Serás lo que quieras ser…
por Alberto Farías Gramegna (*)
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“No tengo al mundo más que por lo que es (…) un teatro donde cada cual debe representar su papel”
El Mercader de Venecia, W Shakespeare
“El ser se expresa por el hacer y viceversa”– (del libro “Ser en el hacer”)
La convergencia de intereses y necesidades del hombre trabajando en situación resulta de la articulación del recurso humano con el factor humano. El personaje del rol organizacional amalgamado con las necesidades integrales de la persona (desde las básicas fisiológicas hasta las de autorrealización)
La tensión entre personaje y persona es funcionarizada o disfuncionalizada por la personalidad del actor laboral. Personaje de rol, persona de necesidad y personalidad del trabajador se despliegan en un escenario preciso sobredeterminado y sobredeterminante: la organización laboral.
Que el sujeto identifique su ser productivo y creador con su trabajo, que pueda alinear su identidad laboral con lo que hace y produce y con el cómo y dónde lo hace es una cuestión de enorme relevancia a la hora de considerar la calidad de vida laboral y la autorrealización por la profesión del oficio. Es interesante señalar como un hecho cotidiano, que cuando le preguntamos a alguien por lo que hace laboralmente nos expresa una respuesta relacionada con su “ser de trabajo”: dice “soy comerciante, ingeniero, profesor, periodista, etc.”
El ser se expresa por el hacer y viceversa. Durante mucho tiempo se consideró a la vocación como una fuerza innata e irrefrenable capaz de sortear todos los escollos que se interpusieran entre el individuo y su meta.
La vocación estaba más allá del carácter y de las circunstancias, era un sino, un llamado interior que le permitía a alguien “ser lo que debía ser o sino no ser nada”, tal la sentencia atribuida al Gral. San Martín.
La idea de “vocación”
Modernamente la idea acerca de la vocación ha cambiado sustancialmente, al menos desde el enfoque científico de los especialistas (psicólogos laborales, sociólogos, etc.).
El diccionario nos ubica en el origen de la palabra: “del latín vocatione, llamamiento. Inclinación a cualquier estado, profesión o carrera. Aptitud o atracción por una actividad profesional determinada.
Para una adecuada orientación vocacional la psicología tiene en cuenta el desarrollo conseguido en aquellas aptitudes intelectuales que más directamente están en relación con la profesión a la que el joven se siente inclinado, y también sus principales rasgos de personalidad”.
Remarquemos dos palabras de la reciente definición: “inclinación” y “aptitud” y ambas se relacionan con el concepto de “rasgo de personalidad”
Puede alguien sentirse inclinado o entusiasmado por alguna actividad profesional, pero luego descubrir que su aprendizaje le resulte difícil o aburrido porque en verdad no reúne las aptitudes necesarias. Esto no tiene nada que ver con la inteligencia o la voluntad, sino con la personalidad y los intereses “esenciales” de cada uno.
Sería demasiado pretencioso intentar definir los factores que intervienen en la formación de una actitud vocacional -que en nuestro mundo actual choca con límites precisos que hacen confrontar deseos con realidades estrechas- Los hay relacionados con el concepto psicológico de “Ideal del Yo” (como uno mismo imagina que quisiera ser), factores de presión familiar, de circunstancias económicas, de condiciones de oferta y demanda del mercado, de prestigio social, de moda, de tradición, vinculados con situaciones traumáticas de la vida infantil que con conciencia o no se buscan enmendar, etc.
Lo cierto es que toda pretendida vocación comienza en una fantasía de ser de tal o cual manera, haciendo esta o aquella cosa en determinadas circunstancias; pasa luego por un momento de decisión al tener que concretar el tiempo de estudio real, (facultad, escuela técnica, etc.) y arriba a un periodo de crisis al aproximarse la graduación y tener que buscar trabajo.
El comienzo de la vida laboral es siempre crítico porque implica un cambio de status socio-familiar y un pasaporte al mundo del rendimiento productivo que la sociedad y nuestro entorno inmediato nos exige, como confirmación, además, del paradigma que equipara lo normal a lo saludable. Para aquel que ingresa al mundo del trabajo estrenando una profesión, el desafío es doble: a mi identidad adulta le sumo la identidad del ser profesional. A mi nombre se pega como prefijo el tratamiento social que otorga mi título.
