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Cultura 31 de julio de 2021

Silencios, pasado y verdad tensan la nueva historia de Gabriela Exilart, “Secretos al alba”

En su flamante novela, la escritora retoma los años de la Guerra Civil Española para contar una historia de amor atravesada por el drama de varias generaciones y diversas familias. La necesidad de saber la verdad sobre el pasado, clave en este libro.

Por Paola Galano

 

 

Regresó al tiempo de la Guerra Civil Española y de la posguerra en Burgos y Guijón, algunos de los escenarios en los que transcurre “Secretos al alba” (Editorial Plaza y Janés). Ya había indagado en esos años en otro de sus libros. Y ahora vuelve “encariñada con los personajes” que ovillan, desovillan y tensan la historia.

La escritora marplatense Gabriela Exilart propone este año una novela atravesada por temas como el descubrimiento de la verdad, la identidad y los orígenes familiares, ejes que parecen conmoverla. Y son esos dilemas los que también obsesionan a los protagonistas: María de la Paz Noriega y Antón Navarro.

Ella es una joven curiosa que desoye ciertos mandatos y se lanza a investigar en el pasado de su padre. Busca información porque, con esos datos, quiere escribir su primera novela. El, en tanto, también busca información: es periodista radial, sus padres desaparecieron durante la Guerra Civil y se saca esa bronca en peleas clandestinas.

El choque entre ambos no tarda en llegar, ya desde las primeras páginas. Y aunque la atracción es lo primero que aparece, una larga historia de encuentros y desencuentros matizan el relato, que se funde en una nutrida galería de personajes.

Es que “Secretos al alba” está contada en cuatro tiempos, todo un desafío para la novelista marplatense, autora de títulos como “Tormentas del pasado”, “Renacer de los escombros”, “Con el corazón al sur”, entre muchos otros.

 


secretos al alba

Tapa de la novela.


 

El tiempo presente de María de la Paz y Antón es 1956, la época de Franco y de la posguerra. Desde allí, la historia se remonta a 1901, a 1915, 1916, 1918 y también a 1936, durante los años de la Guerra Civil. Los secretos, las apariciones y desapariciones recorren la vida de varias generaciones, en medio de todo lo que deja la guerra: familias partidas, hijos perdidos, hermanos separados, discapacidades físicas, hijos apropiados, padres desaparecidos, amigos que traicionan.

Entrevistada por LA CAPITAL, Exilart habló del trabajo de vincular todos esos tiempos: “Es muy complejo, es como armar cuatro rompecabezas a la vez, requiere prestar mucha atención a los detalles. Voy escribiendo todas las historias a la vez, tensando los hilos al máximo, sembrando dudas y sospechas, hasta que empiezo a desovillar para que esos cuatro tiempos terminen en una historia completa y compleja de las dos familias protagonistas”.

-¿Apelás a las líneas de tiempo?

-No suelo hacer líneas de tiempo, soy bastante anárquica a la hora de escribir. Sí voy anotando fechas, nombres, relaciones familiares y hechos importantes.

-¿Qué nace primero, el tiempo histórico en el que querés investigar o la historia de amor y los personajes?

-Mi primera inquietud por lo general son los hechos históricos y el tema. La historia de amor viene después, incluso a veces me cuesta profundizar en el romance, porque todo lo que ocurre en los escenarios que elijo es muy fuerte; el amor es una consecuencia.

-¿Cuánto investigaste sobre la Guerra Civil Española, en qué fuentes abrevaste?

-Investigué mucho para escribir “En la arena de Gijón”, porque era una historia lejana, desconocida en su mayor parte, sólo tenía recuerdos de relatos de mi abuela, cuya visión era parcializada. Me documenté con libros que fui comprando una vez que me decidí a escribir sobre el tema, películas, testimonios, cancioneros incluso. Al momento de escribir “Secretos al alba” tenía la mayor parte del trabajo hecho, sólo tuve que profundizar en la época de la posguerra y las nuevas ciudades y pueblos donde ubiqué la ficción.

-¿Por qué se sabe poco de la existencia de campos de concentración durante la guerra civil?

-Porque ha sido un tema negado de manera constante en la educación española, que recién en los últimos años, de la mano del revisionismo histórico, se puso sobre la mesa, y gracias al trabajo de periodistas, escritores y también historiadores.

-El personaje de María de la Paz Noriega parece tu alter ego: investiga para dar forma a su primera novela, vive en una ciudad con mar, Gijón, y cuando no está cerca de él lo extraña. ¿Depositaste en ella tu voz? Además, es el único personaje del que conocemos su voz a través de la primera primera persona.

