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Deportes 15 de junio de 2018

Nuestra economía en Moscú, del rojo al verde

Como nos suben los precios en el Supermercado de Skhodnya. El metro, de Park Kultury a Luzhniki. La organización de un grupo de periodistas en la cobertura del Mundial de Rusia. No todo es un atril y gritos en la tele.

vista del río Moskva desde el parque Zaradie en Moscova. Foto: EFE | EPA | Zurab Kurtsidkize.

por Vito Amalfitano
@vitomundial

MOSCU, Rusia.- Un viaje de periodistas a un Mundial no solo es ver partidos y comentarlos. Mucho menos siquiera ir y discutir y gritar detrás de un atril. No todo es lo que se ve en la tele. Más bien eso es una reducida mirada de una Copa del Mundo, desde el punto de vista de los aficionados en general y de los periodistas en particular…

Un grupo de cinco cronistas en una Copa del Mundo, como nosotros, los del equipo CCCP Mundial, colegas de diferentes medios que nos juntamos para el viaje, no solo se encarga del bello oficio de narrar, de escribir, o de contarlo por la radio. También tiene que organizar una verdadera ingeniería de 40 días de transporte, logística, economía familiar, reparto de tareas.

Así, de la misma manera, hay distintos grupos de periodistas de Argentina y todo el mundo que, en este caso, alquilaron casas en distintos lugares de Moscú y el Gran Moscú. Incluso algunos que trabajan en los medios de más presencia y poderío económico. No todo lo que reluce, el colega que viene por la tele con todo resuelto,- técnicos, logística, hotel, comida-, es el común dominante. Por el contrario, son los menos.

En nuestro caso, cinco periodistas alquilamos una casa en Skhodnya, en el noroeste de Moscú, en el Gran Moscú se podría decir, en el anillo circundante a la capital rusa. Alejado sí, pero un bello y plácido paraje residencial. Y una casa amplia, cómoda, que es el hogar de Ludmila y Alex, quienes nos la arrendaron por este mes y monedas y se pasaron a, digamos, “la casa de servicio”, o una especie de galpón transformado en un loft para la circunstancia.

Pero no fue un alquiler simple y frío. Nos recibieron como verdaderos anfitriones, como ya les contamos, con una típica cena rusa, como si fuéramos directamente huéspedes, con una amena charla que tradujo el yerno de Alex, Daniel, colombiano, lo que nos facilitó mucho el contacto y la comunicación previa para llegar a un lugar adecuado.

Pero el tema es que luego de la llegada hay que empezar a organizarse. Nos repartimos tareas. Uno de lo nosotros es el encargado de toda la logística, quien estudia el transporte, como trasladarnos a cada lugar, y las cuestiones de reserva de los tickets de FIFA para los partidos y demás. Hay quienes nos encargamos de la información, de estar conectados con emisarios de la Selección Argentina, por ejemplo. O de la propia FIFA. Pero también hay cuestiones más domésticas, como por ejemplo que ya a un par, uno por noche, nos tocó lavar los platos, y que el Nene Panno hizo unos fideos con salsa riquísimos y en tiempo récord a la vuelta del partido inaugural, a la una de la madrugada.

Es que como la distancia es grande, hacia La Plaza Roja o el estadio Luzhniky, tenemos que tomar un micro de línea y luego por lo menos tres tramos de subte, que de todos modos funciona a la perfección, como transporte público, y además es gratuito para los periodistas acreditados por FIFA al Mundial. Y cada tren pasa religiosamente cada 40 segundos. Con verdaderas mareas humanas en el traslado.

En tren de organizarse y en ese reparto de tareas, uno de nosotros es el “ministro de Hacienda”, y le dan los números, no como al de de Argentina o al doble fracasado ex titular del Banco Central. El nuestro, en Moscú, se maneja con una libreta de almacenero, como la de Néstor, sin demasiadas vueltas. Y él sí hace bien las cuentas.

Aunque se encuentra con algunos problemas externos, ajenos a nuestra voluntad… Justamente por culpa de los herederos de las “De la Rúa y 90s. boys”.

Es que una cuestión álgida, aunque no lo crean, crucial para la cobertura del Mundial, es EL SUPERMERCADO. Quien va, qué se necesita, qué compramos. El Súper más cercano, bastante bien provisto, está a unos 600 metros, que no son exactamente “cuadras”, pero 500 de ellos hay que recorrerlos, a la vuelta a la casa, en una subida muy pronunciada. Es decir, cuesta escalar cargado con las bolsas, y no tiene sentido tomar un taxi para un traslado tan corto.

Y la mayor dificultad es que lo que también escala son los precios. En los tres días que fuimos al Súper nos encontramos con valores distintos, cada vez más altos para nuestra economía “familiar” mundialista. Y no precisamente porque los rusos remarquen. Sino porque a cada minuto aumenta el precio del dólar en Argentina.

Y, por lo tanto, nuestros precios aquí, como los de ustedes allá. Dónde la moneda norteamericana subió dos pesos con cincuenta en dos días. Y pasó de 15, cuando armamos el plan de viaje, a 28,50 al momento de escribir esto.

Una pendiente mucho más dura que que la que tenemos que escalar para llegar a la casa. Y más rápida que los subtes rusos. Y por supuesto que aun más acuciante para los que menos tienen en nuestro país. Nosotros describimos únicamente lo que nos pasa aquí, y claro que entendemos que las consecuencias en Argentina son mucho más graves que las que afronta nuestra momentánea economía familiar rusa.

Al Nene Panno, el Negro Cardozo y a Defer les falta el aire en la subida. Con Adrián nos queda un poco más de juego. Las bolsas están pesadas. Y la subida del verde nos deja más carga aun.

En otra escalera, la del subte a Park Kultury, nos sorprende a lo lejos ver a una chica con el pañuelo verde que simboliza la lucha en favor de la despenalización del aborto. Afortunadamente, hay otro verde que paralelamente sube en Argentina. La ola que no se detiene ni se detendrá. Más allá de los vaivenes de una votación y de las convicciones religiosas de cada uno . No es metafísica. Es la salud de nuestras mujeres.



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