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Opinión 4 de agosto de 2017

¿Por qué es crucial entender la metodología de los índices de pobreza?

por Daniel Schteingart

Todo dato es siempre el resultado de una metodología que, aquí y en la China, siempre va a tener cierta dosis de arbitrariedad (más allá de robustez técnica). La forma en que medimos la pobreza es un claro ejemplo de ello: ¿cómo definimos cuál es la vara a partir del cual estamos por encima de un “umbral mínimo de bienestar”? ¿Quién define tal umbral?

Si bien hay ciertos criterios, lo cierto es que tal umbral mínimo cambia a lo largo del tiempo en un mismo país y puede ser muy distinto entre países (incluso hoy, en Argentina, tal umbral mínimo es para el INDEC más exigente en la Patagonia que en Cuyo y en Cuyo que en el NEA).

Argentina tiene hoy, por lejos, la vara de pobreza más exigente de la región en lo que refiere a la pobreza por ingresos (que es la que mide el INDEC). Muchas me dirán: “¿es razonable tal vara? ¿está inflada la pobreza? ¿qué medida es más verdadera?”. Lamento decepcionarlos: no hay una vara “más verdadera”; en todo caso, la vara de hoy representa estándares de consumo de “la clase media baja” (lo que en la jerga se llama “población de referencia”) de 2004/5, en lugar de la vara tradicional, que representaba estándares de consumo de lo que era la “clase media baja” de mediados de los ’80.

Primero, es fundamental tener en cuenta que las canastas básicas (que contienen gastos alimentarios y no alimentarios) de cada país son muy distintas entre sí en su contenido y tamaño. A modo de ejemplo, la canasta alimentaria chilena toma 2.000 calorías per cápita por día, en tanto que la Argentina hoy toma 2.750 por adulto varón entre 30-60 años con actividad física moderada, lo que es igual a 2.200 calorías per cápita si se considera al conjunto de la población.

Segundo, también varía mucho entre países cuán grande es el componente no alimentario de la canasta total (recordemos que indigencia implica no cubrir ingresos para comprar lo que un país define como canasta básica alimentaria, en tanto que pobreza es una definición más amplia que también abarca a gastos no alimentarios, como indumentaria, salud, vivienda, transporte, etcétera). En general, los países más ricos tienden a tener un mayor peso de los rubros no alimentarios en lo que ellos definen como “necesidad básica”.

Tercero, hay países como Chile y Uruguay que introducen criterios de “economías de escala” al interior del hogar (por ejemplo, el precio de un alquiler por persona suele ser más barato en un dos ambientes para dos personas que en un monoambiente para una persona), que hacen que la canasta básica se encarezca proporcionalmente menos a medida que hay más miembros en el hogar. Ello no ocurre en la metodología argentina. Dado que los hogares pobres tienen más miembros que los no pobres, la aplicación de este criterio rebaja por definición las cifras de pobreza.

En cuarto lugar, las metodologías de pobreza de países como Colombia, Perú, Chile o Uruguay utilizan lo que se conoce como renta implícita de la vivienda propia, a diferencia de la Argentina. La renta implícita de la vivienda propia implica que los propietarios de los hogares (la mayor parte de la población de todos estos países, al igual que la Argentina) tienen un ingreso extra por el hecho de no pagar alquiler. Lógicamente, el corolario de ello es que de utilizarse este criterio metodológico también bajarían los guarismos de pobreza.

Por eso creo que la clave de la cuestión es no ver el 30% de pobres actual en abstracto, sino en términos comparados, a lo largo del tiempo y espacio (y tratando de congeniar las diferencias metodológicas entre países para comparar “peras con peras”, tarea nada sencilla pero que instituciones como el CEDLAS o el Banco Mundial han procurado hacer con relativa solidez).

Veamos algunos ejemplos. Si Argentina usara la vara que USA tiene para tener pobreza, tendríamos 66% de pobres (a USA le da 14% con su propia metodología). Si usáramos la vara de Chile, tendríamos 12,6% (ellos tuvieron con su propia vara algo similar, 11,7% en 2015). Si usáramos la vara de Brasil, tendríamos 6,7% de pobres.

Si usáramos la que el Banco Mundial utiliza para medir pobreza extrema en el África Subsahariana o Asia del Sur, un 1,7%. Por su parte, el mundo en su conjunto tendría 65% de pobres si usara nuestra vara, América Latina algo más del 50% y los países desarrollados un 4% (con cifras menores al 1% en países como Noruega o Suiza).

De esta manera, cuando escuchemos frases como “tenemos muchos más pobres que Chile” o “tenemos igual pobreza que en Alemania” o “guau, Chile tiene menos pobres que USA”, tómemonos un tiempo y analicemos esto. Son incorrectas las tres aseveraciones: sencillamente, comparan cosas distintas. A igualdad de vara, Argentina y Chile se parecen bastante, y ambos países están muy por detrás del mundo desarrollado y muy por delante del resto de América Latina (salvo Uruguay). Moraleja final: más allá del criterio que establezcamos para medir la pobreza, el fondo de la cuestión pasa por cómo podemos hacer para bajarla sistemática y sosteniblemente.

(*): Doctor en Sociología (IDAES-UNSAM), becario posdoctoral CONICET, profesor universitario UNQ e investigador en UMET.



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