Con el tiempo a la habilitación técnica le sumaré experiencia y si mi personalidad resulta compatible y creativa quizá alcance un desempeño rayano en la excelencia. Pero eso ya es otra historia, que invito al lector abordar la segunda parte de esta breve comunicación.
La Orientación Vocacional Ocupacional (OVO)
El grado de desarrollo económico y el tipo de demanda laboral, así como el cambiante prestigio de las tareas y roles socio laborales, inciden fuertemente a la hora de elegir un oficio o profesión académica.
Ciertas personas de características apasionadas, intuyen y definen tempranamente sus intereses por cosas y quehaceres bien determinados, porque reconocen sin conflicto que en ellos se expresan claramente sus identidades y sus ideales. Otras -la mayoría- no tiene tan claro sus intereses y por lo general se sienten desorientados o confundidos frente al futuro laboral que habrán de elegir.
Es aquí cuando una orientación vocacional ocupacional (OVO), -especialidad que la Dra. Silvia B. Gelvan ha desarrollado y enseñado durante años en la Universidad de Buenos Aires y otros centros académicos- que tenga en cuenta no solo las aptitudes, sino también el conflicto y la personalidad del orientado, puede ser beneficiosa y oportuna, ya que buscara una mayor autonomía de criterios al momento de elegir.
Es cierto que no puede haber elección sin algún tipo de condicionamiento, es decir que no hay elección en “libertad absoluta”, ya que siempre estamos condicionados de algún modo, por nuestra conciencia, por los prejuicios, por las costumbres, los valores, los límites de la naturaleza o la sociedad, por las fidelidades, las creencias, las culpas, etc.
Pero, a pesar y con todos restos condicionamientos a cuestas, los hombres no pueden dejar de elegir a cada instante algo de mayor o menor importancia para sus vidas, y esta elección puede ser considerada como “un acto responsable en una libertad posible” (posible, por las circunstancias históricas que son diferentes en cada uno)
Nuestro diccionario, al referirse a la palabra “elección”, enfatiza precisamente que es sinónimo de deliberación, libertad para obrar. Deliberar y obrar dice la definición: pensamiento y acción, he aquí la síntesis de una verdadera elección, su esencia.
La elección laboral y la identidad personal
Elegir un oficio, una profesión es definir o al menos intentar dibujar una identidad, es también recortar -a veces artificialmente- ciertos aspectos de la personalidad para resaltar otros.
Orientar “voca-ocupacionalmente” a un joven es una tarea delicada que implica, no solo “descubrir” una aptitud para resaltarla, sino ayudarlo a pensar una ubicación ocupacional concreta, que reforzará después aspectos específicos de su identidad laboral, ayudarlo en fin a pensar sus posibilidades personales y sociales relacionadas con ese perfil de rol laboral que marcará su vida futura.
La orientación vocacional ocupacional, no es un acto adivinatorio ni una búsqueda arqueológica donde se descubra una supuesta vocación oculta, tampoco el orientado es un “elegido”, sino que contrariamente debe partirse de un hombre libre para poder elegir, con los riesgos, las perdidas y el interjuego con los condicionamientos y el azar presente en el devenir de toda elección.
El orientador voca-ocupacional es un técnico universitario entrenado profesionalmente para ayudar
-utilizando técnicas estandarizadas y entrevistas abiertas- a que el cliente orientado descubra, por una parte, la vinculación de sus actitudes y fantasías con los roles laborales pensados, sus conflictos y temores de fracaso y -por otra parte- a facilitarle vías de información sobre ofertas de capacitación, áreas de aprendizaje y coincidencias o discrepancias entre lo deseado y sus posibilidades materiales de concreción.
En resumen la orientación vocacional ocupacional debe ser un proceso articulador entre factor y recurso humano, orientado a su vez a una meta básica: que la persona mejore su capacidad de auto comprensión y con ello aumente sus posibilidades de elección de un futuro rol profesional, es decir de libertad, acercándose a la idea de acciones electivas autoeficaces, que pudiera resumirse en una versión libre de la mítica frase sanmartiniana: serás lo que quieras ser…en tanto trabajes para crear las condiciones que te permitan serlo.
(*) Consultor en psicología del trabajo y RRHH organizacionales.
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