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Cultura 11 de diciembre de 2022

Pedro Saborido: “La meritocracia es una falopa engañosa”

"Una historia de la vida en el capitalismo" ya se encuentra disponible en librerías. Un libro para leer mientras "la máquina sigue" andando. El peronismo, el capitalismo, la meritocracia, la función del humor, el deseo de mejorar como sociedad y como personas son algunos de los temas que el autor reflexiona con LA CAPITAL.

Por Dante Galdona

Una señora tira pastillas de clonazepam en el banco de una plaza y la gente se acerca a picotear como palomas. Dos remeras del “Che” discuten sobre si son una mercancía o no. Una lista de espera para cenar, otra para preguntar cuánto falta y otra para irse. Un tipo hace meter en cana a San Cayetano porque no le consiguió el laburo que quería. Un tipo en conflicto sindical consigo mismo porque decidió ser su propio jefe sin saber que también sería su propio empleado. Y más historias, muchas más, en el libro “Una historia de la vida en el capitalismo” (Planeta). Todas tienen la misma consigna: son situaciones de la vida real que en un momento se “van al carajo”. Y tan al carajo se van que no queda otra que cuando se pasa la risa, ese condimento mágico de la vida, se empieza a pensar en el más acá del texto, en este capitalismo que “ejercemos con nuestro comportamiento, que repetimos, que replicamos”.

Ese tipo desopilante, de voz fuerte y gruesa, ingenioso y ocurrente, se hace algunas preguntas sobre el capitalismo, desde su cosmovisión del mundo con ojos de peronista, hippie, cristiano. Escribió un libro que, mientras nos hace reír, nos interpela sobre nuestro papel en un sistema que necesitamos suavizar para que no se nos desbande, hacia adentro y hacia afuera de nosotros. Pedro Saborido, desfachatado y terrenal, creador de un humor imprevisible, un tipo que quiere una sociedad más justa y describe su visión del mundo para que cada uno “vea qué hace con eso”, habló con LA CAPITAL.

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-A diferencia de los anteriores, ¿”Una historia de la vida en el capitalismo” es un libro distópico?

-Me está pasando que la gente me dice que se ríe mucho porque parecen sketchs de Capusotto, del programa, quizá porque, mientras en los otros estamos hablando de objetos que para el lector pueden ser entrañables más allá de las críticas, de las observaciones que hay en “Una historia del peronismo” o en “Un historia del conurbano”, incluso en el de fútbol, acá estamos hablando de algo que no es querible, es fatal, es el capitalismo. “Peter Capusotto y sus videos” es más oscuro, pero el libro no pretende ser oscuro, algo que tenía claro que no quería era ser oscuro. No quería mostrar una forma de vida como una angustia, un “mirá lo que somos”, sino simplemente cómo vivimos en función del capitalismo y ahí cada uno se verá como se ve, pero tiene algo de exagerar las situaciones para poder verlas. En eso sí el libro es más capusotiano, más psicodélico, siempre arranca con una situación normal y después se va al carajo.

-¿Hay salida de estas situaciones psicodélicas? ¿Hacia dónde?

-Buscar que no nos olvidemos que la naturaleza del propio capitalismo puede ser la naturaleza del propio ser humano, el individualismo, la supervivencia, la eliminación del otro. Lo que buscamos es suavizar esta función de supervivencia y ver si lo podemos hacer en comunidad, aflojar un poco, que la pasemos bien todos, que eso a veces es algo que nos tenemos que imponer porque no sé si es lo natural, lo natural puede ser el miedo, que quieras sobrevivir y te cagues en los demás.

-¿Ahí es donde entraría el peronismo?

-El peronismo o cualquier cosa que se suponga que piensa en todos, más allá de cierta meritocracia que a veces puede lindar con un darwinismo salvaje, hay que tener cuidado con eso. Yo conozco un montón de gente que se esfuerza y no le va bien económicamente y conozco un montón de gente a veces tonta y a veces vaga que tuvo un poco de suerte e hizo plata, o sea que no es tan perfecta la meritocracia. ¿Vos no conocés gente que se rompe el ojete e igual le sale mal hacer plata?

-Millones.

