CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
La Ciudad 6 de octubre de 2019

Taller de poesía en la cárcel: a veces, Hanuman irrumpiendo en la torre…

El Centro de Letras Hispanoamericanas de la Facultad de Humanidades realiza un taller para estudiantes adultos privados de su libertad.

por Claudia Marcela Segretin

“El poeta hindú Tulsi Das compuso la gesta de Hanuman y de su ejército de monos. Años después, un rey lo encarceló en una torre de piedra. En la celda se puso a meditar y de la meditación surgió Hanuman con su ejército de monos y conquistaron la ciudad e irrumpieron en la torre y lo libertaron”. R.F. Burton, La obra y el poeta.
Un taller de poesía del Centro de Letras Hispanoamericanas (Celehis) de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional Mar del Plata en una escuela secundaria de contexto de encierro, para estudiantes adultos privados de su libertad, no es un taller de poesía más. Los permisos gestionados para la actividad y las resonancias de la misma en los sucesivos muros que circunscriben el espacio educativo de la EEST 3 (Anexo UP15), son apenas los indicios primeros de esa singularidad. Pero la emoción de la experiencia poética, la gratuidad de la metáfora y las producciones realizadas y compartidas por esos participantes de vidas duras, endurecidas aún más intramuros, señalan un aspecto de esa singularidad en el que nos gustaría detenernos. Ciertamente, tomar la palabra, leer y escribir se vinculan con la posibilidad de ser sujeto, de asumir la enunciación y construir una interlocución posible tomando retazos de lo que otros nos legaron pero declinando esos legados de forma singular. Tomar la palabra es articular pensamiento y es también la posibilidad de inscribirse en aquel tapiz cultural del que nos habla Graciela Montes. No obstante, llegamos a ese encuentro con la palabra con diferentes historias a cuestas. El taller denominado “Memoria, sentidos y palabras (a la manera de Oliverio Girondo)” convocó a la totalidad de los estudiantes de la escuela. Unos 12 asistentes en total. Y contó con la colaboración de docentes de otros espacios curriculares y de una preceptora para coordinar y disponer una merienda especial de cierre.

Se procuró que lo sensorial y la evocación sinestésica (memoria, sentidos, palabras) se constituyeran como elementos disparadores para aflojar las soldaduras emotivas y promover el recuerdo que permitiera echar a andar, de a pasitos, la escritura. Un Cofre de los aromas (baúl de cuero en el cual se habían dispuesto tubos de ensayo que contenían canela; pimienta negra, blanca y roja en granos; lavanda fresca; hojas de menta; suavizante para la ropa; algodones mojados en colonia para bebé; granos de café, entre otros) posibilitó una exploración de las texturas visuales en principio y de los aromas a continuación. Experimentar, apreciar, oler, pensar, relacionar, imaginar, recordar y anotar todo lo que surgiera en relación con esos estímulos. La invitación a ir más lejos en las asociaciones, la escucha de las ocurrencias y el espacio para compartirlas habilitaron la aparición de un campo semántico vinculado con los buenos recuerdos familiares, amorosos, de la amistad, del barrio y del afuera en general. También estrechamente relacionado con la mujer (madre, novia, hija, abuela) como organizadora de la vida, de los alimentos, de los olores entrañables, de la ternura y el cuidado. La actividad puso en valor lo mucho que había para recordar y agradecer, pese a la circunstancia del encierro. El agradecimiento, su etimología y sus destinatarios frecuentes (Dios, la vida, uno mismo, San La Muerte, San Cayetano, la virgen, El Gauchito Gil) marcaron la continuidad del encuentro y fueron acercando a Girondo y su poema “Gratitud”. Brevemente presentado el poeta se procedió a la primera escucha del poema, con ayuda de parlantes. Las siguientes audiciones se realizaron ya con copias impresas en manos de los talleristas. Sin mediaciones teóricas los participantes repararon en el gesto transgresor de Girondo y fueron, espontáneamente, leyendo versos que respaldaban esa idea, o que los desconcertaba (leían los versos y miraban a la coordinadora como buscando alguna explicación que ésta no estaba dispuesta a apresurar). Vuelta al título, a lo que se repetía, y al final del poema varias veces, como una letanía: “Muchas gracias gusano. Gracias huevo. Gracias fango, sonido. Gracias piedra. Muchas gracias por todo. Muchas gracias. Oliverio Girondo, agradecido” El tercer tiempo del encuentro fue el de la escritura del propio poema “Gratitud” (a la manera de Oliverio Girondo). Fue necesario conversar sobre esa organización interna de estructuras sintácticas fijas y repetitivas que facilitaron que se pudiera poner en palabras algo del afuera y de la historia personal suspendidos por el encierro. A veces, Hanuman irrumpiendo en la torre…

Un ovillo de lana colorido lanzado al azar fue la invitación a oralizar cada poema. Cada lector retenía la hebra y lanzaba el ovillo a un nuevo lector designado en ese acto y así la tarde se fue tejiendo en “gratitudes”. La lectura de cada poema habilitó el comentario breve, las miradas intensas, el silencio respetuoso. Las producciones se fueron colgando en un cordel dispuesto con broches y al finalizar, se desanduvo el tejido enrollando la madeja y se cerró la parte literaria del encuentro para compartir una merienda especial. Graciela Montes,siguiendo a Winnicott, define la frontera indómita como un territorio en constante conquista, una zona de intercambio entre el adentro y el afuera, individuo y mundo, única zona liberada. A esa frontera que la adultez tiende a estrangular pertenecen el arte y el juego, la cultura en general. Estos talleres de poesía son una apuesta a abrir y ensanchar esa frontera. Una tarea irrenunciable en cualquier contexto, pero acuciante respecto de poblaciones (niñes, jóvenes y adultes) en condiciones de mayor vulnerabilidad. En un contexto en el que prima el control de los sujetos (de sus cuerpos, sus emociones, sus actos) y de las subjetividades, el espacio poético (como Hanuman con su ejército de monos) puede constituirse espacio de libertad y su acceso, una práctica de derecho. El derecho al pan y el derecho a la poesía.
(*): Docente de las cátedras “Didáctica especial y práctica docente” y “Seminario de investigación sobre enseñanza de la lengua materna y la literatura” en el Profesorado en Letras de la UNMdP.