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Cultura 2 de octubre de 2025

Postales poéticas de Mar del Plata: Tentativas para habitar un viaje en tren

A la manera de Georges Perec, Jesica Marina Quinteros observa y anota todo lo que ve de un viaje en tren, incluso lo más trivial o lo que suele pasar inadvertido, hasta agotarlo. En esa descripción minuciosa, y desde una mirada extrañada y poética, aparecen reflexiones sobre nuestro territorio y quienes lo habitamos.

El siguiente texto fue elaborado en el Taller de Oralidad y Escritura, materia de Letras de la UNMdP, dictada por el docente Matías Moscardi. Después de leer y analizar “Tentativa de agotar un lugar parisino” (1975) de Georges Perec, se propuso a los estudiantes imitar los procedimientos usados en este texto: ir a un punto fijo de la ciudad (ya sea céntrico o periférico, turístico o local) y tomar nota de todo lo visto. El resultado, un listado de personas, objetos y situaciones de la vida cotidiana, de todo aquello que suele pasar desapercibido por la mirada automatizada y rutinaria, pero que demuestra, como dice Moscardi, “todos los datos históricos, culturales, sociológicos y estéticos que aparecen cuando nos sentamos un par de horas a mirar con atención cualquier lugar de la ciudad”. LA CAPITAL publica en la sección Postales Poéticas de Mar del Plata una selección de las “Tentativas de agotar un lugar marplatense”, mediante las cuales los alumnos invitan a redescubrir nuestro territorio con ojos de poeta.


Para más información sobre este ejercicio y la historia del taller, leer la nota de LA CAPITAL en la que el docente a cargo, Matías Moscardi, cuenta cómo nació la propuesta de salir a recorrer la ciudad con ojos de poeta:

Estudiantes de Letras recorren Mar del Plata para describirla con ojos de poeta


Por Jesica Marina Quinteros

Viaje en tren desde Mar del Plata a Buenos Aires.

Viernes 11 de abril de 2025 en la estación de trenes de Mar del Plata.

Es otoño, son las 14:13.

El día está nublado. No hace frío ni calor.

Va subiendo la gente y acomodándose en sus lugares.

Suenan los celulares.

Llamadas inesperadas antes de que el tren avance.

Una persona necesita ayuda para subir una maleta, otra persona la ayuda.

Mucha gente viene cargada con su equipaje y otros llevan solo una mochila.

Adentro está funcionando el aire acondicionado, se escucha el ruido.

Las personas pasan buscando su lugar, el número del asiento. Ventana, Pasillo.

Nunca entendí por qué están prendidas las luces del tren a plena luz del día.

De repente salió el sol.

Unos desconocidos del asiento de al lado se saludan. Se ve que se conocen.

El tren está casi lleno.

Los carteles que están ubicados cerca de los baños me llaman la atención. En especial el del baño que tiene la figura de un dibujo de mujer y hombre, dice una fecha que no es la actual y una hora diferente 02:40.

Hay un cartel de Prohibido Fumar y un plano de evacuación.

Un chico vestido de negro con sombrero me llamó la atención, llevaba consigo una almohadita para dormir más cómodo.

A mí me tocó el asiento 34 P del pasillo, justo está en el medio del vagón que tiene una mesita en el medio de los asientos.

El guardia pasa pidiendo el boleto. En mi caso lo tengo impreso, pero otras personas lo tienen en el celular.

El tren salió puntual 14:22.

La gente sigue pasando con sus valijas y niños.

La clase de personas es variopinta. Pues hay varias personas de distintas edades.

Me acuerdo de la palabra errancia y de lo que significa. Deambular sin un lugar definido. Lo contrario de lo que ocurre en el tren. Sabemos a dónde se dirige y sabemos dónde tenemos que sentarnos. Pero ¿siempre obedecemos? Un señor se cambió de asiento porque no había nadie sentado.

Siguiendo con la errancia me acordé de Bourriaud, cuando expresa:

La errancia representa una interrogación política de la ciudad. Es escritura en marcha y crítica de lo urbano considerado como la matriz de los guiones en que nos movemos. Como principio formal de composición, la errancia remite a una concepción del espacio que se inscribe a la vez contra lo lineal y contra lo plano. Todo itinerario o recorrido supone un diálogo entre el sujeto y las superficies que atraviesa, en que se efectúan actos de traducción. En la errancia el sujeto se transforma en un nómada recolector de signos (2009, p.83).

También a través de sus palabras invita a resignificar lo que vemos. A plantearnos nuevas conjeturas y posibilidades. Y me abre un panorama de aperturas.

Pasaron 40 minutos. Ya empezó el ruido de celulares de nuevo. Muy normal en este tipo de viajes.
Algunos juegan a los jueguitos, otros miran videos o contestan mensajes.

El tren se mueve, los árboles pareciera que también y las casas bajas parecen en movimiento.

Se escucha una voz de la operadora del tren, es un audio grabado que habla acerca de las prohibiciones: de no fumar, no consumir alcohol y no arrojar residuos en los baños del tren porque si no se tapan y se clausuran.

El ritmo del tren se acelera y todo el paisaje que se ve, se mueve muy rápido. Se volvió a nublar.
Hay vegetación, los árboles se mueven como si danzaran, figuras que se reflejan en la ventana.
De a ratos el tren desacelera.

Los colores del otoño son muy particulares. Amarillo, naranja, rojo y verde. Así se observan los árboles.

Se ve a dos caballos en medio del campo pastoreando.

Tinglados y espacios de construcción.

Estamos alejándonos de la ciudad, es un hecho. Se ve la ruta desde la ventana del tren y también el campo. Los postes de luz y sus cables son una constante en el viaje como un vago recuerdo de mis viajes en auto de la infancia que se repiten.