-Nunca lo había pensado así, no me di cuenta de que tiene tantas cosas mías… De todas maneras, ella es muy joven e impulsiva, yo siempre fui más racional. Quizás es un poco lo que yo no pude ser.

-¿Por qué muchos de los personajes se niegan a hablar de la guerra y de sus horrores? Dice el personaje de María de la Paz: “Mis padres hablaban a través de sus silencios”.

-Porque a nadie le gusta hablar de lo que lastima, de lo que
asusta, de eso que nos marca para siempre. Los seres humanos tendemos a callar los dolores, a no mostrar las cicatrices que todavía están a flor de piel. La guerra, la muerte, el hambre, la traición, el abuso infantil… nadie quiere contar eso.

-Adquieren gran protagonismo los secretos que guardan los personajes y que anidan en las familias, pero los secretos vienen acompañados de dolor, ¿se trata de una generación doliente que no quiere recordar?

-En mi opinión, quienes sufrieron en carne propia los desastres de la guerra y los campos de concentración no quieren hablar, son sus hijos los que buscan comprender el pasado y a su vez, entender el accionar de los miembros de su familia. Por eso la novela en una primera instancia se iba a llamar “Hijos de la guerra”, porque son las segundas y la terceras generaciones las que quieren saber.

-María de la Paz busca saber cuáles son sus orígenes ¿la impulsa la necesidad de conocer su identidad, hay una necesidad de verdad?

-Ahí sí hay un poco de mí en el personaje, para mí siempre es mejor saber la verdad que vivir a oscuras, y el tema de la identidad es algo que me desveló siempre, es uno de los temas recurrentes en mis novelas; lo toqué en “Renacer de los escombros”, en “Con el corazón al sur”, en “Napalpí”.

-Sin embargo, ¿hasta donde es posible conocer la verdad?

-En este caso la verdad solo la conoce el lector, toda la verdad de las familias la conoce el lector, hay personajes que no llegan a conocer toda la verdad. En algunos casos porque los vínculos se pierden en el camino y nunca se reencuentran. Y en otros por decisión de algún familiar: hay alguien que decide contar parte de la verdad para no causar un mayor dolor, los personajes llegan a conocer parcialidades, hay cuestiones que les siguen vedadas lamentablemente.

-Por otra parte, María de la Paz representa un modelo de mujer un poco más independiente para la época, aunque no llega a ser totalmente transgresora. ¿Por qué la ubicás a mitad de camino de la libertad femenina?

-Porque si bien ella tiene como antecedente a su abuela Purita, que era muy liberal para la época, y a su propia madre, la dictadura instaurada por Franco tenía un régimen muy estricto para con las mujeres, que anuló muchos derechos que les había otorgado la Segunda República. La mujer era como un menor de edad, debía ser ama de casa, madre y esposa sacrificada. Este modelo tenía el apoyo incondicional de la Iglesia Católica, por eso también hay varios pasajes de la novela donde los personajes deben ir a la iglesia, hacerse ver, cumplir con lo que mandaba Franco.

-Describís cómo muchos de los personajes logran acomodarse ni bien se impone Franco en el poder, esas ansias acomodaticias en torno a los vencedores ¿esa es otra consecuencia de la guerra?

-Creo que es consecuencia de la naturaleza humana, esa situación la podemos ver no sólo en la dictadura franquista sino en cualquier ámbito. Congraciarse con el vencedor tiene sus privilegios.

-Antón no puede olvidar, el dolor es violencia para él, necesita pelear, golpear y que lo golpeen, ¿cómo llegás a este personaje?

-Al principio no tenía muy definido el personaje masculino, sólo iba a ser periodista. Después, a medida que escribía me surgió la historia de sus padres, de su infancia en orfandad, y le fui sumando características y secuelas, hasta que pude completar su personalidad.

-Hay un personaje secundario muy sufrido, Alicia, quien se queda a vivir en una comunidad de gitanos. Mencionás el prejuicio de la época en torno a la idea de que los gitanos robaban niños, sin embargo, son ellos los que la cobijan.

-Quise quitar el prejuicio que existe sobre esa comunidad, prejuicio que ella misma tenía. No me gustan las generalizaciones, en ningún tema, porque todos los seres humanos somos buenos y malos a la vez, somos humanos y es esa misma humanidad la que nos hace distintos a todos, por más que pertenezcamos a cierta colectividad.

-¿Qué nueva historia estás escribiendo?

-Se viene una historia ambientada en Argentina, en la época del centenario, con dos escenarios muy distintos y una lucha que aún hoy no acaba.