pudo jugar el Mundial de Turquía en 2010, Manu no iba a perderse bajo ningún concepto aquel Preolímpico que se disputó en Mar del Plata en 2011 que reunió a la mayoría de los integrantes de la Generación Dorada en un torneo clasificatorio para los Juegos Olímpicos de Londres que los jugadores disfrutaron de manera muy especial con el apoyo cercano de sus familias y de los seguidores como nunca antes habían podido experimentar.

A comienzos de aquel 2011, Ginóbili había logrado situarse en un lugar de elite en la NBA como uno de los jugadores elegidos para animar el Juego de las Estrellas de Los Ángeles en lo que sería su segunda participación entre el grupo más selecto después de aquella primera vez en Denver 2005 cuando recién iniciaba su camino en la liga norteamericana.

Subyugado por el espíritu olímpico, no dudó en ser de la partida en Londres 2012 (su tercera participación en Juegos Olímpicos) y aunque quedó un sabor amargo por haber quedado muy cerca de otra medalla de bronce, Manu terminó el torneo con la secreta ilusión de llegar a Río 2016, algo que en ese momento no parecía tan factible.

El 2013 fue un año bisagra para Ginóbili en la NBA. Ya sobrevolaba la idea del retiro y era un tema de conversación permanente. Con un muy buen equipo, San Antonio llegó otra vez a la gran final, pero ante Miami Heat se le escapó literalmente el trofeo de las manos cuando prácticamente ya lo estaba acariciando. Aquel triple inverosímil de Ray Allen en el último segundo no sólo derribó las aspiraciones de Manu de volver a ser campeón sino que le hizo replantear si verdaderamente iba a seguir con fuerzas para encarar una temporada más en la máxima exigencia.

Después de un profundo proceso de reflexión, Ginóbili se convenció de seguir, reconvirtió su rol en el equipo y entendió que podía aportar desde otro lugar sin cargarse con toda la responsabilidad sobre sus hombros. La temporada siguiente tuvo la revancha deseada y, justamente ante el mismísimo Miami Heat, San Antonio pudo borrar aquel mal trago y obtuvo el título en la temporada 2013/2014 que representó un desquite con perfume a justicia deportiva que la franquicia necesitaba para revalidar sus pergaminos.

A partir de ahí, Ginóbili empezó a alimentar la leyenda con plena vigencia dentro de la cancha más allá de lo que indique el calendario. Acompañó como hincha en las tribunas a la selección en el Preolímpico de México en 2015 y cumplió el sueño de volver a ser parte de los Juegos Olímpicos para retirarse en Río 2016 en un capítulo ya conocido de su historia reciente.

En sus últimos años como jugador de los Spurs accedió hasta la final de la Conferencia Oeste en 2017 y tropezó en primera ronda de Playoffs en 2018, en ambos casos ante los invencibles Warriors, pero en ese camino final solo recogió reconocimiento y el siempre valioso respeto genuino de sus pares. Fue elogiado por su compromiso con el equipo, por el ejemplo que permanentemente dio a los jóvenes y por lo que logró dentro de la cancha a los 40 años sin perder su fuego competitivo.

Son muchas las imágenes y más los recuerdos. Contar la vida de este gigante que un día salió de su Bahía natal para conquistar la gloria llevaría más tiempo y espacio del que puede disponerse en una crónica.

Pero ya habrá tiempo. Ya vendrán los días en los que la leyenda se vista de mil recuerdos y otras tantas anécdotas. Aunque todas ellas nos lleven a un mismo y emocionante lugar: la historia de un deportista que subió al Olimpo del básquet mundial pero siempre voló más alto como hombre y como líder. Emanuel Ginóbili o simplemente Manu.

(*) Periodista especializada en básquet, acompañó a la Generación Dorada por todo el mundo.