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Opinión 26 de marzo de 2016

Polémica orden mordaza para la divulgación de hechos policiales

Por Fernando del Rio

El ministro de Seguridad, Cristian Ritondo -o vaya a saber uno quién-, dio la orden y toda la policía de la Provincia de Buenos Aires, que es orgánica, subordinada y valerosa, la acató. Porque si algo debe hacerse en la institución es aceptar lo que llega de arriba. “Menos un rayo, todo”, suele decirse con triste ironía en la planicie de la Policía cuando se le pregunta sobre el nivel de receptividad.
En las últimas semanas, acaso con el afán de ordenar lo que consideran desordenado, la directiva fue que ninguna información sobre casos policiales sea facilitada a la prensa. Dicho de otro modo, que nada de lo que sucede en términos delictuales sea conocido por la gente común.
Resalta en una medida como esta un motivo oculto: detrás de esa supuesta tentativa de prolijidad asoma la decisión de construir un imaginario de la situación que, al menos en Mar del Plata, no parece desbordada. De hecho, el homicidio de la madrugada de ayer -y sobre el cual se negó toda información oficial- es el noveno del 2016 lo que supone, si pudiera anualizarse el actual promedio, una disminución del 50 por ciento respecto año pasado. Si en 2015 hubo 39 homicidios en los tres primeros meses y en 2016 se proyecta 36 para todo el año la mejora es notoria.
Es verdad que con el reciente anuncio de la gobernadora María Eugenia Vidal de una profunda Reforma Policial no habría que descartar antipatías e insatisfacciones peligrosas -¿reaparecieron espontáneamente casos de secuestros extorsivos?- y que puede ser necesario un mayor control, pero jamás sobre la información que la ciudadanía reclama con derecho.
El periodismo policial puede ejercerse de varias maneras dentro de las dos posibilidades madres que son 1) Mal o 2) Bien. Para conseguir la información deseada habrá distintos métodos, secretos y ardides pero el aporte de la fuente oficial en muchos casos es elemental. Sin dudas, el uso y protección de la fuente reservada es clave, como también lo es el necesario aprovechamiento de la fuente institucional, que debe ser utilizada para la legitimación de ciertos datos.
Por eso, y sin caer en un lamento lacrimógeno de los que ven en la pérdida de algunas comodidades un problema, es inevitable calificar de un grave error la mordaza (que siempre es cobarde) impuesta desde arriba hacia los de abajo. Que somos nosotros. Y ustedes.