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Opinión 22 de febrero de 2020

¿Por qué Mar del Plata no acepta el justicialismo?

por Eduardo Javier Niella

“Ese es el mal de nuestra gente.
No se hace política de ideas y conducta,
sino política de personas.”
(John William Cooke)

El próximo lunes 24 se conmemorará el 74º aniversario del primer triunfo electoral del Gral. Juan Domingo Perón, y creemos que es una buena oportunidad para preguntarnos a los peronistas marplatenses: ¿Por qué no podemos lograr una victoria en las urnas, desde que en abril de 1954 resultara electo el último intendente peronista, el compañero Dr. José Antonio Cavallo?

Para responder a ese interrogante se nos ocurre tomar los resultados electorales publicados por la Junta Electoral Provincial, y con ellos hacer un análisis, que nos permita aportar alguna conclusión.

Lo primero a señalar es que el justicialismo obtuvo en nuestro distrito dos triunfos electorales, pero ambos fueron en ocasión de renovaciones legislativas a saber: 1965 estando proscripto y bajo la denominación de Unión Popular obtuvo el 35,65% de los votos y en 1989 el 34,58% de los votos.

En el período de las once elecciones celebradas, entre los años 1973 y 2019, en las que se eligió intendente municipal, podemos ver que las tres mejores performances fueron la de 2019 con el 37,91% siendo derrotado por Juntos por el Cambio con el 40,23%, es decir se perdió por una diferencia de 2,32%. Ese resultado fue tan solo 1,04% más que la segunda mejor marca, que fue obtenida en 2015 con un 36,87%. Lo que a su vez fue un 4,02% más que la tercera mejor elección para intendente, ocurrida 24 años antes en 1995, donde se obtuvo un 33,89% de los votos.

También encontramos que la menor diferencia respecto del ganador de la elección fue la obtenida en el año 1973 cuando con el 33,60% de los votos (cuarto mejor resultado en la escala) en esa ocasión se perdió frente al candidato del PSD, por una diferencia del 2,15% de los votos.

El peor resultado en una elección, se obtuvo en el año 2003, con el 16,78% de los votos y una diferencia en menos de 31,23% que la obtenida por el ganador: 48,01% de los votos. No obstante ello la mayor diferencia porcentual por la cual fue derrotado el justicialismo en el orden local fue en 1999 cuando el profesor Blas Aurelio Primo Aprile con un 61,03% de los votos, fue el más votado de la historia y le ganó por una diferencia de 42,53% a la Concertación Justicialista para el Cambio, que obtuvo el 18,50% de los votos.

La cifra promedio de votos obtenidos por el justicialismo, que solo en 1983 fue como PJ todas las demás veces integró frentes electorales, en las 11 elecciones analizadas arroja un resultado de 26,83% de votos por elección, de los cuales en 7 elecciones estuvo por debajo del mismo y en solamente en 4 oportunidades lo supero.

Si consideramos las cifras desde el promedio obtenido por los ganadores en la categoría intendente, obtenemos que el promedio da un 41,39% de los votos y el mismo fue superado en 5 oportunidades de las 11 aquí consideradas y en 6 no lo fue.

Somos conscientes de que quien lea con ojo crítico este artículo, pueda objetarnos sosteniendo que los fríos números no agotan la respuesta que planteamos al inicio, a ello replicamos con el apotegma que nos enseñó nuestro sabio conductor, el Gral. Perón: “la única verdad, es la realidad”.

Entonces a partir de la realidad fáctica de los resultados electorales, de su evaluación y análisis podemos concluir que lo que puede estar faltando es no quedarnos en respuestas fáciles, como cuando se dice: “no hay caso, es una ciudad gorila”, vemos que tal afirmación es falsa y queda desmentida por los hechos: hubo tres intendentes peronistas, se ganaron dos elecciones legislativas en lo local y se ha ganado en otros niveles y categorías de cargos electivos.

Debemos entonces buscar la respuesta por otro lado, asumir esa realidad que nos marcan los números electorales y comenzar una introspección profunda, tanto de la militancia como de la dirigencia, los que nos debe estar faltando es la formulación de un proyecto local, que enamore a los marplatenses, que convoque ampliamente y que perseveren en el tiempo quienes lo representen, no teniendo que arrancar de cero cada vez que se enfrenta un proceso electoral, para eso el partido debe ser un ámbito convocante y articulador de todas y todos.