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Cultura 3 de abril de 2017

Moscardi y Gallina: “Queríamos escribir una especie de manual para sobrevivir a la crisis amorosa”

La separación y su reverso, los millones de momentos que vive una persona abandonada, cómo pulsan las nuevas tecnologías en los vínculos de pareja, qué sentido tiene la vida de a dos... "Diccionario de separación", un libro que es también un mapa de las relaciones en el siglo XXI, escrito con humor y con espíritu de juego en plena Era Posamorosa.

por Paola Galano
@paolagalano

“La utopía de la pareja, como la utopía proletaria, no se realizó. Lo triste es que alguna vez miramos todo con la lente de la utopía capitalista: pensamos que el amor es algo que se realiza todo el tiempo. Como en la novela de Andrés Rivera, La revolución es un sueño eterno, nos preguntamos: ‘¿Qué nos faltó para que la utopía venciera a la realidad? ¿Qué derrotó a la utopía?'”, escriben Matías Moscardi y Andrés Gallina en “Diccionario de separación. De amor a zombie”, editado por Eterna Cadencia.

Humor, parodia y profundidad conviven con maravillosa armonía en este libro pensado para un lector o una lectora que esté interesado o interesada en desmenuzar con prolija exactitud todo lo que se genera en ese momento de la vida en que la pareja estalla y sobreviene la crisis, la inevitable crisis.

Pero también hallarán su lugar quienes busquen entender el desamor, el abandono, quienes se sientan abandónicos o quienes intenten comprender el reverso de esos procesos: el amor, el encuentro, la comunicación. “Pensamos que Diccionario de separación es antes que nada un libro de amor”, definen Moscardi y Gallina. El primero es Doctor en Letras, docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata, poeta y autor de novelas, como Mediopelo (2013), Las cosas (2014), Las palabras (2016), y de ensayos. Gallina, por su parte, cursa su doctorado en Historia y Teoría de las Artes en la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeña como docente. También es poeta y dramaturgo.

Ambos eligen contestar la entrevista con LA CAPITAL sin diferenciarse, prefieren que “sea una sola la voz” que hable sobre este libro atravesado por las citas y las referencias cultas y populares y cuyos textos están ordenados de la A a la Z, como buen diccionario tradicional.

“El libro surge de un momento lúdico: queríamos escribir una especie de manual para sobrevivir a la crisis amorosa, como esos manuales que sirven para sobrevivir en una isla desierta -explican-. Era un libro paródico de los libros de autoayuda. Después de muchos años se transformó en un diccionario por varias razones: por un lado, el formato habilitaba mejor la escritura a cuatro manos; al mismo tiempo, nos parecía que era más maleable para el lector, un lector que entra y sale, que abandona el libro y que vuelve, que lee salteado; finalmente, el género nos parecía que se adecuaba a la herida de amor: el diccionario está hecho para ser consultados con ansiedad, con apuro, incluso con desesperación. En este sentido, que el formato textual calma un poco la urgencia: el lector, como si fuera una petaca de whisky, puede darle (al libro) tragos cortos”.

La Era Posamorosa

Ya desde la primera línea, Gallina y Moscardi sitúan los conceptos del libro en lo que llaman la “Era Posamorosa”, una suerte de territorio al que es arrojada la persona que vive una separación, aunque los autores sacan ese concepto de la esfera de la pareja y van más allá.

“Al principio llamábamos Era Posamorosa a la reconfiguración de la temporalidad en el caso del protagonista del libro: el sujeto posamoroso. El ‘post’ como una prolongación del amor, como un sedimento acumulado, como algo que insiste después de una ruptura. Al final de la escritura, empezamos a notar que vivimos ahora mismo en algo muy parecido a una Era Posamorosa en los términos en que aparece esta idea en el libro. Sin ir más lejos, la victoria del Trump, el ascenso del macrismo, todos esos fueron fenómenos experimentados en forma de duelo, de melancolía, de pérdida. Nos parece que, en este sentido, la Era Posamorosa puede leerse más ampliamente. No sólo en relación al vínculo de pareja sino en vistas de una coyuntura política de época”, explicaron.

– Plantear a la separación como tema es abordar, a contraluz, a contrapelo, cómo son los vínculos amorosos en el presente. Hablan del amor desde su fin, desde lo que terminó. ¿Era ese también el objetivo?

– Sí, pensamos que Diccionario de separación es antes que nada un libro de amor. Sobre todo porque el lugar común, la convención del discurso amoroso es lo que le ofrece al libro su tono y su voz: la exageración, la desmesura, el exceso.

También hay un acento solemne que es herencia tonal del discurso amoroso. Por eso, en contra de lo que suele ser el registro neutral de un diccionario, este diccionario está desbocado.

La voz del sujeto posamoroso, que narra desde una primera persona del plural, es también una voz atravesada por cómo la industria cultural se monta sobre el amor; entonces, en el libro entra todo: cualquier canción, cualquier película, cualquier libro, como si el narrador no pudiera distinguir entre los diferentes combustibles porque necesita de cualquiera para seguir funcionando.

El libro también encuentra, en otras zonas, un tono más pequeño, más recogido, más mínimo. Pero incluso ahí sigue siendo excesivo, porque el amor calibra algo de ese pulso.

– ¿Cómo describen las relaciones amorosas hoy?

– Con respecto a cómo definir las relaciones amorosas hoy, en el libro circula mucho la idea de un sujeto que está siendo ventrilocuado todo el tiempo por los aparatos, cómo si los dispositivos tecnológicos hablaran por él. Una entrada del libro, Celular, narra esto: “Los celulares representan un imperativo comunicacional. Todo celular dice: conectate, hablá, comunicate, seguro tenés algo para decirle a alguien”.

