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Cultura 10 de marzo de 2018

Picasso, Miró y Sorolla se disputan a los coleccionistas en TEFAF Maastricht

Una lista infinita de obras hacen de la feria holandesa de arte un gran museo abierto en el que el gran reto es no ser víctima del síndrome de Stendhal.

"Les Dormeurs" (1965), un gran óleo colorido de la época final de Picasso, dos cuerpos desordenados y semidesnudos sobre fondo verde. Foto: EFE.

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por Mónica Faro

MAASTRICHT, Holanda.- Entre las más de 30.000 piezas expuestas por 275 galerías, la feria de arte y antigüedades de Maastricht, TEFAF, conquista este año con Picasso, Miró y Sorolla, autores de algunos de los lienzos más cotizados, que se disputan a los coleccionistas en esta cita anual.

Bucear entre la infinidad de TEFAF resulta irresistible para los amantes del arte, entre los que se encuentran los directores de los grandes museos de todo el mundo, que acuden a esta feria en busca de nuevas piezas para ampliar sus colecciones.

Una cita conocida por la exigencia de su comité -cada pieza pasa un filtro de 200 expertos- y por la inversión que supone para los galeristas (entre transporte, alquiler y seguros), un costo que sin embargo resuelve a muchos las ventas de todo el año y aporta un gran prestigio en el mercado.

Maastricht, que atrae cada año a 75.000 personas con esta cita, busca mantener su fortaleza como capital mundial del arte con un evento único en su extensión -33.000 metros cuadrados- que abarca todos los periodos y expresiones artísticas, en las que no faltan la joyería o el mueble.

Destaca la presencia del prolífico Pablo Picasso, con dibujos, esculturas, cerámicas y lienzos expuestos por galerías de todo el globo, incluida una obra de juventud, “Retrato de un hombre barbudo” (1895), de su época academicista, que pintó con 14 años cuando visitó por primera vez el Prado.

“Es el gran año de Picasso, redescubrimos este año a un Picasso más expresivo y menos clónico”, destaca a EFE Mónica Piera, la única española en el comité de expertos de TEFAF.

Muy lejos de esos trazos están los que imprimió en “Les Dormeurs” (1965), un gran óleo colorido de su época final, dos cuerpos desordenados y semidesnudos sobre fondo verde, ya expuesto anteriormente en TEFAF por la galería canadiense Landau Fine Art, que la pone a la venta por 29 millones de euros, probablemente la pieza más cara de la feria.

En la misma galería lucen también un imponente Miró, “Mujer soñando la evasión” (1945), a la venta por 22 millones, y un Magritte, “La corde sensible” (1960), que apareció en el circuito artístico solo en 2003, una nube blanca sostenida por una gran copa de champán que inmortaliza el juego de perspectivas característico del surrealismo del artista belga.

Junto a estas obras irrumpe la majestuosa selección de Hammer, que celebra 90 años de vida con 74 lienzos valorados en 90 millones de euros, firmados por Renoir, Van Gogh, Mastisse y Dufy, entre otros.

También destacan un Chagall, “L’air bleu”, de 6,7 millones de euros, y un Picasso, “Mujer y niño”, de 4 millones, del galerista austríaco Thomas Salis, y el Monet de Richard Green, “Plage et Falaises de Pourville”, por 6,6 millones, según indicaron a Efe los galeristas, a menudo reticentes a hacer públicos los precios de sus obras.

Entre las colecciones de los impresionistas se cuela también el valenciano Joaquín Sorolla, que la galería Jean-Luc Baroni reivindica como un artista de “técnica brillante”, con un retrato del pintor napolitano Rubens Santoro, de colección italiana privada, asociado a la época veneciana del artista.

El surrealismo de Dalí irrumpe en el apartado dedicado a la alta joyería, con un anillo de oro, diamantes y rubíes diseñado por el artista catalán en 1950 a imagen de su lienzo “Retrato de una mujer apasionada”, que pintó cinco años antes.

Un área representada por las grandes firmas de joyas como Van Cleef & Arpels, Chopard o Reza, y también por coleccionistas especializados en piezas de época, como la española Deborah Elvira o la casa belga Epoque Fine Jewels, que este año presenta una gargantilla “Art Nouveau” de Philippe Wolfers, “Glicinias”, inspirada en la planta de origen chino, con turmalina sandía y ópalo y elaborada con su conocida técnica de esmaltado “plique-à-jour”.

Tampoco pasa desapercibida la escultura de bronce “Torso de una mujer en cuclillas”, realizada por Camille Claudel entre 1887 y 1913, reflejo de la destructiva relación de la artista con Auguste Rodin, con quien trabajó durante años, o el reloj “Bulgari”, obra maestra de barroco alemán elaborado en marfil, que perteneció durante dos siglos a la familia Rothschild.

El mercado del arte se inclina cada vez más “a lo emocional”, según Piera, para quien “no interesa tanto la perfección estética sino algo que exprese, que emocione y rompa”, con una gran pasión por los pequeños objetos.

Un viaje que pasa por grabados de Rembrandt, dos autorretratos de 1636 y 1648, esculturas egipcias del 1100 antes de Cristo, máscaras y figuras tribales -cada año más presentes- y dibujos de Gustav Klimt, Egon Schiele, Yves Klein o Le Corbusier.

Una lista infinita de obras que abarca también a Giacometti, Van Dijk, Canaletto, Andy Warhol o Tàpies, que hacen de esta feria un gran museo abierto en el que el gran reto es no ser víctima del síndrome de Stendhal.

EFE