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Opinión 8 de junio de 2020

Pandemia, crisis y… ¿ventana de oportunidad?

Por Camila Alfageme
Globalización y paradojas de la época

Se cree que el primer caso de COVID-19 fue contraído a mediados de noviembre de 2019, sin embargo, las autoridades de China informaron recién el 3 de enero sobre los primeros 44 casos de una “neumonía de etiología desconocida”. El 3 de marzo, dos meses después, se identificó el primer caso de coronavirus en Argentina, portado por un hombre que prevenía, no del país de origen del virus, sino de Italia.

Aquí hay algo novedoso de esta pandemia en relación a otras de la historia, y lo trae la era de la conectividad. La globalización y el flujo constante de personas en todo el mundo logró que el virus se desparrame por los cinco continentes en sólo unos días, algo que también es novedoso pero esperable de la aldea global en la que vivimos.

Ahora bien, la conectividad logró, también, que todos sintamos miedo simultáneamente en todo el planeta. Más bien, que todos pasemos por las mismas actitudes y los mismos comportamientos, de nuevo, en simultáneo y en todo el mundo.

En cuestión de días, la globalización se hizo explícita a los ojos de todos los ciudadanos/as de esta aldea, y las imágenes pasaron de ser simbólicamente muy impactantes, a ser parte de nuestra vida cotidiana. De pronto nos acostumbramos a todo lo que, hasta entonces, nos había parecido propio del campo de lo artístico y literario, no de lo académico y periodístico. El impacto de estas imágenes generó reacciones que rápidamente se contagiaron.

Quienes fuimos víctimas y partícipes necesarios de esta infodemia vía medios de comunicación y redes sociales, pasamos por emociones, ideas y actitudes frente al tema, que se pandemizaron junto con el virus. Quedó a la vista la fragilidad de nuestras estructuras sociales, que rápidamente adaptaron sus reglas de sociabilidad para ponerlas al servicio de la prevención del COVID-19. Así, también, quedó expuesta la paradoja más impactante, en la cual, a pesar de todos los avances tecnológicos de la era digital, la única respuesta eficaz a una pandemia, al menos en términos sanitarios, es el aislamiento.

Crisis en la desigualdad

Ahora bien, esta pandemización del miedo y de las fake news, fue acompañada de un riesgo de contagio del virus muy desigual. Las condiciones de desigualdad de ingresos, de inserción en el mercado de trabajo y de hábitat, nos exponen de modo desigual no sólo al contagio, sino a la crisis: nos atraviesan en términos de clases. Según datos del Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Informe ODSA-UCA del 04/05/2020), a finales de 2019, 6 de cada 10 personas económicamente activas no tenían un empleo de calidad, es decir: desarrollaban trabajos sin aportes a la seguridad social o estaban desocupadas. Esta proporción trepaba al 88,2% para el estrato social de trabajadores marginales. Asimismo, en 2019, 1 de cada 3 trabajadores no aportaba a la seguridad social y tenía bajos ingresos, eran beneficiarios de programas de empleo, desocupados no calificados o desalentados no calificados. Es decir, en nuestro país, grandes proporciones de trabajadores obtienen los ingresos básicos para subsistir por medio del Estado y de empleos inestables, sin obra social ni aportes jubilatorios, mal remunerados y con alto riesgo de despido.

Esta situación, contradice la idea de que el virus no identifica clases sociales y ataca a todos por igual. Pero, ¿están a salvo en casa? Según el ODSA, el 14,4% de los hogares de estrato marginal en 2019 se encontraban hacinados, es decir, residían 3 o más personas por cuarto habitable. Además, dentro de los hogares del sector marginal, el 30,3% habitaba en viviendas precarias, el 17% no tenía conexión de agua corriente, el 19,7% no poseía baño o tenía baño sin retrete con descarga de agua y el 42% residía en viviendas sin conexión a red cloacal.

