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Cultura 23 de febrero de 2020

María del Mar Ramón: “El feminismo no es un conjuro mágico”

María del Mar Ramón. Foto: Télam | Daniel Dabove.

María del Mar Ramón cuestiona en “Coger y comer sin culpa” la moral feminista que asocia reconocimiento de la opresión con “empoderamiento” -porque pierde de vista que no todas pueden decidir- al tiempo que advierte que el patriarcado y el capitalismo funcionan en reciprocidad.

“Ahora estamos re contentas porque la palabra feminista no es pecado, pero también tenemos que cuestionar el trabajo de niñas explotadas en Bangladesh”, afirma.

“El feminismo no es un conjuro mágico, es una práctica política colectiva y todo el tiempo nosotras tenemos que estar súper ágiles para detectar las formas que el patriarcado tiene de disciplinamiento”, dice la escritora, también coordinadora del proyecto “Fanática de los Boliches”, que tiene como objetivo llevar la perspectiva de género a los lugares nocturnos.

“El patriarcado y el capitalismo, en reciprocidad, generan nuevas formas de disciplinamiento y ahora estamos re contentas porque la palabra feminista no es pecado y es súper copada pero también tenemos que cuestionar que las camisetas de H&M son el trabajo de niñas explotadas en Bangladesh”, ejemplifica.

Un discurso generalizado supone que el reconocer la desigualdad se traduce en un “empoderamiento”, algo que para Ramón puede caer en el “estereotipo”: “Son discursos peligrosos porque están absolutamente despolitizados, como si el poder fuera una cosa que surge de vos, cuando no es así, es una estructura. Pero además porque es una falacia muy parecida a la meritocracia. Nosotras apostamos a la construcción colectiva y la construcción colectiva es la colectivización de nuestros problemas subjetivos”.

En ese sentido, “el problema que vos tenés con tu cuerpo no lo vas a resolver si todos los días te miras al espejo y decís ‘amo esta estría’. Me parece fantástico quien pudo resolverlo y les abrazo, pero no nos vengan a imponer a quienes no lo resolvimos que el problema es que nosotras no nos queremos lo suficiente, cuando en realidad hay un sistema que dice que vos estás mal, sos incorrecta, que tu cuerpo no es el que debería ser”.

Para la autora es importante aclarar que “no nos inventamos nosotras la amenaza para que nos digan que la solución depende exclusivamente de nuestro esfuerzo”, por lo que “pensar que la disputa entre lo que ahora sabemos y lo que sentimos a partir de la socialización que tuvimos se resuelve de manera subjetiva es una mentira y un arma muy eficiente para desarmar cualquier organización colectiva. Hablemos de lo que nos pasa individualmente pero construyamos soluciones siempre en colectivo”.

Las redes, campo de disputa

Así como son una herramienta fundamental para visibilizar la desigualdad de géneros, las redes también son un territorio de debates álgidos, como ocurrió con la polémica que desató la campaña de publicidad de la cantante y actriz Jimena Barón cuando empapeló la ciudad con una foto suya acompañada por un teléfono celular, imitando los “papelitos” que se ven en la vía pública con números de mujeres en situación de prostitución.

El hecho, que puso en tensión dos posturas antagónicas al interior del movimiento feminista, “las abolicionistas” y “las regulacionistas”, es interesante -dice Ramón- para “pensar en la ética del debate y dónde vamos a dar las disputa. La carnicería tuitera no me parece una buena forma de construir. Tenemos que poder adaptarnos y entender que ninguna es infalible, que las ideas cambian, que podemos escuchar”, dice.