Cultura

Pinceladas de la ciudad (Mar del Plata desde adentro): Entre el cielo y el mar

Por Alejandra Lagraña Varela

No siempre en la vida podemos elegir lo que nos gusta, sin embargo Marisa quiso ser enfermera para trabajar en largos viajes en los barcos de pesca.

Nada fácil en su labor que a veces dura dos meses sobre el agua, con una tripulación de casi cincuenta hombres, todos pescadores y ella la única mujer quien lleva una gran responsabilidad de asistencia sanitaria y contención emocional, que también brinda seguridad y tranquilidad a esos hombres trabajadores lejos del hogar y su familia.

Lo cotidiano y simple de una atención es limpiar alguna escama que saltó y cayó justo en el ojo, o el eczema en los brazos que se forma por el roce del guante mojado durante un tiempo largo, o los hongos entre los dedos de los pies a causa de las botas de goma. A pesar de estar preparada para la atención de lo que surja, cada día es distinto.

Puede suceder algo inesperado como un fuerte golpe en una pierna o la fractura expuesta de un marinero, o la convulsión repentina de otro tripulante, y la enfermera tiene que decidir rápido para solucionar estas urgencias con la consulta por radio al médico, o la evaluación para trasladar al herido.

Ella debe tener entrenamiento como cualquier marinero y pasar por las pruebas para obtener su libreta de embarque. También la enfermera se enferma y si es necesario debe ser auxiliada y llevada a tierra, como aquella vez que presentó peritonitis y la dejaron en un hospital de Comodoro Rivadavia.

Todos esperan llegar pronto a casa para estar nuevamente con los suyos, se hace larga la espera y a veces hasta con angustia por las noches. Se acerca el tiempo de volver a tierra, los ánimos van cambiando, se nota una leve brisa de alegría en los rostros que motiva a seguir adelante. Nada es simple, no es lo mismo trabajar en tierra firme que en medio del mar, donde la ayuda puede tardar mucho más tiempo en caso de llegar a ser necesario.

El trabajo en un barco para una enfermera o un pescador nos habla de grandes soledades y angustias reprimidas que mantienen la armonía del grupo que sólo se permite difundir charlas alegres que cooperan en sus psiquis. Admirables son estas personas que realizan una labor de valentía. Será que allá en el horizonte también habrá alguien que nos cuide entre el cielo y la tierra.

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