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Opinión 29 de octubre de 2020

Medir el dióxido de carbono en ambientes cerrados puede disminuir la transmisión del Covid-19

Por Alejandro Ferro*

La ciudad está sufriendo impacto pandémico relevante que se evidencia claramente en el alto porcentaje de positividad de los test diarios de coronavirus, así como la ocupación del número de camas de cuidados intensivos y finalmente por la cantidad de fallecimientos a causa del COVID-19; vale decir que este último dato arroja una tasa aproximada de 95 por 100.000 habitantes la cual es altisima

En forma conexa, la ciudad está frente a una temporada veraniega, en la cual llegarán provenientes de diferentes regiones del país cientos de miles de personas las que necesitaran prestaciones turísticas y servicios los que implican aún más riesgo de contagios y que además podrán recargar aún más a los sistemas de atención sanitaria.

Por otra parte hay datos basados en lo que está pasando en Europa o EUA que muestran que el virus no está bajo control sino todo lo contrario. Además un dato muy reciente resultado del estudio React2 llevado a cabo en Gran Bretaña que incluyó a 365.000 personas, sugiere que los niveles de anticuerpos contra el coronavirus han disminuido en la población desde que comenzaron las pruebas en junio donde un 6% era positivo, y que en septiembre habrían caído a un 4.4%, pudiendo esto explicar las reinfecciones actuales o futuras.

Diferentes medidas han sido implementadas para controlar el COVID-19 sea a nivel global o local, desde cuarentenas totales o parciales hasta la implementación del distanciamiento social, uso del barbijo y lavado de manos entre otras, casi todas con resultados lamentablemente dispares o insuficientes hasta la fecha. Particularmente, las cuarentenas, encierros o “lockdown” han sido muy útiles en un principio, resultan insostenibles en el tiempo por razones que van desde la devastación económica hasta la perdida de la salud mental. Desafortunadamente estas medidas se están nuevamente implementando en Europa con diferentes modalidades y solo para citar un caso, España acaba de declarar el estado de alarma por 6 meses.

También ha habido muchas discusiones científicas en relación a la forma de transmisión y protección contra el virus, debiéndose recordar -a modo de ejemplo- que en un primer momento se consideraban inútiles los barbijos, siendo hoy un pilar en la prevención. Por su parte en un principio las autoridades sanitarias desde la OMS para abajo, negaban la transmisión aérea del virus y solo se acreditaba la llamada “transmisión por gotas” de tamaño superior a 5 – 10 micras de diámetro, las cuales caían rápidamente a menos de 2 metros de la fuente marcando esta medida el límite del riesgo de contagio.

Pero estudios más recientes de dinámica de gases realizados en diferentes partes, demostraron que el virus puede alcanzar mucho más que los 2 metros; habiendo claras demostraciones que las partículas virales pueden suspenderse en el aire facilitadas por condiciones de temperatura y humedad, especialmente en lugares mal ventilados y alcanzar a personas que estén más allá de esa medida de los 2 metros, también que el virus puede ser esparcido a través de equipos de ventilación o aire acondicionado, especialmente si ellos no contemplan los adecuados cambios de aire por hora.

Hechos como estos fueron demostrados por ejemplo en casos ocurridos en un restaurante en Guangzhou (China), en el cual se contagiaron personas que no estaban en contacto cercano con el comensal índice con COVID-19, pero que si estaban en la línea de salida del aire acondicionado.

Volviendo al dilema economía vs salud, es recomendable que el proceso económico se revitalice, pero que sea apoyado por la ciencia para garantizar la seguridad de las personas fundamentalmente en vistas a prevenir nuevos casos y muertes y nuevamente a evitar el agotamiento de los servicios de salud.

Ciertamente, algunas actividades como pueden ser las gastronómicas, gimnasios, teatros u otras deben en parte ser desarrolladas en locales cerrados, en ellos controlar la calidad del aire respirado pasa a ser muy crucial; en otras palabras, sí el aire está “viciado “es mucho más probable qué se pueda generar transmisión de agentes virales entre ellos el COVID-19. Debe aclararse que este concepto no pretende significar el hecho que en ambientes no viciados no puedan ocurrir transmisiones de COVID-19, máxime si no se cumplen con las medidas de distanciamiento y el uso del barbijo y el lavado de manos.

En general en condiciones normales los lugares exteriores mantienen un nivel de CO2 por debajo de las 400 [ppm], por el contrario, un ambiente cerrado que tenga más de 800 [ppm] está indicando que su aire está viciado debido al exceso de personas y/o a la mala ventilación y necesita su renovación; sin embargo, frente a la facilidad con qué este virus pueden contagiar a otras personas particularmente en estos ambientes cerrados, recomendaciones de expertos sugieren que este nivel de seguridad debería bajar a 600 [ppm].

Una manera científicamente aceptada para medir la mala ventilación en lugares cerrados es la medición del dióxido de carbono (CO2); este gas es producto de la respiración de los seres vivos y puede ser medido a través de equipos sencillos portátiles y de bajo costo.

Finalizando el municipio pudiera controlar este nivel por medio de la dirección de inspección general y además estimular a los propietarios de los mencionados locales a que puedan utilizar estos equipos para al menos asegurar que la ventilación de los ambientes es la adecuada.

*Especialista y consultor en enfermedades infecciosas y Ex Secretario de Salud de la ciudad