Autos y camionetas que se ven en la ruta. La ruta con sus carriles de ida y vuelta.

El campo, los árboles, algunas casitas de un barrio periférico de la ciudad.

Algunas casas rurales.

Dos guardias del tren que llevan sus respectivos uniformes están ofreciendo café y sanguchitos de miga gritando a viva voz y alguien les preguntó cuánto salían los sanguchitos, 4.000 les dijo el guardia.
Los árboles parecen que están casi dentro del tren, se acercan demasiado a la ventana. Son casi una persona más.

Una casa de barro con techo vivo y una planta de cola de zorro que se repite en el paisaje. Es una planta autóctona.

Llegamos a una estación o a un pueblo, lo sé porque tiene un cartel pero no llego a leerlo.

En el horizonte se ve un cielo gris, aunque abajo cerca del horizonte está un poco más blanco.

Ahora los arbolitos se ven lejanos desde esta perspectiva, creo que es porque están lejos.

El tren acelera, va rápido, se escuchan las vías, tac tac tac.

Ahora a lo lejos se ve una especie de bruma o niebla. Nunca lo había visto desde el tren. Se parece a un cuadro de Monet.

Muchas vacas en el campo, negras y marrones en su mayoría acostadas.

La operadora del tren dice que estamos próximos a arribar a la estación Vivoratá.

Son las 14:56.

Llueve, lo vimos por la ventana, se desdibujó el paisaje por las gotas de la ventana y me invitó a inventar nuevas formas, duró muy poco.

Vacas marrones con blanco.

Camiones pasan por la ruta.

Un coche negro.

Vacas negras.

Caballos marrones y uno blanco.

Un colectivo Tienda León.

Un camión con acoplado.

Plantaciones.

Pausa.

Una antena muy alta.

Ya estamos cerca de Coronel Vidal, lo acaba de decir la operadora y el guardia grita: “Próxima estación Vidal”; “Próxima estación Vidal”.

Son las 15:14.

Un colectivo Plusmar de larga distancia.

Tren en movimiento y con un sentido constante. Que genera sueño, se cierran los ojos. Y muchas personas ya están dormidas en sus asientos.

De repente un ring del celular nos despierta.

Cartel: SOCIEDAD RURAL DE MAR CHIQUITA.

Camiones de YPF.

Movimiento de gente en el cambio de trenes. Se cruzaron los trenes. Estamos próximos a llegar a la estación Vidal.

Vagones viejos. Casitas viejas y el tren se detuvo.

Una pintura de gauchos en el tinglado cerca de la estación.

El clima cambió. Ahora está despejado y se ven algunas nubes blancas, casi como una pantalla de la computadora de Windows 98.

El tiempo parece que pasa más rápido y por momentos se ralentiza, extraño.

Surge de esa extrañeza del tiempo, del cuánto falta para llegar y a la vez, el tratar de disfrutar en el medio, el viaje.

La operadora dice que estamos próximos a arribar a la estación Maipú. Son las 16:10 horas.
El guardia volvió a pasar anunciando la próxima estación.

Ahora el sol entra por la ventana e ilumina todo. Aunque parece que hay viento afuera.
Un vagón pintado de celeste, no parece tan viejo.

Se puede ver la cúpula de una Iglesia, dos antenas altas y se para el tren. Llegamos a la estación Maipú.

Me acordé de un libro que había leído hace tiempo en donde Le Breton menciona:

Cada espacio contiene potencialmente múltiples revelaciones, y por eso ninguna exploración agota jamás un paisaje o un pueblo. Caminar es la confrontación con lo elemental; es algo telúrico, y si bien es cierto que instituye un orden social dentro de la naturaleza (caminos, senderos, albergues, señales de orientación, etc.), es también una inmersión en el espacio no solo sociológico sino geográfico, meteorológico, ecológico, fisiológico, gastronómico (2022, p.12).

La exploración en los espacios tiene múltiples revelaciones y posibilidades. Una vez más invita a pensar más allá de la imagen que podemos percibir. Como el caso de una casa rosa en medio de la nada en la ruta. Me llamó la atención y me pregunto quién vivirá ahí y cómo. ¿Tendrá internet? ¿Podrá movilizarse? ¿De qué trabajarán? ¿Tendrán niños? ¿A qué escuela irán y cómo se transportarán de un lado a otro?

Un camión. Las vacas a lo lejos. Una laguna.

Hay una mujer rubia con anteojos de sol casi enfrente de mi asiento. Me llama la atención que nunca se haya sacado los anteojos hasta ahora. Tal vez es porque quiere dormir una siesta y no quiere que nadie la moleste.

Estamos llegando a General Guido.

Son las 16:26 falta una estación para llegar a la mitad del viaje.

Hora del mate: Varios pasajeros empezamos a tomar mate. Un ritual muy argentino.

La señora que viaja al lado mío empezó a preguntarme cosas. Se armó un diálogo ameno.
Después otras dos personas que estaban sentadas enfrente nuestro se sumaron a la conversación.

No tuve otra oportunidad de seguir observando el paisaje. Me detuve en escuchar sus experiencias, sus preocupaciones, sus profesiones.

Al final concordamos que algunos se conocieron por casualidad en la playa hace unos días, otros tenían conocidos en común. Mar del Plata, en su apariencia una ciudad pero con alma de pueblo.

Esos acercamientos e interacciones me distrajeron de la tarea de escribir. No lo tomé como una obstrucción. Sino que me dejé llevar por la compañía y las historias de vida.

Son cerca de las 20hs. Ya oscureció y se ven las estaciones de la ciudad, sus luces, los movimientos de los autos. Estamos próximos a finalizar este viaje. Cerca de la ciudad de la furia.

Me despido cálidamente de mis acompañantes casuales, me bajo del tren.

Finalmente llegué a destino.