-¿Viste? No es automático, en todo caso es el mérito de hacer plata, será un mérito y será una inteligencia para hacer plata, no hay duda, por eso hay mucha gente que uno la ve y dice “¿cómo puede ser que este infeliz, este bobo, tenga plata?”, porque tienen inteligencia para hacer plata. Hay un montón de inteligencias, una es para hacer plata, que es la que sirve para el capitalismo. Hay un montón de gente que se esfuerza, es muy inteligente y hace muchos méritos en su vida y no le sale bien el tema de manejar plata, es torpe. La mayoría de tus amigos.

-Todos.

-Y los míos, ¿viste qué raro? (risas)

-También está el mérito de ser buena gente.

-Lo que muchas veces no se premia con plata.

“Hay un montón de inteligencias, una es para hacer plata, que es la que sirve para el capitalismo. Hay un montón de gente que se esfuerza, es muy inteligente y hace muchos méritos en su vida y no le sale bien el tema de manejar plata, es torpe”.

-¿Sería una especie de droga esa meritocracia?

-Sería una falopa engañosa, que nos llevaría a pensar que cualquier cosa en la cual no nos hemos recompensado con dinero es porque fallamos. Sí, fallaste por ahí en no saber hacer dinero, pero hay un montón de otras cosas, pudiste hacer mucho bien a mucha gente y eso a veces no está recompensado con plata, se puede recompensar con agradecimiento, ojalá con una vida feliz, pero a veces esa vida feliz necesita la tranquilidad de no estar pensando todo el tiempo en la plata, y la mejor manera de no pensar en la plata es tener la suficiente como para que vos te dediques a tu trabajo, a tu familia, a tus amigos, a cuidar a tus papás y no estar todo el tiempo pendiente de ver cómo llegar a fin de mes. Te permite poder estar más en comunidad, más conectado con otros. Un maestro que gana bien puede estar más preocupado en enseñar bien que en ver cómo paga el gas.

-Hablamos de drogas, hay un capítulo en el que una señora en una plaza le tira clonazepam a la gente como si fueran palomas.

-Pareciera necesario que el mismo ritmo que impone nuestro trabajo, nuestra preocupación, la convivencia con el dinero y el consumo nos lleva a tener que calmarnos y parece que la propia máquina crea sus propias defensas para que todo continúe.

“Un maestro que gana bien puede estar más preocupado en enseñar bien que en ver cómo paga el gas”.

-Una vez me contaron una teoría que dice que EE.UU. en algún momento tuvo que elegir su droga “aceptable” por el sistema y esa fue la cocaína, porque era la que más se adaptaba al patrón de consumo y producción. ¿Hoy esa droga es el clonazepam?

-Sería una droga para que vos no dejes de producir y encuentres una manera de aliviarte de todo lo que pasa en el contexto. En vez de cambiarlo, te clavás un clonazepam, es decir, hay un lugar en donde antes de suspender la vida te clavás un calmante porque no sabés si la podés superar o cambiar, porque no es fácil. No es fácil decir “ahora dejo de ponerme tan nervioso y dejo de laburar”. La máquina sigue, el mundo no se va a parar por vos. Pueden parar tu familia y tus amigos, pero a veces no alcanza con eso para seguir produciendo o teniendo un sustento, entonces no te queda otra que clavarte algo para poder seguir. Por eso quizá eso es lo que ves vos en el libro, esos lugares un poco distópicos, un “¿hacia dónde estamos yendo?”. Escenas delirantes, me parece que quizá en ese sentido tenga una risa más amarga que los otros.

-Con este libro uno se pregunta cuál es la salida de todo esto.

-No es un libro que pretende oscurecer, sino un “bueno, veamos cómo hacemos”, la posta no la tengo, estoy seguro.

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-En los ’90 tu tipo de humor era algo así como un humor de culto, no muchos lo entendían. ¿Qué crees que pasó para que explote ese estilo que de algún modo competía con el humor de Tinelli y similares?

