CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Cultura 18 de febrero de 2024

Releer por primera vez: “El hombre ilustrado”

Una reflexión sobre las relecturas y la imposibilidad de leer los clásicos por primera vez, "porque ya estaban ahí antes de que nos acercáramos a las impresiones en negro sobre blanco".

Ray Bradbury (1920-2012) es uno de los emblemas de la ciencia ficción, aunque él prefería definirse como un escritor de fantasía.

“Los que olvidan releer se obligan a leer
en todas partes la misma historia”
(Roland Barthes, “S/Z”)

Por Catalina Méndez (*)

Es la última mañana de un enero que nos derritió lento y constante. Le recomendé un libro que no le gustó, así que conversamos otras posibilidades. Tengo en mi biblioteca las primeras novelas de Murakami, editadas en conjunto por Tusquets; a mí no me encantaron, pero a él Murakami le gusta desde el vamos, así que podrían funcionar. En realidad, me dice, yendo en contra de un principio que había declarado años atrás, tiene ganas de releer, releer a Bradbury, para ser más preciso. Busca en el aire el título de la antología en la que sale “El hombre ilustrado”; no puede recordar si el libro se llama así o si en la portada aparecen otras palabras.

Cuando él era chico no era común ver gente muy tatuada, hoy sí. Los amigos de mi hermana tienen los cuerpos ilustrados por otro amigo que los tatúa cuando se juntan a comer. Mi propia hermana, su propia hija, se ha tatuado acá, en casa, bajo este techo, mariposas y serpientes blancas que se enroscan alrededor de su piel dorada. La cuestión, vuelvo a la cuestión, es que cuando leyó por primera vez “El hombre ilustrado” había una propuesta doble: la intriga de los tatuajes que cobraran vida, sí, pero también el hecho de que el protagonista estuviera tatuado de la cabeza a los pies. Como esta conversación ocurrió esta misma mañana, hace poco más de una hora, me permito volver a citarlo textual y de memoria: cuando era chico no era común ver gente toda tatuada, hoy sí: lo quiero releer desde la perspectiva de hoy.

En una conversación de living condensamos el espectro de la actualización de los textos. Cómo va a releer “El hombre ilustrado” una persona que lo leyó en una infancia distinta, en un mundo distinto. Cómo se relee “1984” con Gran Hermano al aire y en Twitter, y la supervigilancia de los celulares y las redes sociales. Etcétera, etcétera. Me voy a leer “El hombre ilustrado”, que aún no tuve el gusto. Ya vuelvo.

El hombre ilustrado

Resulta que la antología sí lleva el cuento por título. No pude encontrarlo en la biblioteca de papá, así que tuve que recurrir a mi actividad habitual y preciada de piratearlo por internet. Es el primer cuento, presentado a modo de prólogo, incluso. Es mucho más breve de lo que había esperado, sobre todo porque papá lo recuerda mucho, me lo mencionó repetidas veces a lo largo de mi vida, lo ha recordado repetidas veces a lo largo de la suya, aún más larga.

Para mí, como lo será para él, esta es una relectura. Esa es la cuestión de los clásicos, de las historias que tenemos de oído: están condenadas (nos condenan a nosotros, también) a ser relecturas. Nunca más podremos leer por primera vez “Hamlet” ni “Cumbres borrascosas” ni “La Divina Comedia”, porque ya estaban ahí antes de que nos acercáramos a las impresiones en negro sobre blanco. (Quizá y sólo quizá, quedarían exceptuados aquellos que sobrevivieran a una catástrofe planetaria y nacieran en un tiempo posterior a la humanidad, posterior a las historias, si acaso fuera posible. Y solo podrían leer por primera vez aquellos que nunca leyeron ni escucharan nada, y sólo ocurriría con las primeras dos o tres historias que leyeran u oyeran, porque después, después, todo es relectura). Como lo traje a tema hace un momento, y como también está en boga: no se puede leer por primera vez “1984” con Gran Hermano veinticuatro siete en la televisión, ni con el chiste de que hay un agente secreto que nos mira los historiales de búsqueda. No se puede leer por primera vez, porque todo es preexistente.

Hace unos años, cuando leí “Gilgamesh” (la épica escrita más antigua de la que se tiene registro) “por primera vez”, también releía “La Odisea”, el Diluvio Universal, el descenso al Inframundo de Orfeo. Esto es la intertextualidad, la actualización, el hecho de que nadie existe ni escribe ni lee en soledad absoluta. La literatura es el punto de encuentro donde Todo confluye, el nexo universal, la Roma de donde parten los caminos.

Leo “El hombre ilustrado” por primera y centésima vez en mi vida. Me remite a “De ratones y hombres”, al “Aleph”, a las sagas de fantasía que leí en mi adolescencia, a papá. Voy a volver a buscar el libro en su biblioteca, para él y para mí, para releerlo, para que me lo cuente otra vez, para que descubrir qué le pasa cuando lo relee tantos años después, en este mundo lleno de personas ilustradas.

—Qué curioso —dijo, los ojos cerrados—. No podés sentirlos, pero ahí están. Siempre espero al día en que mire y ya no estén… ¿Siguen ahí, ahora?

Después de un momento largo, exhalé.

—Sí —dije—. Siguen ahí.

Catalina Méndez.

Catalina Méndez.

(*) Catalina Méndez nació en Mar del Plata en 1998. Es licenciada en Artes de la Escritura por la Universidad Nacional de las Artes (UNA), investigadora, correctora y editora. Escribe tanto narrativa como poesía.