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Opinión 16 de enero de 2022

Microbiota intestinal: ¿qué debemos saber?

Por Lorena Keller (*)

 

De modo general, la microbiota está constituida por los microorganismos que habitan nuestro cuerpo y conviven con nosotros. La mayor cantidad de éstos, principalmente bacterias, habitan en nuestro intestino, y se denominan “microbiota intestinal”, lo que antes conocíamos como “flora intestinal”.

El colon (intestino grueso) alberga unos 100 billones de bacterias y más de 1.000 especies, que cumplen numerosas funciones beneficiosas para el organismo, entre ellas la metabolización de alimentos que nuestro organismo no puede procesar, la protección contra bacterias patógenas o “malas”, la síntesis de metabolitos esenciales como vitaminas, el mantenimiento de la integridad de la mucosa intestinal y la regulación de la respuesta inmune, incluyendo la tolerancia oral a los alimentos.

La microbiota intestinal está determinada por los genes, el ambiente en que se vive y la alimentación. Si bien los individuos compartimos un tercio de la misma, se sabe que la composición de cada microbiota intestinal es única, y varía en función de distintos factores. Para citar los más importantes: ya desde el nacimiento, el tipo de parto por vía vaginal o por cesárea producen profundos cambios en la microbiota del bebé, siendo el parto vaginal el que da lugar a una microbiota intestinal más saludable en el recién nacido. El tipo de alimentación en la primera infancia (leche materna, fórmulas infantiles e introducción de alimentos sólidos) es muy importante para la conformación de la microbiota. Siempre se pensó que la leche human era estéril, pero desde hace unos diez años se demostró que ésta contiene, además de los nutrientes, vitaminas y anticuerpos para el óptimo desarrollo del bebé, millones de bacterias “buenas” y sustancias solubles que son muy importantes para la conformación de una microbiota intestinal saludable, la cual protegerá al niño de enfermedades como diabetes, obesidad o alergias, no sólo durante la niñez sino a lo largo de toda su vida.

Otros factores que modulan la microbiota son el uso de antibióticos y otros fármacos, como antiácidos y antidiabéticos; los hábitos alimentarios (dietas ricas en carne y grasa animal versus dietas ricas en fibras); nuestro entorno (naturaleza o grandes ciudades); y nuestro estilo de vida (actividad física, horas de sueño, estrés).

En los últimos años, se ha producido en todo el mundo un incremento de distintas patologías, englobadas dentro de las denominadas enfermedades crónicas no transmisibles (NCDs por sus siglas en inglés), entre ellas diabetes, obesidad, síndrome metabólico, intolerancias alimentarias, alergias, enfermedad cardiovascular y cáncer.

Numerosos estudios han determinado que en estas NCDs se observan alteraciones de la microbiota intestinal, conocidas con el término de disbiosis. Curiosamente, la aparición y aumento de estas enfermedades se asocian también a factores de estilo de vida moderno que modifican nuestra microbiota intestinal, y que implican alteraciones en la salud digestiva.

 

Pero… ¿qué entendemos por salud digestiva?

 

Se puede considerar que tenemos una adecuada salud digestiva cuando nuestro sistema digestivo realiza bien el proceso de digestión, hay un correcto tránsito intestinal, sus defensas son adecuadas y existe una microbiota equilibrada.

Por otra parte, existe una estrecha relación entre el cerebro y el intestino, tal es así que a éste último se lo conoce como el “segundo cerebro”. La microbiota intestinal es capaz de producir metabolitos y neurotransmisores que permiten esta comunicación bidireccional. La salud digestiva depende entonces del equilibrio entre nuestro cerebro y nuestra función digestiva, que a su vez está influenciada por la dieta.

 

¿Cómo se encuentra la microbiota intestinal en distintas enfermedades?

 

Existen evidencias científicas de la implicancia de la microbiota intestinal en el desarrollo de ciertas patologías digestivas, entre ellas la enfermedad inflamatoria intestinal, síndrome de intestino irritable y enfermedad celíaca. La microbiota intestinal parece estar implicada también en enfermedades metabólicas, como la enfermedad hepática no alcohólica, así como también en procesos de tipo maligno, como el cáncer colorrectal, el cáncer gástrico y el hepatocarcinoma.