-De todos modos, creo que es una percepción con la que hay que tener cuidado, se hizo popular pero no totalmente popular, con Peter Capusotto no hemos pasado los tres o cuatro puntos de rating, lo que hoy sería muchísimo pero antes no. Sí se abrió más el propio código y tal vez el propio humor que veníamos haciendo en “Todo x $2”, y Peter Capusotto sí se abrió un poco más, se habitualizó, es como una música que al principio te parece rara y después empezás a acostumbrarte y un día la disfrutás. Pero en esto siempre pasa que las cosas que son disruptivas o cambian o abordan en la tele algo que por ahí fuera de ella o en el teatro ya existían, van encontrando un sustento más grande, pero no totalizador. Yo me encuentro mucha gente que no conoce el programa, nosotros habitamos territorios culturales como distintas patrias. Como cuando uno dice “Mar del Plata, la feliz, toda la Argentina está ahí”. Bueno, no toda la Argentina va a veranear a Mar del Plata, pero uno a veces la imagen que se encuentra es que pareciera que toda la Argentina esta ahí, que va gente de toda Argentina, seguro, pero esa no es toda la gente. ¿Vos viste algún programa desde Mar Chiquita? Nunca se transmiten programas de Mar de Ajó, alguna radio por ahí se instala en Pinamar porque el poder adquisitivo es pulenta, da prestigio, es como la Punta del Este argentina, pero después parece que todo lo monopolizara Mar del Plata. Miramar está a 50 kilómetros pero la simplificación del verano sucede en Mar del Plata. La primera vez que fui a Mar del Plata tenía 11 o 12 años y sentía que al fin iba a ese lugar que desde chico había visto, que salía Mirtha Legrand y todos los teatros iban y todo sucedía. El verano está acá, acá veranea el país y después te das cuenta de que no. Entonces, uno a veces con el humor y las cosas propias supone que lo que consume uno lo consume todo el mundo, y no es así. Pero me parece que se habitualizó y se hizo más normal, como ahora habrá formas que nos cuestan más y después se habitualizan.

-Le hacías guiones a Tato Bores. ¿Cómo se te abrió la cabeza para el humor que hacés ahora? ¿Era un humor diferente con Tato o ya hacías lo de ahora?

-Yo empecé en Radio Mitre con Omar Quiroga, y después empezamos a trabajar humor político y empezamos con Tato y fuimos a televisión. Considero que aportábamos con Omar y teníamos una gran coincidencia con Sebastián Borensztein, y a partir de ahí se mezclaba con el estilo básico que era el de Tato, que ya de por sí era muy delirante, muy surrealista, venía de las escuelas surrealistas, del teatro de revistas, del humor político esquivando la censura, se vuelve más metafórico. A veces el surrealismo y la metáfora delicada son hijos de la censura.

-¿Hoy en día ves censura?

-No, para nada, puede estar la que puede ejercer la gente al no elegir algo. Ha cambiado, olvidate, hace 30 años, incluso en los primeros tiempos de democracia, había formas que se respetaban, hoy la metáfora casi no existe, no es necesaria, decís lo que se te canta el ojete. Eso de cuando éramos chicos, escuchar decir “el trasero”, “el upite”, “donde termina la espalda”, hoy decís “culo”, no sé si en algunos diarios todavía ponen puntos suspensivos después de la c. Hemos habitualizado eso. Siempre se puede ir más lejos y a veces eso conlleva violencia, formas bestiales, son modos.

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-¿No te parece que es hora de discutir este tipo de democracia que tolera este capitalismo?

-Quizá lo que falta es profundizar la democracia económica, eso ya es otra discusión. De hecho, la pobreza no está prohibida, no es culpa de nadie que exista la pobreza, no es un delito que exista, que haya gente pobre no es un delito.

-¿No debería serlo?

-Supongo que hay derechos constitucionales que se deberían terminar de garantizar y no se terminan de garantizar, así que sí hay una responsabilidad ahí. Sería bueno que haya más democracia económica. Hoy no están garantizados los derechos de subsistencia de mucha gente. Sí que puedan votar pero no que puedan alimentarse bien.

-En Argentina, el marxismo bien entendido se llama peronismo, ¿coincidís?

-El marxismo es una manera de mirar que supone la abolición del capitalismo, el peronismo no, el peronismo supone una humanización del capitalismo.

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-Y si te digo que para caminar hacia el marxismo primero hay que pasar por el peronismo.

