Por Juan Miguel Alvarez

Para Peñarol la vida es bella. La institución marplatense sumó el jueves su quinta estrella en la Liga Nacional de Básquetbol y extendió su ciclo más preciado.

El “milrayitas” ya había degustado las mieles del éxito en la temporada 1993/94, pero ahora son tiempos de gloria. En ocho años obtuvo nueve títulos nacionales y cuatro internacionales. De película.

El Titanic estuvo cerca de hundirse en la temporada 2003/04, cuando Peñarol se salvó del descenso con el último suspiro. Hubo dos temporadas de transición y después nunca bajó del tercer lugar, con seis finales de Liga Nacional en ocho años. La Liga de las Américas 2007/08 fue el origen de la belle époque.

El ilusionista Domingo Robles fue quien hizo realidad este sueño. El presidente que tomó el cargo en 2004 cambió la historia del club de barrio, ahora en boca de todos.

Con una mente brillante, la de Sergio Hernández, Peñarol fue en busca de la felicidad. El entrenador bahiense tuvo una tropa de elite para caminar por los senderos de gloria.

Contó con el señor de los anillos, Leonardo Gutiérrez, quien obtuvo su décima Liga Nacional y ya puede decir soy leyenda. Como es tiempo de valientes, también necesitó de un gladiador y ahí estuvo el gigante Martín Leiva. El protegido Facundo Campazzo se convirtió en Superman, subió 39 escalones, rápido y furioso, y tiene una carrera sin límites.

Ellos son los símbolos de esta etapa maravillosa, pero entre todos hicieron grande a Peñarol. Fernando “Tulo” Rivero llegó como el sustituto y terminó siendo el maquinista de una locomotora que tuvo el “1” como destino final.

El “milrayitas” es un fenómeno paranormal. Tiene el aura de campeón. Su historia reciente es un Déjà Vu constante. Sumó su quinta corona en la LNB y está cada vez más cerca de las nueve reinas de Atenas.

Peñarol es de película. Cinco estrellas, claro.

@jmalvarezmdq