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Cultura 7 de marzo de 2016

“Todo es posible en ese mundo de los niños”

Jorge Dietsch publicó su primera historia infantil

“Por los dientes de Guadalupe” es su primer libro para chicos, tiene ilustraciones de su hijo y fue escrito bajo las sugerencias de una nena de seis años. El autor, un médico jubilado, habla de los vasos comunicantes entre la medicina y la escritura. “Con los años, uno va descubriendo que, tan importante como la parte médica es indagar en la historia de la persona”, dijo.

La anécdota real de una niña de seis años a la que se le cayó su primer diente y teme la llegada del Ratón Pérez disparó su imaginación. Entre el juego y la broma, con la necesidad de seguir manteniendo el pulso de la escritura, Jorge Dietsch empezó a darle forma a esa historia. Y, diversión mediante, terminó con su flamante libro para chicos, “Por los dientes de Guadalupe”, que publicó la editorial Martín. Cada avance de la historia la testeaba con la misma Guadalupe, hija de una compañera de trabajo y dueña de la anécdota inicial. “Era como en las telenovelas o radionovelas, que se van construyendo de acuerdo a la respuesta del público, circunstancia que tanto fascinaba a Gabriel García Márquez… Aquí las sugerencias de Guadalupe pasaban luego a la historia”, contó al finalizar el cuento.

Médico jubilado del Hospital Interzonal General de Agudos, Dietsch tiene trayectoria como escritor de relatos y poesías. Con anterioridad, publicó cuatro poemarios, tres de los cuales con el sello Hojas de Sudestada y uno con Martín, que tituló “Viaje a Patagonia”. También una novela “Cuando aúllan así los perros” (Torres Agüero, 1995) y otro libro de reflexiones “Las máscaras. Poema y Medicina. Historias”, que tiene ganas de reeditar. En ese libro, dijo, indagó en “la búsqueda de conceptos que, desde la narrativa o la poesía, nos enseñen cosas que hacen a las profesiones de la salud”.

La literatura infantil lo sorprendió por las posibilidades que ofrece el género. Y quedó maravillado. “Todo es posible en ese mundo de los niños”, dijo. Y profundizó: “Por ejemplo, que el ratón Pérez se comunicara por celular con el rey mago Baltasar, y que éste hubiera pasado por Sierra de los Padres y ya estuviera por Turquía, camino a Belén, en un camello caprichoso que le pedía choripán” y hamburguesas de una famosa cadena de comidas rápidas.
“O de pronto irrumpía en la historia una oyente, en este caso la Guadalupe real, y le hiciera sugerencias al ratón Pérez a través del narrador de la historia sobre cómo entrar en la pieza sin que ella misma se diera cuenta”, contó. Y creó el personaje del ratón Rodríguez, amigo de Pérez, que “vino en barco desde la Patagonia, que era muy deportista y que además era pintor”.

-La literatura infantil crea representaciones del mundo que van a captar los nenes… ¿Cómo manejó ese tema?

-Qué cosas quise decir, no lo sé. No hubo una intención más allá de entretener a los niños y a los padres. Aclaro que sólo se me ocurrió hacer un libro y publicarlo cuando ya casi lo había terminado. Por supuesto que si uno lo lee afinando, se ve detrás de lo que se dice, una concepción del mundo que no se puede eludir: la poca simpatía por el ratón Mickey o por la comida chatarra. El autor y sus personajes no simpatizan mucho con el capitalismo y sus símbolos, eso se evidencia. Con respecto a si me resultó difícil, la verdad que no. Tampoco lo pensé mucho. No imaginé que podría ser difícil. En general, yo escribo sencillo, también para adultos. A veces me parece que el no tener una formación académica y cierta ignorancia, me da una frescura e inocencia que si fuera muy consciente, no podría tenerlas. Cuando me di cuenta, en realidad estaba haciendo un libro, más que para que lo leyeran los niños, para que los padres o los abuelos se tomaran unos minutos a la noche y se lo leyeran ellos a los niños. O sea, para retomar esa costumbre de leerles un cuento por la noche, cuando “ya todo está en calma”, y sentir esa comunidad espiritual que se logra con la lectura o con la oración.

-El libro parece haberse gestado de manera colectiva: su voz, la de Guadalupe, las ilustraciones de su hijo Sebastián Dietsch, muchos “ríos” desembocaron en este texto, ¿coincide?

-Sí. Verónica, mi compañera de trabajo, me enviaba por Whatsapp fotos de sus hijas cuando les leía los avances de mi historia. Yo las veía muertas de risa y me daba mucha alegría. Y una vez me mandó también por Wathsapp un mensaje grabado de Guadalupe, dirigido al ratón Pérez, explicándole que podría disfrazarse de Barby así ella no se asustaba, cosa que el ratón Pérez vio con horror cuando se lo conté. Y cuando mi hijo Sebastián me envió los primeros dibujos que hizo, en los que interpretaba las cosas tal cual yo las había imaginado, realmente me emocioné mucho mucho. El dibujó a Guadalupe, la del cuento, muy parecida a la Guadalupe real, sin conocerla ni siquiera en fotos. ¡Cómo no emocionarse! Y cuando vi el dibujo del ratón Rodríguez pintando en las paredes de la cueva -él pintaba personas, así como en las cuevas de Altamira o en la Cueva de las Manos, pintaban animales– y vi que lo que había pintado era La Gioconda, creo que fue lo máximo.

-¿Cuánto le ayuda la medicina a la hora de narrar?

-En el HIGA fui médico clínico (fui médico residente, instructor de residentes) y jefe de Docencia e Investigación, y estoy jubilado desde hace dos años (uno se jubila a los 65, para que calcules la edad lo digo), pero sigo yendo para tareas docentes y porque me gusta trabajar con los alumnos y con los residentes y médicos jóvenes. Son muy buenos profesionales, muy buenas personas y me hace muy feliz estar con ellos. Un maestro de la medicina, el Dr. Francisco Maglio, dice que, cuando uno dice historia clínica, el sustantivo es la historia. Que la clínica es el adjetivo. Con los años, uno va descubriendo que, tan importante como la parte médica específica, es indagar en la historia de la persona. Uno tiene una sola vida, pero de esa forma puede vivir muchas vidas en una. Y recoger (o “robar”) algunas historias de los pacientes. Tengo varios cuentos, de historias nacidas de los relatos de ellos. Uno en esto tiene el oído afinado. Cuando hay algo que te hace vibrar una cuerdita que no sé donde está pero se percibe, sabés que ahí hay una punta o un tema. A veces la historia completa, como en el cuento “De la mano”. Por supuesto que siempre lleva el tono empleado que es lo más difícil, incluso que el punto de vista temporal y espacial, y todo lo que la imaginación de uno pueda aportar. Por ejemplo en “Por los dientes de Guadalupe”, si yo no hubiera ido al hospital, conocido a Verónica y a Mario, su esposo, ese libro no hubiera existido. Como ves, también nació en algo que se relaciona con la medicina.