Cultura

“Perlongher quería darle volumen, inyectarle fluidos corporales” a la poesía

Fue poeta, antropólogo, activista gay y contracultural cuya correspondencia con amigos quedó contenida en un libro que acaba de ver la luz, editado por Mansalva.

La correspondencia de Néstor Perlongher, poeta, antropólogo, activista gay y contracultural, fue compilada por la investigadora Cecilia Palmeiro en un libro editado por Mansalva, un registro epistolar de 1976 a su muerte en 1992 que permite rastrear, como un laboratorio de su obra en diálogo con amigos, las búsquedas poéticas y políticas de su producción.

“La narración de acontecimientos de la vida real suele ser un requisito más o menos imprescindible en la correspondencia habitual. Pero pienso que tal vez lo importante no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta. Lo importante es la calidez que, como una corriente subterránea, puede emanar de una carta”, escribe Perlongher en la primera de las misivas que inauguran la compilación, fechada en mayo de 1976.

El tono, el estilo, la escritura misma -eso que llamó ‘neobarroso’, una mezcla de literatura barroca con el barro del Río de la Plata- son insumos que esta correspondencia ordenada en forma cronológica permite rastrear en función de los momentos históricos pero también en función de su biografía. “Hay dos ejes principales en las cartas: el referencial y el poético”, apunta su compiladora.

Más cerca del “barroquismo puro cuando ensaya la escritura poética” o en otros momentos cercano a su propia experiencia, el registro epistolar invita a leerse “según la tensión con la realidad”, explica Palmeiro, responsable de la compilación, introducción y notas del volumen, licenciada en Letras de la UBA, doctora en Princeton y autora de “Desbunde y felicidad. De la Cartonera a Perlongher”.

El libro reúne unas 200 cartas recuperadas del archivo personal de Perlongher y de los destinatarios de las misivas. Son como “poemas y ensayos” en los que el escritor pule su propia escritura -“caótica”, la define en alguna carta- y también traza las formas de pensarse y pensar el mundo: “política de la amistad” denominó a esa red de amigos con los que construyó teorías, conceptos y perspectivas.

Nacido en Avellaneda en 1949 y fallecido de sida en 1992 en San Pablo, Perlongher fue poeta y activista; de formación sociólogo, se inclinó por la Antropología en la Universidad de Campinas, cuando se exilió en 1981 en lo que llamó “un exilio sexual” de la última dictadura. Fue además fundador del Frente de Liberación Homosexual (FLH) y pensador de teorías que argüían la “micropolítica” y definían la liberación sexual como única vía para una verdadera revolución social.

En su faceta más literaria, es autor del extenso “Cadáveres”, emblemático poema que reflejó la situación política del terrorismo de Estado, y del relato “Evita vive”. Su obra poética incluye además “Austria-Hungría”, “Alambres”, “Parque Lezama” y “Chorreo de las iluminaciones”, entre otros, mientras que de su producción ensayística destacan “La prostitución masculina” y “El fantasma del sida”.

Su correspondencia reunida por primera vez, “y siempre incompleta porque no es posible saber cuántas cartas hay”, echa luz sobre la vida y obra del poeta. Más de 20 años esperaron para ser compiladas y fue Palmeiro quien encabezó el proyecto con el apoyo del albacea de Perlongher, Roberto Echavarren, una red de amigos -como Ricardo Piglia y Beba Euguía, a quienes dedica el libro- y una beca del Conicet que además la repatrió a la Argentina.

-¿Por qué compilar el intercambio epistolar de Perlongher?

-Las cartas son como el laboratorio de su obra. Desde hace muchos años las cartas se consideran obra e incluso él guardo casi todas pensándolo así. Cuando regresa de su viaje a París, a principios de los ’90, empieza a armar su archivo personal porque sabía que iba a morir. Y además sus corresponsales sabían de las cartas maravillosas que mandaba. Es un proyecto de hace más de 20 años.

-¿Cuál es el valor de las cartas?

