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Arte y Espectáculos 24 de noviembre de 2017

Una experiencia de invisibilidad para el director y la protagonista

“Invisible”, título de la película que se proyectó ayer en la competencia internacional de este Festival de Cine, es también una alusión al mismo director, el argentino Pablo Giorgelli, quien se propuso contar una historia que fuera coherente con el personaje y en la que pudiera desaparecer como cineasta, incluso dejando de lado su propias posturas personales.

“Hice una película simple, directa, sin vueltas, sin trucos cinematográficos, me concentré al máximo en la historia sin generar distracciones”, dijo Giorgelli, quien pidió defender la actual Ley de Cine para que siga habiendo financiación para realizar esta clase de películas independientes.

Con el protagonismo de Mora Arenillas, la película pone en primer plano a Ely, una adolescente que termina el secundario y advierte que cursa un embarazo no deseado de pocas semanas.

Un final inesperado para el espectador, pero a tono con las aspiraciones de Ely, reordena toda la película, que propone pensar la soledad y el desamparo de muchos adolescentes, cuyo transcurrir por las instituciones estatales -escuela, hospitales- y no estatales, como la familia, puede convertirse en una experiencia de invisibilidad. “El sistema expulsa, me interesaba contar la ausencia del Estado en temas como éste”, afirmó ayer.

Y comentó un elemento del que se sirve “Invisible”: el contexto de deterioro social, la crisis permanente, el empobrecimiento de la clase media, el endeudamiento de los países con economías emergentes. “El contexto político social y económico es el responsable de lo que le pasa a Ely”, dijo el cineasta, celebrado por su filme “Las acacias”.

Y la actriz, visiblemente emocionada por los elogios recibidos por los espectadores, agregó: “Es una película que no tiene muchos diálogos, todo lo que le pasa a ella se le nota en el rostro, los diálogos de fondo son los de la radio y la televisión”.

En todo momento, Giorgelli remarcó esa necesidad de “pasar desapercibido”. Para ello se valió de una puesta de cámara “invisible y poco frenética”, que le permitió contar la monotonía, la tristeza y el miedo que siente la joven Ely frente a lo que se avecina en su vida.