-Bueno, así lo ven muchos pensadores de la izquierda nacional, (Juan José) Hernández Arregui por ejemplo, quienes vieron que primero hay una etapa de independencia económica y soberanía política. Yo creo que el marxismo propone un ideal y el peronismo va sobre la posibilidad de mejorar la vida mañana, no cuando se tome el poder. En mejoras, y ahí aparece que para mejorar eso tenés que acomodar al capital y para acomodar al capital necesitás combatirlo, dirigirlo y ahí aparece la soberanía socialmente justa. Fijate que no habla de lucha de clases, sino que el tipo que trabaja pueda consumir, no está negando las patronales, sino que busca una convivencia más sana, ¿porque es lo ideal? ¿Porque es lo gozoso? No, porque la construcción se da a partir de lo que existe. Y por eso este libro habla de lo que hoy somos, no de lo que debería ser, tenemos el capitalismo adentro, no desde el punto de vista “la tenés adentro”, sino que lo ejercemos con nuestro comportamiento, lo repetimos y lo replicamos.

“Yo creo que el marxismo propone un ideal y el peronismo va sobre la posibilidad de mejorar la vida mañana, no cuando se tome el poder”.

-Una unidad básica de científicos descubre cómo resucitar a Perón. ¿Qué hace hoy el general?

-No tengo la menor idea, nos podría sorprender como siempre sorprende, creo que lo más parecido a Perón es el peronismo pero tampoco es exactamente Perón. Vos agarrás el Perón del ’45, el de mitad de su mandato, el del final, el que vuelve, el que está 18 años afuera. Te preguntaría, ¿cuál Perón? No me animaría a decir si hay muchas cosas en las que diría (imita la voz de Perón) “bueno, tiempo al tiempo, todo en su medida y armoniosamente, prefiero el tiempo a la sangre”, y un montón de frases. No me animaría a decir qué haría, porque quizá lo primero que haría es evaluar cuáles son sus fuerzas y debilidades. No te olvides que Perón se tuvo que ir, por más clara que la tuviera en determinado momento se tuvo que ir, y con esto no estoy hablando de cobardía, fragilidad o incapacidad, es una realidad. En determinado momento sus fuerzas no alcanzaron para continuar.

-¿Pero lo cuenta al kirchnerismo?

-Cómo no lo va a contar, y también al menemismo, al duhaldismo, el peronismo siempre va conteniendo todo, es ese gran péndulo. Lo que pasa es que siempre una parte del peronismo va a negar a la otra, eso va a ocurrir siempre pero eso ocurre en cualquier sistema. Como la Argentina quiere negar al peronismo, el peronismo a su vez niega sus partes, como Juntos por el Cambio negará al radicalismo y los radicales querrán negar a los liberales. Siempre hay una parte en disputa con la otra, de eso se trata.

“El humor acompaña, es una herramienta que puede servir para lastimar, para agradar, para curar, para acompañar. No sé si sirve para solucionar, sirve para amortiguar los peores momentos y para hacer más lindos los que ya lo son”.

-¿Qué es el humor? ¿Cuáles son los límites? Y, si me pongo en capitalista, ¿para qué sirve?

-El humor acompaña, es una herramienta que puede servir para lastimar, para agradar, para curar, para acompañar. No sé si sirve para solucionar, sirve para amortiguar los peores momentos y para hacer más lindos los que ya lo son. Estar en familia o con amigos es lindo y si hay risas, es más lindo todavía. Ahora… no confiaría en una familia o grupo de amigos que está todo el tiempo riéndose, así que el humor también es una oportunidad y es un momento, el de ejercer humor, y frente a un problema tomarlo todo con humor también sería medio inconsciente, sería bueno que alguien cuando toma un problema con humor también se lo tome en serio. Ya lo dije muchas veces, el humor puede funcionar como un analgésico, no como un antibiótico. No sé si te va a solucionar los problemas el humor, te va a acompañar en solucionarlo.

-¿Estás preparando algo con Diego Capusotto?

-Diego está filmando un peliculón con Néstor Montalbano como director y guionista, está filmando en Uribelarrea y no me estoy cruzando con él por ahora porque yo los fines de semana viajo.

-¿Cuándo venís a Mar del Plata?

-Vamos a presentar algo del libro en algún ciclo de Planeta. Estaría bueno hacer algo con Rep, siempre hacemos charlas en donde yo hablo y él dibuja.



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