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Deportes 24 de junio de 2019

Se reconstruyó con jerarquía y aprovechó la gran oportunidad

El recorrido de Alvarado pasa el ascenso. Giganti apostó a jugadores de experiencia para rehacer un plantel que se había desmantelado. En un Federal A sin "pesos pesados", el equipo marplatense fue protagonista de principio a fin. No pudo en el Pentagonal pero sí en la Reválida.

Por Juan Miguel Alvarez

Alvarado tuvo capacidad de reconstruirse con jugadores de jerarquía, fue protagonista desde el inicio del torneo, accedió por primera vez al Pentagonal Final y, esfumada esa chance, mostró carácter y juego para afrontar los cruces eliminatorios de la Reválida. Así, se quedó con el segundo pasaporte que entregó el Federal A 2018/19 a la Primera B Nacional, el destino soñado desde hace mucho tiempo.

“Consideramos que los clubes que habitualmente se refuerzan para ascender ya no están en la categoría”. Con esa frase, Mauricio Giganti explicó los motivos de la renovación de su contrato antes de la temporada y anticipó una posibilidad histórica para el club marplatense.

El DT habló desde el principio sobre mejorar la campaña anterior (cuartos de la Reválida). Aunque, en realidad, en su mente no había otra cosa que lograr el ascenso. Sin competidores de renombre o de gran poder económico, Alvarado inició el campeonato como uno de los cuatro o cinco favoritos.

Claro que al principio tuvo la difícil tarea rearmarse casi por completo, sin las principales piezas del torneo anterior. El arquero Francisco Rago se fue a Atlanta (fue figura en el ascenso en la B Metropolitana), Walter Erviti se retiró y seis futbolistas pasaron a equipos de la B Nacional: Federico Paulucci, Gastón Martínez, Martín Palisi, Marcos Litre y Joaquín Susvielles. Apenas siguieron Matías Caro, Emanuel Urquiza, Fernando Ponce, Tomás Mantia y Francisco Molina de la base titular. Encima, el choque con Boca por Copa Argentina a principios de agosto de 2018 alteró la planificación en torno a las incorporaciones y la pretemporada.

Para acortar plazos de adaptación, el club marplatense incorporó jugadores de comprobada capacidad y con numerosos partidos en categorías superiores. Eso no suele ser una garantía, pero en este caso las elecciones fueron atinadas.

Por características de los integrantes, el promedio de edad (30 años entre los que más jugaron) no fue impedimento para ejecutar el habitual estilo que pregona Giganti, de presión constante y mucha dinámica.

El equipo marplatense fue al frente de local y visitante. Perdió varios puntos por falta de efectividad. El “9” fue el punto más bajo del equipo. Emiliano López cumplió al principio, después estuvo seis meses sin convertir y en el tramo final trabajó más para el equipo que para el gol. Aunque convirtió el más importante del campeonato. Domingo Omar Zalazar llegó en el receso para competir por el puesto pero no fue “refuerzo” (apenas anotó un gol por Copa Argentina).

A falta de un aporte ostensible de los centrodelanteros, Alvarado contó con mucha llegada de los mediocampistas ofensivos: Depetris y Gentile marcaron siete goles cada uno. Y sumó diez tantos de defensores, una cifra considerable.

El arquero Matías Degrá fue jugador el más determinante. Arrancó bien, perdió el puesto (cuatro partidos) tras un leve bajón, pero desde que regresó tuvo actuaciones sobresalientes con grandes atajadas en choques decisivos.

En defensa contó con zagueros centrales muy confiables, incluso con cambios de nombres por las lesiones. En la primera etapa con Germán Mendoza y Tomás Mantia -lució más que en el lateral-, y en la parte final con el liderazgo de Diego Herner y la solidez de un renovado Martín Quiles.

Roberto Bochi fue la rueda de auxilio en el centro del campo. Y siempre cumplió como actor de reparto. Tanto como el rendidor Fernando Ponce. Cristian Canuhé fue el volante “mixto”, Caro aportó desde su polifuncionalidad y el capitán Emanuel Urquiza logró por fin continuidad en el tramo final a base de correctas actuaciones.

Alvarado se hizo muy fuerte en el José María Minella, donde no perdió en toda la temporada (en la anterior, también con Giganti, solo había caído una vez contra Gimnasia de Mendoza). En la primera fase también sacó muchos puntos como visitante (ganó en Cipolletti, General Roca, Puerto Madryn y General Pico) para adueñarse del primer puesto en la Zona 1 con comodidad. En muchos partidos no concretó lo que generó, en otros no mantuvo la intensidad por largos periodos de tiempo, pero siempre fue fiel a su idea y buscó ser protagonista. Mostró credenciales sólidas ante Deportivo Madryn como local (3-0).

En el Octogonal de la segunda fase también logró el “1”, pero clasificó de forma agónica. Inició con triunfo sobre Camioneros, pero después de la derrota en General Cerri y tres empates seguidos, dependió de terceros. Cuando Villa Mitre le igualó sobre el final el partido en el Minella “se le vino el mundo abajo”. Giganti recibió cuestionamientos y su continuidad fue puesta en duda. Finalmente los resultados ajenos ayudaron, Alvarado reaccionó y cerró la instancia con dos triunfos para llegar por primera vez al Pentagonal Final.

Sin embargo, la ilusión del primer ascenso duró muy poco. Apenas el partido en Río Cuarto, que perdió sobre el cierre y con polémica. Estudiantes tuvo un “bonus” por ayudas arbitrajes y se quedó con la primera plaza a la B Nacional que solo le disputó Sarmiento de Resistencia.

Con su triunfo en la última fecha ante Defensores de Belgrano -“verdugo” histórico-, Alvarado quedó con el tercer puesto y con buenas perspectivas para la Reválida, la segunda oportunidad de llegar a destino, con solo tres cruces eliminatorios por delante.

El otro favorito, Sarmiento, cayó en el primer duelo con Deportivo Madryn. Así, el equipo marplatense tuvo el camino allanado, con la posibilidad de definir siempre como local.

En los tres play-offs el equipo marplatense volvió en igualdad de condiciones de sus visitas. Y ante su gente se impuso de forma ajustada pero merecida a Sol de Mayo, exhibió su mejor versión contra Deportivo Madryn y mostró el temple necesario en el duelo decisivo con San Jorge para sacarse de una vez por todas la espina de 1992.



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