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Cultura 10 de marzo de 2019

Max Gómez Canle: “Pienso al capricho como un lugar de soberanía del artista”

Una muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, reúne obras realizadas por el artista desde 1999 al presente.

Una de las obras que forma parte de la muestra "El salón de los caprichos". Foto: Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

“El salón de los caprichos”, antología de Max Gómez Canle con que abre la programación 2019 del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba), reúne pinturas realizadas por el artista desde 1999 al presente, una suerte de ensayo sobre la imagen que invita a “sumergirse en la historia de la pintura como en una gran pileta donde los tiempos están colapsados” y a “pensar el capricho como una acción emancipatoria”.

Gómez Canle (Buenos Aires, 1976) trabaja de manera enciclopédica, busca compendiar conocimientos, pero lo hace de una manera no lineal, y esta selección antológica de los últimos 20 años de su trabajo está lejos de la idea de una retrospectiva en términos cronológicos o de época.

El artista desarrolla “una línea de tiempo casi arremolinada” en el segundo subsuelo recién remodelado del Mamba, “por eso la decisión de no dividirlo, que tiene más que ver con la narrativa que con la producción en sí misma”, explica Gómez Canle a Télam.

“La idea es que entrás en cualquier parte del remolino, te metés por un cuadro y salís por otro que te reconecta con otro”, opina el artista de los paisajes que remiten a Roberto Aizenberg, a evocaciones que reúnen a Prilidiano Pueyrredón con Cándido López, o alusiones a las vanguardias históricas, los píxeles y juegos electrónicos como el Tetris.

“No planteo un estudio pormenorizado de la historia -subraya el artista-, lo que rescatamos son esos saltos tipo viajeros en el tiempo, por eso no hay cédulas con datación de obra sino un mapa de sala donde se pueden buscar los datos de cada pieza”.

La muestra, que evoca un salón tradicional de pintura, reflexiona en torno a qué es la pintura y también, de manera más antropológica, acerca de qué es la imagen, y esa pregunta está subrayada en ese anacronismo que plantea el recorrido, de manera que una apropiación de la Mona Lisa de Da Vinci, por ejemplo, convive con otra de Lucio Fontana.

Alineada en la voluntad de construir conocimiento desde el museo, “esta exposición es fundamental para pensar la pintura contemporánea argentina”, señala la curadora Carla Barbieri, “porque trabaja la herencia de la tradición Occidental desde el Renacimiento a la actualidad”.

Además, agrega, “pone en discusión qué es la copia -dice Barbieri-, porque Gómez Canle la usa como herramienta para explorar la historia de la pintura y las nociones de tiempo, pero también se copia a sí mismo y consigue con eso una memoria visual de su trabajo”.

Max Gómez Canle

La dimensión de la copia se revaloriza “porque esos óleos llevan muchísimo tiempo en pintarse, entonces la copia no es un atajo formal ni algo más fácil de hacer, sino un hermanarse con la historia, una permanente negociación cordial con el pasado preciosista y sensual”, resume Barbieri.

“De chico veía reproducciones en libros de pinturas clásicas y no entendía el tema principal pero sí viajaba en esos fondos -explica el artista-. Hoy trabajo en esos fondos que es donde se puede proyectar para pensarnos nosotros y nuestra contemporaneidad, la pintura como herramienta para la transformación del espacio, de nuestra realidad y nuestras posibilidades”.

“A mi obra la pienso en capas, algunas muy accesibles porque es figurativa y narrativa y otras más difíciles, vinculadas con las citas, dataciones y técnicas, pero cualquiera puede sumergirse en este trabajo, porque aunque usa fuentes de la historia de la pintura nuestro imaginario está basado en esa historia, y aunque no sepamos nombres o nunca hayamos visto determinado cuadro, esas imágenes están reproducidas en las películas que vimos”, explica el artista.

“Esa raíz larga de las imágenes que se dirime en el fondo de la historia de la pintura es lo que me gusta manipular y estudiar -indica-, un interés que se relaciona, por otra parte, con entender el tiempo como una materia viva, que siempre nos va a servir para el presente”.

Ahí están entonces los paisajes en blanco y negro pintados directamente sobre la pared, en la antesala a la exposición, que a Gómez Canle le gusta pensar como “fósiles del futuro” o como “una maqueta del futuro de la imagen”, un capricho que entiende como “un lugar de soberanía del artista, una acción emancipatoria”.

La muestra, que es la primera exposición antológica de Gómez Canle, puede visitarse hasta el 11 de agosto en el museo de la Avenida San Juan 350 (Ciudad de Buenos Aires), de jueves y viernes de 11 a 19, y los sábados, domingos y feriados de 11 a 20, con un entrada general de 50 pesos. Los martes el museo está cerrado.



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