-Son casi poemas, ensayos en los que estaba escribiendo su obra pensando con amigos. Es lo que él nombra como una ‘política de amistad’; Néstor quería estar con los jóvenes, los anarcos, los más contraculturales y pensaba la amistad como potencia productiva: crear con amigos, desarrollar conceptos y estéticas en el diálogo con ellos. Con cada persona desarrolla una parte de su obra y explora una parte de su sensibilidad: con Sarita Torres es el feminismo, con Osvaldo Baigorria el barroco de trinchera; con Beba Eguía la parte espiritual; con Roberto Echavarren la poesía. Y así con los diferentes corresponsales que aparecen en esta compilación.

-Su orden cronológico transita desde los comienzos de la dictadura cívico-militar, la postdictadura, ya instalado en San Pablo, y el modelo neoliberalista. ¿Cómo se imprimen estos contextos en sus cartas?

-En la dictadura son cartas cifradas que hablan de la vida cotidiana, de la opresión en el aire, del machismo. Después aparece toda la fascinación con Brasil y el desbunde (destape), los chongos y la política del deseo. Esa época le da una inyección libidinal a su escritura y arranca con la cosa superpoética. Mientras que la escritura de la dictadura es más lúgubre con la experiencia del dolor, lo sinsentido del barroco, la del desbunde es más feliz y se inyecta de una experiencia vital, más festiva. Después aparece su viaje a París que es como el viaje inverso. Me refiero a que la típica de la ‘canonización latinoamericana’ es el viaje subalterno al centro (triunfa en el centro y entonces triunfa en la periferia) pero él no compra eso, no se engancha y sin embargo en lo profesional no le fue mal, pero en lo personal él mismo decide abandonar. Y finalmente aparecen sus cartas sobre el sida: el barroco se le encarnó en el cuerpo del peor modo porque mientras en las cartas habla del querer vivir y de su lucha por la vida, en sus poemarios aparece la destrucción y la muerte. El barroco es eso: luces y sombras.

-En la introducción decís que “su proyecto de escritura toma la lengua como arma”, ¿cómo concibe la función poética en ese sentido?

-Su activismo tiene que ver con la enunciación. En la poesía, él buscaba afilar la lengua, buscar una lengua no cosificada, no utilitaria, no racional y donde pudiera decirse algo nuevo. Decía que a nivel de los cuerpos existen unos microterremotos de reacción, rebeldía y resistencia, que cuando llegan al plano del discurso encuentran una lengua ya reificada y que entonces nunca logra expresar y formular esa propuesta, que, en definitiva, nace del orden de los cuerpos. Quería encontrar una lengua política que transforme creativamente lo social y no que la fuerza creativa encuentre un techo en el que no puede decir nada.

-¿Y cómo se vincula poesía y política en su obra?

-Su obra es permeable entre sí, no se ve una diferencia radical entre la literatura y la no literatura, pero él sí piensa que la poesía es autónoma en el sentido de que no tiene responsabilidad social asignada. Muchos jóvenes se inspiran en ese modelo y buscan crear subjetividades alternativas, dar espacio a la creatividad, a la fuerza vital. Al no tener responsabilidad social, la poesía permite encontrar discursos capaces de transformar la sociedad.

-Perlongher es releído desde diferentes facetas: como poeta, activista, antropólogo, ¿por qué es retomado principalmente?

-A los poetas les interesa la tercera dimensión que le da a la lengua, él quería darle volumen, inyectarle fluidos corporales. Es así porque le mete cuerpo y los poetas retoman esa capacidad de sacarla de las dos dimensiones. Por el lado de la política lo que se retoma es un discurso contracultural, amplio, antidentitario, que tuvo que ver con lo queer muy fuertemente. Quería hacer un grupo contracultural con todos los que quedan afuera. Muchas veces escuché a otros decir que Perlongher era feo. Nadie diría que Borges era feo o que ningún escritor heterosexual lo fuera. Se lo dicen a él que es un marica. Frente a ese tipo de cuestiones, él propone una identidad pobre, suburbana y fea. El era minoritario desde su experiencia y su capacidad de reflexión crítica.

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