Policiales

Piden prisión preventiva para la hija y el yerno de una mujer asesinada

El fiscal Juan Pablo Lódola reunió un contundente conjunto de pruebas que le permitió esclarecer el brutal asesinato de Mabel Brazuna (64). Una historia violenta, de traición.

Por Fernando del Rio

A las 14.30 del 15 de septiembre pasado la casa de Bolívar 8535 pasó a ser la escena de un crimen. El cuerpo de Mabel Brazuna (64) yacía en el pasillo trasero, con el cráneo destrozado, boca abajo, en lo que parecía ser la imagen de una fuga interrumpida, de un desesperado intento por dejar atrás a los ladrones que había sorprendido mientras robaban sus ahorros. Un disparo que nadie escuchó, tal vez, fue la primera impresión que se llevaron los policías que acudieron al lugar.

Apenas un par de horas después, los presuntos autores del brutal asesinato estaban detenidos. No eran intrusos, ladrones oportunistas, asaltantes al boleo, ni descarriados del barrio Jorge Newbery que calcularon que la mujer y su marido podían tener algo de dinero guardado. Los dos acusados eran su hija, Marcela Marcos (33), y la pareja de ésta, Facundo Calleri (30), personajes que ahora asoman como los protagonistas de una trama en la que la droga, la traición y la violencia se amalgamaron de forma siniestra para un hacer de la casa de la calle Bolívar, una escena criminal.

Por estas horas el fiscal Juan Pablo Lódola le pidió a la Justicia de Garantías que los deje presos por tres razones: la primera, porque la evidencia que prueba que ambos son los responsables es abrumadora; la segunda es porque en libertad podrían afectar a los testigos, en su mayoría conocidos; y la tercera, porque la pena que les espera si un tribunal ratifica todo lo que parece indiscutible es la prisión perpetua. El crimen de Brazuna no tuvo otra motivación más que la de despojarla de sus ahorros después de que se cortara el flujo solidario de dinero que ella le daba a la pareja. Brazuna sabía que su hija y Calleri eran consumidores de estupefacientes y que todo lo que podía darles se perdía en unas pocas horas. Pero además Brazuna no era una potentada ni mucho menos, sino apenas una mujer que explotaba un kiosco desde la ventana de su casa. Por eso no pudo o no quiso seguir dando dinero y frente a esa negativa se le apareció la muerte.

El martes 15 de septiembre a las 15, el marido de Brazuna llegó a la casa y la llamó al no encontrarla ni en el comedor, ni en la cocina, ni en el dormitorio. Decidió asomarse por el pasillo lateral y allí la vio en el piso, con la cabeza sangrante y tapada por un lienzo. Luego todo fue veloz: el llamado a la policía, la llegada, la constatación de la obvia muerte, y el misterio inicial. La casa revuelta y la falta de dinero llevaron a pensar por unos minutos en el accionar de ladrones, pero la verdad, o lo que a esta altura de la investigación se impone casi con la fuerza de la certeza, era otra. Muy diferente. Mucho más cercana a Mabel Brazuna.

La hija, el yerno

“¡Cómo que se murió!, si yo estuve hasta hace un rato con mi mamá y me dijo que iba a domir la siesta”, dijo Marcela Marcos cuando un vecino la avistó a unos 800 metros de la casa, cerca de las 4 de la tarde. El vecino en realidad era el dueño de una herrería de la misma cuadra de la casa de Brazuna y que más temprano había visto pasar “Katy” (así la llaman a Marcela Marcos) junto a su pareja Facundo Calleri. Ambos iban en dirección a la casa de Brazuna y el herrero los saludó también. Pero un rato después, se enteró del revuelo y fue a ver qué sucedía, entonces se enteró de la muerte violenta de la mujer. Optó por regresar a su casa y fue entonces cuando vio caminar a “Katy”, alejándose. Se detuvo, le dijo que la madre había muerto y sobrevino aquella frase de la mujer. El herrero la tranquilizó y la llevó en su vehículo.