También existen evidencias de alteraciones de la microbiota intestinal en muchas otras enfermedades, como alergias alimentarias, enfermedades autoinmunes e inclusive neurológicas, entre ellas enfermedad de Alzheimer, depresión y autismo, si bien aún son necesarios más estudios de investigación para determinar su implicancia en el desarrollo o la progresión de estas patologías. Algunas enfermedades infecciosas también se relacionan a alteraciones de la microbiota intestinal, inclusive ciertas investigaciones demuestran que las personas que tienen una microbiota intestinal saludable presentan una mejor evolución de la enfermedad por Sars-Cov2 (COVID-19).

 

¿Y de qué manera podemos conocer nuestra microbiota intestinal?

 

Actualmente podemos conocer su composición a través de estudios muy complejos de secuenciación del ADN bacteriano, que se realizan en una pequeña muestra de heces, muy fácil de recolectar en la comodidad de nuestro hogar. A través de ellos, podemos conocer la diversidad, riqueza y balance de la microbiota, es decir qué tipo de bacterias y en qué cantidad están presentes, y conocer los principales tipos bacterianos asociados a la salud y la enfermedad. Esto permite realizar intervenciones a través de la dieta, los hábitos o el uso de probióticos, dirigidas a mejorar la composición de la microbiota y por ende nuestra salud intestinal y nuestro bienestar.

 

¿Cómo podemos cuidar nuestra salud digestiva?

 

  • Comer despacio y masticar adecuadamente.
  • Mantener un horario y no saltearse comidas.
  • Consumir cereales integrales, legumbres, frutas y verduras. Son ricos en fibra, facilitan el tránsito intestinal y protegen a la microbiota intestinal.
  • Disminuir el consumo de azúcares refinados y grasas saturadas.
  • Beber entre 1,5 y 2 litros de agua por día.
  • Cuidar el estilo de vida haciendo ejercicio en forma regular, durmiendo bien y reduciendo el estrés.
  • Evitar consumir antibióticos sin prescripción médica y cuando no es necesario.

 

Probióticos y prebióticos: ¿producen efectos beneficiosos en la salud intestinal?

 

La Organización Mundial de la Salud define a los probióticos como “organismos vivos, que cuando son administrados en cantidades adecuadas, producen beneficios en la salud”, y a los prebióticos como “sustratos que son fermentados en forma selectiva por la microbiota intestinal y confieren beneficios a la salud”.

Los probióticos más conocidos y estudiados son distintas cepas bien caracterizadas de lactobacilos y bifidobacterias, pero es muy importante tener en cuenta que los beneficios de los probióticos son específicos de cepa, y su uso para la prevención o tratamiento de una determinada patología debe estar avalado por al menos un estudio clínico controlado. El o los organismos vivos que contiene un suplemento probiótico deben estar indicados en el producto (por ejemplo Lactobacillus reuteri DSM 17938 indica género, especie y cepa, que es el número final). No solo basta conque un producto diga “contiene bacterias probióticas”, sino que debe indicarse cuáles contiene y en qué cantidad (millones).

Los prebióticos son sustancias, fundamentalmente carbohidratos complejos que son utilizados en forma diferencial por las bacterias “buenas” de nuestro intestino, generando metabolitos y sustancias antiinflamatorias que mejoran la salud intestinal. Los prebióticos se encuentran en la fibra dietaria, proveniente de frutas, vegetales, legumbres y cereales integrales.

Numerosos ensayos clínicos han reportado beneficios en la salud con el uso de probióticos y prebióticos en enfermedades digestivas, metabólicas, genitourinarias, entre otras. En algunas de ellas hay evidencias concluyentes, mientras que en otras son necesarios más estudios para comprender los mecanismos responsables, y así establecer recomendaciones para su utilización.

 

(*) Bioquímica. Responsable del área de Microbioma Humano en Fares Taie Instituto de Análisis