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Cultura 16 de enero de 2017

Para matar la poesía: El mostrador

Por Odda Schumman

paramatarlapoesia.com

Seis de la mañana y levanto la persiana. Hoy me quedé dormido. Soñé con cuatro o cinco de ayer. Pachita debe estar por llegar en cualquier momento. Ya dejé listo el queso cuartirolo, el pote de crema, las porteñitas y la caja de caldos. Me la tengo que sacar de encima lo más rápido posible. Es densa, y me triplica en edad. Yo quiero ver gente de 20 como máximo. Pero hay que ser discretos.

La cámara tiene ojo de pez y lo ve todo. ¡Como si yo fuera tarado! Me pasó estando del otro lado… ponen chicos rubiecitos, de ojos claros y obsesionados con el gimnasio para atender a las mujeres del barrio, ¡si supieran! Así es acá, solo compran mujeres. Los hombres jamás cruzan esa puerta. Las ventas nunca bajan, y las interesadas pueden dividir la compra en hasta cuatro viajes si son muy obstinadas (llegó Panchita, aguarda de pie).

De esas conté cuatro de entre 18 y 27 años aproximadamente. Van y vienen comprando productos sueltos. A veces compran una segunda unidad de lo mismo que llevaron o preguntan por látex interior o dvd para grabar, cosas que jamás se encontrarían en un almacén. Pero así de absurdo es. Y yo me visto para la ocasión.

Simulo algo casual, pero tengo mi remerita presionando los bíceps y mi espejo personal. Estoy tan empecinado en perderme en estas historias que hasta olvido, cuando ya se fueron, si les cobré o no… Llegó Mari, esa sí que está desesperada, me da un poco de miedo. El resto hacen el 99% y me dejan el 1% restante, el final, el que define. Así son el 99%, pero Mari avanza el 110% y me incomoda. Debe ser un show verme en la cámara.

La dueña lo sabe, sino no me hubiera contratado. Ella es como Panchita, una señora intimidante que nunca se sabe qué es lo que quiere exactamente (Panchita no mueve un pelo, todavía no llego a ella). Cuando se juntan así las despacho rápido, no me gusta juntar el ganado. Ellas lo saben. Cuando cruzan esa puerta miran detenidamente y, llegado el momento, vuelven a entrar con intenciones más fuertes. La ilusión de llevarse el premio a casa debe ser enorme.

Las he visto discutir en la otra cuadra del local cuando salgo a fumar; supongo que será por este tema. A mí no me gusta hablar demasiado porque esa cámara ojo de pez es tan moderna que quizá tenga micrófono… igual me gusta el juego, la conquista, todo eso las hace crecer a ellas en seguridad. Supongo que espero que atraviesen ese 1% restante, como Mari. Y entonces ahí quizá vayamos a la puerta y les explique que no me gustan las mujeres. Si… voy a empezar con Panchita, que ya debe tener dolor de rodilla de estar parada ahí.



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