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Policiales 17 de mayo de 2018

Una agente penitenciaria se enamoró de un preso que terminó violándola

Es un caso tremendo de violencia de género y abuso sexual. Ella trabajaba en Batán cuando él estaba preso. Se enamoraron y luego la mujer vivió un calvario hasta que logró denunciarlo. Fue el mismo día en que sufrió un nuevo ataque sexual.

El edificio de Tribunales está ubicado en la esquina de Brown y Tucumán.

Un ex convicto fue condenado a 9 años de prisión por violar en vísperas de la Navidad de 2016 a su pareja, una agente del Servicio Penitenciario que había conocido en la cárcel de Batán mientras purgaba una detención por otros delitos.

El fallo fue la conclusión de un juicio celebrado en los últimos días en el Tribunal Oral N°4, cuyos jueces Alfredo De Leonardis, Gustavo Fissore y Juan Galarreta aplicaron la pena contra Sergio Lucero, un obrero soldador que sostuvo hasta el final del debate que las relaciones sexuales reprochadas habían sido consentidas.

Sin embargo, numerosas pruebas que demostraron la violación se acumularon a lo largo de una pesquisa que pudo iniciarse gracias al coraje de la mujer para salir de un vínculo enfermizo que la tenía, paradójicamente, prisionera.

La sentencia introdujo un elemento inédito como es el agravante por violencia de género lo que permitió llevar el monto de la pena por encima de la mitad del máximo previsto para casos de abusos sexual con acceso carnal. Es que los jueces, tal como lo había presentado el fiscal Leandro Favaro, descubrieron que subyacía en esta pareja un trasfondo violento, de sometimiento físico y psicológico contra la mujer.

Los hechos sucedieron a las 2 de la mañana del 24 de diciembre de 2016, pero en verdad se iniciaron algunos años antes dentro del penal de Batán. Lucero cumplía allí una pena por el delito de encubrimiento y en una de sus asistencias a actividades culturales conoció a la mujer penitenciaria. A partir de entonces tuvieron un acercamiento hasta que en 2013 Lucero recuperó su libertad y la mujer lo llevó a vivir a la casa que el Servicio Penitenciario le asignaba dentro del predio de la cárcel de Batán.

La relación siempre se edificó en torno a la violencia y las adicciones Lucero, profundizadas por la imposibilidad de la mujer de salir en busca de auxilio.

A lo largo de todo el juicio se ventilaron episodios de extrema gravedad y sus consecuencias, como lesiones de la mujer, mudanzas permanentes, conflictos de agresiones ante otras personas que nunca se llevaran, por medio de denuncias, al ámbito penal. “Asumo la culpa de haber mantenido la relación por temar a que me matara algún día, porque yo quería seguir viendo a sus hijos y porque ellos no tenían ningún otro sostén si me pasaba algo a mí”, admitió la mujer.

La víctima de este drama dijo a los jueces que el alcohol y las drogas transformaban a Lucero en un hombre extremadamente violento. “Los episodios ocurrían cuando no estaban sus hijos describió-, por lo que procuraba por todos los medios que estos estuvieran en la vivienda y además no se durmieran temprano, como forma de prevenir golpizas. Muchas veces me fui y dejé a los chicos en la casa de sus padres y yo me iba a pasar la noche a la plaza del barrio o a un ciber del centro”

Cierta tarde de las vacaciones de invierno de 2014, la mujer penitenciaria fue en su automóvil hasta Batán para presentar unos informes acompañada de Lucero, quien se quedó en el vehículo. Cuando terminó comenzó a llamarlo y él no respondía. “Me preocupé porque tenía mi arma reglamentaria y mi chaleco antibalas en el auto. Respondió horas después, borracho. Al regresar a la casa se lo reproché y me empezó a pegar con la culata de mi arma y realizó dos disparos”, narró.

Solo había dos acciones que calmaban a Lucero: darle la razón y pedir disculpas, o entregarse a ser sometida sexualmente.

Esa violencia se sostuvo en el tiempo hasta que se separaron. Sin embargo, el 24 de diciembre de 2016, a las 2 de la madrugada, la mujer dormía en la casa donde vivía ya sin Lucero y se sorprendió en la oscuridad de su habitación al ver un rostro iluminado. Era Lucero, que había ingresado por una ventana, y le estaba revisando el teléfono celular.

Los jueces pudieron certificar el relato de la mujer y desechar las excusas de Lucero. “Quién es fulano, quién es megano, yo no reaccionaba, y sacó un tramontina y me dijo: vengo a matarte’ y se me tiró encima”, recordó.

Lucero amenazó de muerte a la agente penitenciaria y le hizo un corte en la rodilla. Luego, le clavó el cuchillo en un muslo y la obligó a practicarle sexo oral. En ese momento, el ex convicto le pidió que le nombrara los contactos masculinos del teléfono celular. Poco después también la penetró por la vagina.

Al llegar la mañana, la mujer convenció a Lucero de internarse en una clínica psiquiátrica de Punta Mogotes, pero en el trayecto el ex convicto se arrepintió. Entonces, cuando la mujer pudo quedarse sola más tarde se decidió por primera vez a denunciarlo en la Comisaría de la Mujer.

“No lo hice ante por vergüenza y porque me iban a decir que yo me lo había buscado”, confesó ante los jueces
Lucero ensayó una declaración exculpatoria al decir que no había entrado por una ventana porque había acordado con la mujer el encuentro quedó descartada por mendaz. Personal policial verificó que la reja de la ventana estaba rota, además de que los magistrados hallaron grandes contradicciones en su relato.

Este jueves se dio a conocer el fallo completo del Tribunal en el que Lucero fue condenado a la pena de 9 años de prisión por el delito de abuso sexual agravado por acceso carnal, tanto por vía vaginal como bucal, y por el empleo de arma en concurso ideal con violación de domicilio.

Lucero cumplirá su pena en la cárcel de Batán.