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Cultura 28 de octubre de 2019

Mercedes Raquel Enrique: poéticas de lo insondable

por Sebastián Jorgi

Son mujeres…y no es un cuento, de Mercedes Raquel Enrique, es un libro de cuentos, pese al título irónico que la autora se ha impuesto. Y nos lo enrostra, entre humoradas, que reflejan un mundo de lo más realista, ese mundo subterráneo, escondido, que suele aflorar en las noticias de los noticieros de la televisión o de los diarios. Muy bien apunta la autora del Prólogo, Adela Inés Alonso, “Las treinta historias aquí relatadas, involucran a mujeres transfiriéndonos vivencias que aun siendo de ficción, de algún modo a todos nos abarcan”.

Concuerdo totalmente. Una literatura confesional, no podría afirmar autobiográfica, aunque todos los narradores estamos marcados por los avatares de la vida. Y el caso de La Mujer Contadora (así he denominado a mis aproximaciones a la narrativa escrita por mujeres argentinas, modestamente, claro)-La explosión de las obras femeninas, feministas en los años 80 del siglo pasado, fue enorme. Y tal vez ha sido un punto de partida que continúa, afortunadamente, para constatarlo en una escritora como Mercedes Raquel Enrique. Hoy, a 40 años de aquellas propuestas.

Nuestra autora entra también en el punto de vista de la masculinidad, las narraciones del hombre, arrepentido de no haber querido a la que realmente amó, casi en secreto. El tema de la frustración por lo que pudo haber sido la felicidad o algo bueno en la vida, recaen en un arrepentimiento, cuando ya es tarde. Historias que engloban los desencuentros, el estar cerca y al mismo tiempo estar lejos, en obstinaciones (“El error fue creer que mi poder era superior a los dioses”).

Mercedes Raquel Enrique sabe tejer aquello que suele ser insondable en el ser humano, la soledad, que puede ser catalizada por un punto, un Aleph borgeano. Pero propio, entrelazando lecturas de Poe, Homero, Quevedo, hasta imaginar las visitas de Borges a Bioy. Otras ironías desliza la narradora, aquello de “que todo pasado mejor” o de pronto nos presenta como si tal cosa, al “infame” desairado por la amante, cansada de promesas, que le dice aquello tan terminante: “Seré tu amiga, nada más”

Culpables que serán a la postre inocentes, como el caso del doctor Montes, que tras una autopsia, descubre que no se trata de un asesinato, sino de un coma diabético, con la duda de una tercera huella digital. O alguna reminiscencia de Poe, cuando alguien ha desaparecido, pero un montículo de tierra podría ser el tema del Motel del Amontillado.

Estoy tratando de traducir, por así decirlo, ese realismo, esa crudeza que despliega la autora de Son mujeres…y no es un cuento, que conforma una suma de instancias existenciales o cotidianas, como el caso de una inocente muchacha usada como mula para transportar drogas. También despliega algunos raccontos de vida, en el que los balances podrían ser conformistas, como el caso de aquel hombre y aquella mujer que se sacrifican por el “deber ser”, quedando el amor fuera del cuadro.

No todo será irreparable para el lector: habrá un príncipe azul, “con más defectos que virtudes”, suceso que se desarrolla cerca de Victoria (Entre Ríos), donde nació nuestra autora. Y qué voy a decir de Nadine, la muchacha que trabaja en el Moulin Rouge de París, beneficiaria de un espectador especial.

Es notable el espectro temático, abarcador de cuestiones existenciales, de relaciones frustradas y desencuentros, que afloran en una catarsis narratio, no ya de personajes, sino de seres humanos, que podemos encontrar a diario, en los noticieros. O que podrían ser el espejo de muchos de nosotros.



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