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Cultura 5 de septiembre de 2017

Una muer

por Odda Schumann

— ¿Pensás que algún día puedo ser linda como Julia Roberts?

— Bueno, ella es bonita y todo, pero… vos sos especial.

— ¿Especial? ¿Como retardada?

— No, digo que…

— Gracias, solo querías ser amable. Pero fallaste. Fallaste porque soy alguien que no tiene que tener tu aprobación, puedo mirarme al espejo y sentirme orgullosa ¿sabés?, dejar que mi madre muera y quedarme sin alguien que me diga que soy la más linda del mundo, e incluso así, puedo salir a la calle y caminar con soltura, imaginarme en el cuerpo del maniquí con ese vestido y el sombrero y poder decir que no lo quiero porque tengo cosas más importantes que hacer. También puedo pensar que puedo pensar, que la forma de mis ojos no me sacan dos horas por día frente al espejo y que también puedo hablar de política o llevar el auto al mecánico. No soy tu Julia Roberts. No me digas que soy especial.

Especial es un retardado mental. No te burles. Ellos necesitan cosas especiales para vivir como lo hace el resto, pero con mayor soltura. Y te corto ahí, donde viene tu excusa. Me quedo con mi batería de argumentos, loca, porque lo veo en tu cara. Y no me digas nada, ya sé todo. ¡Sí, claro que es verdad eso de la intuición! Te lo digo yo, chiquito. ¡Y mierda que me estoy sintiendo mejor eh! Te digo una cosa, no creí que los cambios comenzaran a sentirse en este mismo instante. ¡Pero mirá! Hasta parezco una persona culta con tanto vocabulario. Así que gracias, pero no soy retardada. De hecho, si no lo pensaras realmente, ya me hubieras interrumpido. Entonces, algo de vos me está insultando; y otra parte tuya está revelando que sos un maricón. ¡Sí, vamos a usar esa palabra, como antes! Porque como antes, había hombres, no como ahora que son más minitas que yo y que todas esas tontas cabeza de arroz hueco que no saben ni atarse los cordones.

¡Ah, no! No te necesito. En realidad, vos me necesitás para usarme de espejo y saber que cuando me decís retrasada, en realidad estás queriendo hablar de vos mismo. Pero no podés porque te tenés miedo, porque no te conocés. Por eso estás ahí parado mirando cómo alguien que sí se conoce puede tomar una decisión, hacer algo diferente con lo que había. Es esto, te lo presento. El momento en que volvés a ser soltero, en que reflexionás que hay gente sensible a tu alrededor… ¡El momento en que dejás de ser el hombre que eras! Es el momento en que perdés la vida. Fuiste demasiado lejos, se te acabó la cuerda. No hay más mecha para vos. Cerrá los ojos, ¡cerralos!
Pero el disparo no salió.

(*): www.paramatarlapoesia.com