Los policías de la comisaría decimosegunda que estaban en el lugar vieron llegar a Marcos, anunciándose como la hija. Lloraba, manifestaba su angustia y se preguntaba qué había pasado. En medio de aquella escena les dijo a los policías que hacía un rato había estado allí con ella con su novio, o pareja, y que él ahora estaba en su casa. El personal policial tomó nota de la dirección y fue a buscar a Calleri a su casa de la calle Chacabuco al 9000. El propio Calleri los atendió y un policía observó que en la zapatilla derecha y en la media había gotas de sangre. De inmediato llamaron al fiscal Lódola y éste ordenó la detención de urgencia.

En la casa de la calle Bolívar, con el cuerpo aún yaciente sobre el pasillo, la policía aprehendió a “Katy” Marcos, ante la sorpresa de algunos pocos.

La escena del crimen estaba definida. En el pasillo Brazuna con su cráneo destrozado, con una lesión en la parte posterior de la cabeza en forma circular, que propuso la hipótesis provisoria de un impacto de bala. La autopsia, a cargo del cuerpo médico forense de la Policía Científica, establecería poco después que a Brazuna le habían roto la cabeza a golpes, el primero de ellos con la punta de un objeto pesado y los siguientes con los lados de lo que supusieron un fierro. Dentro de la casa, el resto. Todo revuelto. Con señales inconfundibles de un robo, con una caja de seguridad de pequeñas dimensiones sobre la mesa, abierta, con las llaves a un costado. En esa caja metálica de color azul Brazuna y su marido guardaban 20 mil pesos y 700 dólares, que faltaban, al igual que otra caja de color “beige” en donde conservaban otros 5 mil pesos y la tarjeta de crédito. Ambos cofres la pareja los ocultaba entre la ropa, dentro de un placar, nadie sabía, excepto ellos de su existencia. Ellos y acaso la hija.

La policía confirmó que habían robado ese dinero, dos pares de zapatillas, dos relojes, la tarjeta verde de la camioneta Ford Ecosport del marido de Brazuna, una bolsa con monedas antiguas, una afeitadora, el teléfono Samsung J6 de la víctima y su cargador.

La prueba

La prueba en contra de Marcos y de Calleri explotó en abundancia en las horas siguientes. En la comisaría decimosegunda se desencadenaron dos hechos insólitos, dentro de la gravedad del caso. El primero de ellos fue cuando la policía requisó las pertenencias que tenía encima Calleri, a los efectos de ingresarlo en detención. En su billetera, entre medio de alguna que otra documentación, asomaba la tarjeta verde de la camioneta del esposo de Brazuna.

También hasta la comisaría llegó una mujer del barrio que fue invitada a declarar como testigo porque comentó haber visto a una pareja caminar por las cercanías del lugar del asesinato. “El hombre llevaba en la mano un fierro, algo así como un repuesto de auto que tenía como una ‘T'”, diría. Al entrar a la dependencia policial, la testigo se encontró con “Katy” Marcos y la reconoció como la mujer integrante de la pareja.

Al día siguiente, la policía allanó la casa de Calleri y dio con una mochila en cuyo interior estaban los dos pares de zapatillas, el teléfono Samsung J6, la máquina afeitadora y una bolsa con monedas coleccionables, de Islandia, Italia, de la provincia de Córdoba, españolas, mexicanas, uruguayas, bolivianas, brasileñas y argentinas.

El cuerpo probatorio fue tan robusto que casi ni quedaron dudas y la investigación quedó prácticamente cerrada. Las manchas de sangre en la zapatilla y la media de Calleri (también en un pantalón de jogging azul) se correspondieron con el grupo sanguíneo 0 factor RH positivo. Aunque no está resuelto el peritaje de ADN, se estableció que Calleri no tenía ninguna lesión que le produjera algún sangrado, por lo cual la sangre es de otra persona, indefectiblemente. Brazuna tenía grupo sanguíneo 0 factor RH positivo.

Si quedaba cierto margen para la coartada de “Katy” Marcos, algo sí como haberse visto sometida por un desborde de Calleri y una amenaza posterior para no hablar, la ciencia y la informática llegaron para derrumbarla. Es que sobre la caja azul de seguridad, aquella de la que faltaba el dinero, los peritos levantaron una huella. Al ingresarla al sistema AFIS, una base de datos de personas con antecedentes, informó que correspondía con Marcos.

El fiscal Lódola, ante el agotamiento del plazo, pidió a la Justicia de Garantías la prisión preventiva para ambos, con la convicción de que el caso está esclarecido y solo resta aguardar que llegue el tiempo del juicio.

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