– Diccionario de separación puede entenderse como un texto híbrido: conviven citas de autores y críticos consagrados, con otras de Ricky Martin y David Bisbal, Spielberg, Kafka, referencias a Karate Kid, por mencionar solo algunos. Aparece lo culto y lo popular. ¿Cómo lograron escribir un texto equilibrado, que divierta y no confunda al lector?

– Al principio no fue algo premeditado. Escribíamos a partir de todo lo que nos gusta y desde todo aquello que nos parecía que ponía en movimiento a la máquina. No nos preocupamos si esa leña era David Bisbal o Borges, Hegel o Shakira.

Nos daba lo mismo porque lo importante era poder pensar, a partir de cualquier disparador, problemas, representaciones, lugares comunes, ideologías y sensibilidades relacionadas con la separación.

También, de pronto, ubicados en una misma línea, sin jerarquizar nada, sin establecer distinciones, todos estos autores parecen estar hablando juntos, armando una especie de diálogo imaginario que tiene algo festivo, un poco promiscuo también. En el libro conviven Messi y Derrida.

Es un poco una tribuna desde la cual hablan todos y, a la vez, el narrador está siendo hablado por todos a la vez.

– ¿Quién es el lector de este libro, el que tararea a Ricky Martín o el que entiende a Deleuze, a Nietzsche y conoce a Dylan Thomas?

– Nosotros quisimos que el libro contemple un lector amplio. Por eso también apostamos a la heterogeneidad. No nos interesaba plantarnos desde la crítica literaria, o desde un abordaje solemne del tema.

Lo que siempre tuvimos en la mira fue el modo de escribir el libro, el tono que tiene cada entrada, el registro y el estilo: queríamos que el libro tuviera profundidad de análisis pero al mismo tiempo la palabra fluyera como si fuera una novela, que todos los materiales estuvieran amalgamados por el devenir de las frases y por una lógica narrativa, incluso.

Creemos que eso (y no tanto la presencia de Alejandro Sanz o Lacan) es lo que permite modelar un lector más abarcativo.

– ¿En qué medida este libro es un ensayo presentado bajo la forma de microrrelatos ordenados alfabéticamente y cuya lectura admite saltar de texto en texto según el interés del lector? El ensayo intenta probar la fugacidad del amor y la imposibilidad de la pareja como proyecto contínuo.

– Como decíamos recién, están las dos cosas. Convive el ensayo y la narrativa, de una forma un poco extraña. Porque el abordaje siempre -o casi siempre- es analítico, crítico, pero a la vez siempre intercalamos una escena que lo enmarca, que permite proyectar una identificación o imaginar algún personaje.

Con respecto a la tesis o a lo que el libro intenta probar, es un diccionario extraño –o un antidiccionario– en tanto esquiva todo el tiempo la definición como procedimiento porque no aborda ninguna cuestión desde las disciplinas legitimadas para hacerlo. A nosotros nos interesaba pensar estos temas desde el cine, desde la literatura, la música, el teatro y la poesía. Y estos dispositivos no definen nada sino que, al revés, problematizan las definiciones consensuadas.

– Recorrer desde la narración películas de zombies y canciones del más puro cancionero romántico latino bien podría erizar los pelos de cualquier crítico literario. ¿Le temen al juicio de la academia? ¿Temen el supuesto desprestigio que traería meterse con estas referencias?

– No, para nada. No pensamos en eso, ni intentamos erizar los pelos de nadie. Solo armar una cartografía afectiva, un mapa lleno de elementos que a nosotros nos permitían acercanos al discurso amoroso y dialogar con otros discursos amorosos, como los que circulan en un libro de Roland Barthes y en una canción de Ricky Martin. Todos los autores que aparecen en el Diccionario parecen cortados por la misma herida amorosa.

– ¿Cómo fue el trabajo de escritura conjunta? ¿Cómo fue la división del trabajo?

– No hubo división. Cada uno trabajaba con lo que quería. Lo único que había que procurar es que el sonido fuera el mismo, estar afinados, como si fuera una banda.

– El libro está escrito desde la posición de la persona que fue dejada, del que fue abandonado por su pareja, no desde el que deja. Digamos que está escrito desde el débil, el que sufre. ¿Es correcta está apreciación?

– No necesariamente. Eso no está explicitado. De hecho, en la entrada “Dejar (o ser dejado)” decimos algo por el estilo: que finalmente unos y otros se encuentran ante los mismos interrogantes y problemas como personajes de la misma novela posamorosa. Entonces, algunas entradas parecerían encuadrar más en un punto de vista y otras en otros. Nos gusta pensar que están los dos dialogando y fluctuando de manera constante.

– La figura de “ex” despeja la cuestión de género: hombres o mujeres pueden estar involucrados en esa denominación. Es la figura ideal en tiempos de matrimonio igualitario o de parejas del mismo sexo. En otras palabras, ¿hablar de “ex” los libera de la atadura de la heterosexualidad?

– En el libro intentamos que el punto de visa fluctúe todo el tiempo para que emerja algo de lo común, de lo compartido en términos de afección y sensibilidad. Ese otro personaje que circula por el libro, el ex, es justamente ese indeterminado. Esos posicionamientos fueron casilleros vacíos que dejamos en el libro para que los complete el lector.

– ¿En qué medida este libro fue inspirado por Diccionario del Argentino Exquisito, de Bioy Casares?

– No leímos ese libro. Sí aparecen otras referencias: Fragmentos de un discurso amoroso, de Barthes; el Diccionario del diablo, de Ambrose Bierce, el Exonario, de Jorge Mux, el Diccionario de lugares comunes de Flaubert, el diccionario Mestizajes. De Arcimboldo a Zombi, de Laplantine y Nouss, donde resuena el subtítulo del nuestro: De Amor a Zombie.



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