Para millones de personas en nuestro país, y cientos de miles en nuestra ciudad, cuidarse del virus es un dilema en el que la otra opción es directamente no tener para comer. En Mar del Plata, integrantes de los Comités Barriales de Emergencia aseguraron, en conferencia de prensa el pasado 6 de mayo, asistir a 300 comedores y merenderos, que aumentan la demanda un 20% semana a semana: estiman que serían 300.000 los marplatenses que requieren ayuda alimentaria, es decir, 1 de cada 3 residentes en la ciudad costera. Frente a este escenario, las posibilidades de sobrellevar este enorme crisis sanitaria, social y económica se reducen significativamente para los sectores más vulnerables. Sin dudas, no impacta a todos los sectores por igual, sino que profundiza desigualdades preexistentes.

¿Se abre una oportunidad?

En nuestro país, el Estado nacional ha tomado las riendas del asunto, estableciéndose como poder regulador de las reglas del juego en distintas esferas de lo social, lo político y lo propiamente estatal en sus distintos niveles, y lo económico. Dentro de los social, a partir de políticas públicas concretas, interviene en los principales campos de la sociedad: en la salud, con un aumento de recursos e infraestructura en tiempo récord; en la educación, con el no-inicio de clases en todos los niveles y generando contenidos educativos en medios de comunicación y plataformas virtuales (ejemplo que han seguido otros países en el mundo); y en lo familiar/social, estableciendo límites a lo vincular y regulando todas las actividades sociales con la implementación del aislamiento social preventivo y obligatorio.

En la esfera política, un aspecto a destacar del gobierno argentino, en relación a lo observado en la gran mayoría de los países, es la construcción de un gran consenso con el arco político opositor que gobiernes en otros niveles. El partido gobernante, pero fundamentalmente el presidente, logró consolidar un rumbo político para afrontar la situación de crisis de manera consensuada en términos generales con los partidos políticos mayoritarios de la Argentina.

Es de destacar, por su importancia en la gobernabilidad e institucionalidad, el trabajo en conjunto con todos los gobernadores argentinos, sin distinción partidaria. Así también, es de vital importancia el lugar protagonista otorgado a los científicos en la toma de decisiones de Estado. No sólo epidemiólogos y médicos, sino también psicólogos y científicos sociales de las distintas disciplinas han sido convocados por el gobierno para dar una respuesta conjunta a una situación inédita.

Con respecto a lo económico, una batería de medidas tomadas por medio de Decretos de Necesidad y Urgencia, muestran el rol fuertemente interventor que asumió el Estado Nacional en el mercado. La característica de una medida de emergencia es ser de excepción, es decir, temporal. Sin embargo, la crisis económica se sigue profundizando. El virus parece estar bajo control en los países donde mayores pérdidas humanas causó, generando esperanzas en quienes recién estamos comenzando a atravesar el pico de la curva. Pero en términos económicos, las pérdidas son deslumbrantes en todo el mundo, y algunos economistas ya hablan de la mayor crisis económica de la historia.

El escenario es desalentador, aquí y en el mundo entero. La respuesta que como país daremos a esta crisis ya se está planteando: ¿será esta una ventana de oportunidad para atacar la desigualdad de raíz? Nos preguntamos si algunas de las medidas de emergencia podrían haber llegado para quedarse y sentar las bases de un nuevo sistema de distribución del producto social de nuestro país. El llamado “impuesto a las grandes fortunas”, que, en caso de aprobarse, sería por una única vez, ¿podría instalarse de manera permanente y comenzar a modificar un sistema impositivo sumamente regresivo, en donde más pagan quienes menos tienen? El IFE, que hoy alcanza aproximadamente a 9 millones de argentinos, ¿podría extenderse y constituirse como un ingreso universal que acabe para siempre con el hambre?

Hoy día, existe amplio consenso en que la desigualdad es uno de los mayores impedimentos para el desarrollo de los países: se presenta ante nosotros la oportunidad de emprender un camino distinto. La recesión ya es un hecho y el mundo está dando señales claras de que las respuestas serán nacionales y arbitradas por los Estados. Se presenta la oportunidad de reconstruir los cimientos de una Nación que supo ser productiva y no especulativa, de volver a pensar la Argentina como una tierra de crecimiento y de posibilidades para todos. Ya sabemos lo que sucede en nuestro país si la respuesta a una crisis económica se la dejamos al mercado, y sabemos también lo difícil que es para el Estado reconstruir. Esta vez, puede que sea definitiva: quizás se trate de salir mejores o no salir.