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Cultura 13 de noviembre de 2016

Rosa Montero: “La muerte es inmunda, irracional, casi como una estafa de la vida”

El sexo, la traición, el despecho, la soledad, la tristeza, la debilidad propia del ser humano y una salvación: el amor.

La novela de Rosa Montero que estremece a los lectores y lo hace con humor. Rosa Montero habla de estos temas y de “La carne”, su última novela.

La escritora española Rosa Montero, de visita en el país para presentar “La carne”, su última novela, donde habla de la tristeza de una mujer que recurre a un gigoló para salvarse de la soledad, dice que “la muerte es una estafa que no cabe en la cabeza del ser humano”.
Montero habló sobre “La carne” y confesó que recién “de grande” descubrió la importancia del amor, que la inspiró a escribir esta historia.
Editado por Alfaguara, el libro cuenta la vida de Soledad Alegre, una mujer de 60 años licenciada en Historia del Arte y curadora que tiene un amante (Mario) al que quiere darle celos cuando se da cuenta de que no va a dejar a su mujer. Para cumplir con su cometido contrata a un gigoló para asistir al Teatro Real y ver la ópera “Tristán e Isolda”.
“La novela tiene mucho de ópera. Comienza en un teatro y a lo largo de la trama hay mucha música, primero porque me gusta y segundo porque es como una traslación de la historia de Soledad, que tiene esa cosa operística que puede rozar la máxima belleza y a la vez tiene mucho de cartón-piedra”, comenta la autora.
Adam Gelman, el escort que Soledad encuentra por internet, tiene “32 años, 1.91, pelo negro, ojos color miel, complexión atlética y habla español, inglés y francés”, según se describe en el libro, y con quien ella comenzará a tener una relación un tanto inquietante.
“Mi protagonista se acerca a los 60, y tiene menos tiempo por delante para rehacer su vida. En sus espaldas lleva una mochila de piedras enormes. Una de ellas es no haber conocido el amor verdadero, una pareja. Tuvo muchos amantes pero nunca una pareja”, cuenta Montero.
“Cuando estaba terminando este trabajo me di cuenta de que no había hecho falta irse tan lejos porque hay muchos hombres y mujeres -aún los que llevan años de casados o con múltiples parejas- que siguen arrastrando dentro de ellas esa especie de herida insondable y abrasadora de creer o sentir que nunca han sido amados de la manera en que han querido, y que eso puede crear una frustración y puede ser tóxico”, reflexiona la escritora y psicóloga.
Montero sostiene que “es un resquemor tan grande que no es importante sólo para la vida personal, sino que llega a tener repercusiones sociales. Creo que no es la causa única de grandes catástrofes, pero sí que puede influir en grandes situaciones sociales. El amor mueve al mundo y de esto me doy cuenta ahora”.
– Qué ironía el apellido de la protagonista, no. ¿Por qué lo elegiste?
– Soledad Alegre es una burla de la vida que tantas veces nos pasa. Con su hermana, Dolores Alegre, hablan de lo malvada que fue la madre de ambas y eso explica varias cuestiones a lo largo de la historia. “La carne” cuenta cosas tremendamente graves, trágicas y amargas, pero lo cuenta desde el sentido del humor que a mí siempre me gustó mucho, porque creo que es una vía de conocimiento de la realidad muy importante.
– ¿Conoce a mujeres que hayan contratado un gigoló?
– ¡A ninguna! Pero conste que no me he inventado nada, 600 euros es la tarifa actual por cinco horas de compañía, durante mi investigación me contacté con uno que me contó algunos detalles expuestos en la novela.
– ¿La carne es realmente débil?
– La carne es lo que nos aprisiona, nadie ha escogido el cuerpo que tenemos. La carne es la que nos enferma, nos envejece y nos mata, aunque también es maravillosa porque nos hace rozar la gloria del sexo y del deseo. Es extraordinaria porque nos hace sentir eternos cuando tenemos un estallido de pasión fusional y nos hace sentir que la muerte no existe.
– ¿Cuál es tu relación con el cuerpo?
– Soy muy física, me gusta mucho el ejercicio, subo montañas. Tengo una relación muy buena con mi cuerpo y muy mala también, porque me enferma, me envejece y me mata. Pues ahí estoy, en esa relación con la carne que es muy conflictiva.
– El paso del tiempo y la muerte son temas recurrentes en tu escritura. ¿Cómo te encuentra parada en la vida este nuevo trabajo?
– Exactamente igual. La literatura del siglo XX y XXI es una literatura muy marcada por la muerte pero en mi caso sucede mucho más. Son novelas tremendamente existenciales desde el principio. Mi primer trabajo publicado fue a mis 28 años y ya trataba estos temas. Uno comienza a envejecer desde la cuna pero la mayor parte de la gente no es consciente de que son mortales. Todos estamos condenados a la muerte pero la mayoría de la gente vive como si fuese eterna. Creo que los novelistas estamos más obsesionados por la muerte y el paso del tiempo que la media de los mortales. Sentimos como si llevásemos un contador de taxi en la cabeza y eso, a la vez, te hace vivir intensamente porque eres más consciente de que estás vivo y no se puede perder nada, hay que aprovechar el momento.
– ¿Le tenés tanto miedo a la muerte?
– ¡Muchísimo, claro! Es que la muerte no cabe en la cabeza. Venimos tan llenos de un yo enorme que lo inunda todo, de una conciencia de vida, de un montón de deseos y proyectos, que de repente en dos parpadeos te haces viejo -si tienes suerte de no morirte joven-, en otros dos te mueres y en otros dos se muere tu generación y ya no hay quien te recuerde. La muerte es inmunda, irracional y es casi como una estafa de la vida. ¿Cómo venimos a esta vida tan bonita y nos morimos? A mí me encanta vivir.
– ¿No hay religión ni espiritualidad que calme esa angustia?
– Soy agnóstica. Dejé de creer en dios a los 15 o 16 años. El afán de transcendencia del ser humano, el hecho de conectarse con el todo o con los demás, ese impulso que los psicoanalistas llaman ‘oceánico’, la especificidad del ser humano, lo completo escribiendo para comunicar, para trascender del ‘yo diminuto’.



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