CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Arte y Espectáculos 16 de noviembre de 2018

Natural Arpajou: “No separo mucho el cine de la vida”

La cineasta presentó "Yo niña". Llevó a la pantalla aspectos de su propia vida como hija de hippies. Habla de su trabajo en la Villa 21 de Buenos Aires y de lo que viene.

"Uno no puede estar pensando que va a cambiar al otro, pero cuando sucede es maravilloso", dijo Natural Arpajou.

Es una marplatense de casualidad, que vivió en el barrio Las Dalias y que está acostumbrada a no tener una residencia fija. “Nací acá pero viví en diez ciudades distintas o más y en tres o cuatro países antes de los ocho años, a esa edad mis viejos se fueron a vivir a El Bolsón. Nunca vivíamos más de un año en un lugar”, contó Natural Arpajou, una hija de hippies y bohemios que a los dieciséis se fue sola a probar suerte a Buenos Aires. “No me llamo Natural, me llamo Aurora y fue raro, es medio confuso, en la escuela me decían Aurora”, contó la cineasta, quien decidió firmar su primer corto como Natural, tal como la llamaban sus padres y desobedeciendo el DNI.

Ahora cineasta y docente de cine en la Enerc, en la Villa 21 de Buenos Aires y en Paraguay, Natural regresó a Mar del Plata para presentar su primera película, “Yo niña”, un largometraje que forma parte del competencia argentina en este Festival de Cine.

Película personal, con una gran carga autobiográfica, relata la infancia de Armonía (Huenu Paz Paredes), una nena de ocho años que vive en parajes patagónicos, en el seno de una familia formada por padres hippies que buscan vivir bajo sus propias reglas, alejados del capitalismo y de “la mierda que hay en la ciudad”. El experimento familiar no sale como esperan, a pesar de las buenas intenciones de Julia (Andrea Carballo) y Pablo (Esteban Lamothe).

Arpajou conoce al dedillo este Festival de Cine. Ganó cinco veces un Premio Astor, siempre por cortometrajes, un género que no considera menor. “A mí me gusta filmar: hay historias que necesitan quince minutos”, contó ayer, mientras los nervios la hacían mover las manos más de lo habitual.

– ¿En qué momento te diste cuenta de que tu vida podía ser una película o toda vida puede ser una película?

– No, toda vida no es para hacer una película. Pero yo tengo para hacer ochocientas. Viví en comunidades hippies en medio de un cerro, eso era la nada misma. Me quemé y estaba a cinco horas de un pueblo, por eso me tiraron a un arroyo de hielo y se me cayó la piel. Yo pienso en cada momento de mi vida… me vine sola a los dieciséis a Buenos Aires. Creo que podría hacer veinte mil películas.

– “Yo niña” desarrolla una mirada crítica sobre el mundo adulto que quiere vivir de otro modo.

– Sí, yo creo que en el caso de estos padres aventuran a sus hijos a ciertas cosas y los nenes están ahí. El otro día me pasó algo reloco con una chica de mi edad, hija de bohemios. Alguien reposteó en Facebook (sobre “Yo niña”) y una chica que yo conocía de la infancia dijo “Ay, yo tengo miedo de ver esa película, no estoy preparada”. Porque se dice qué copado ser hijos de hippies, qué copado ser hijos de militantes y si tu papá desapareció tu vida queda rota. Y uno es un niño y a veces querés otras cosas. Sobre todo porque en el caso de los padres de la película no están preparados. Y no es que esa vida esté mal. Me llama la atención que muchos (espectadores) juzguen a los padres de la película porque se van a vivir a un lugar sin agua y sin luz. Eso es lo que más me gusta. Yo sé hacer el fuego, me puedo hacer una casita de barro, o hacer cosas con maderas, sé juntar frutas, se reconocer los hongos silvestres. Eso me parece hermoso de esa vida. Pero no creo que esa niña lo haya disfrutado. Y eso tiene sus frutos en mí, en mi mirando esta película.

– ¿Cuál es tu trabajo en la Villa 21?

– Trabajo hace cinco años en un lugar que se llama la Casa de la Cultura, es una cosa muy rara: una manzana con un cine adentro, con un estudio de danzas. Doy clases de cine, pero también doy clases en la Enerc y en Paraguay y clases por mi cuenta, y en la villa doy las mismas clases con la misma exigencia que afuera. Me dicen “qué lindo lo que hacés con los pibes”. Y los pibes son los mismos que en todos lados. Después de un tiempo, se formó un grupo muy lindo y la única que nos quedaba era asociarnos y hacer algo. Con uno de los chicos escribimos un largo y va a actuar un chico que se llama Esteban El As, un pibe de Fuerte Apache que es trapero, hace trap, pero es megafamoso en la villa. Estamos laburando juntos, nos juntamos a ensayar. Yo no soy villera pero con él tenemos un link, por tener heridas, ciertas fragilidades y ciertos abandonos comunes. Si todo sale bien, la mitad de mi equipo serán ex alumnos que formé (en la villa) y gente de la industria. Los actores van a ser todos de la villa.

– ¿Es un proyecto social, es un proyecto artístico o las dos cosas?

– No separo mucho el cine de la vida. Soy amiga de mis alumnos, mis alumnos vienen a mi casa, somos amigos, todo el día es una militancia, todo el día es una acción social. La película que viene se llama Libre y habla mucho del sistema capitalista y de que el sistema capitalista te hace daño. Me interesa porque me duele, porque me hace daño y a algunos de los chicos también. Eso es trabajo social y eso es arte y está todo mezclado. No puedo vivir en el mundo que vivimos, me hace mucho daño.

– ¿Hacés cine para llevar conciencia de eso?

– No, no pienso en llevar conciencia, es posterior el análisis. Aunque esta película que se viene, Libre, sí, porque nació del enojo de muchas cosas, de ver que el mundo está tan roto. Yo soy un poco una niña hippie que también estuve outsider de todo. No sé si quiero crear conciencia, si uno lo refleja y el otro lo entiende y lo asimila y le gusta, es el arte. No sé si tengo un mensaje. Tengo una idea y me gusta compartirla.

– ¿Y el cine podrá cambiar algo?

– A mí me cambia, como espectadora me cambiaba y creo que eso fue lo que me llevó a tratar de hacerlo. Si algo me emociona porque habla de la vida, de la sociedad, de la muerte o de lo que sea eso me cambia, si me llega te cambia la vida. Uno no puede estar pensando que va a cambiar al otro, pero cuando sucede es maravilloso.