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Opinión 17 de septiembre de 2016

Una ventana al mundo real

por Miguel Angel Rouco

El Foro de Inversiones significó para la Argentina haber abierto la ventana al mundo civilizado después de la larga trasnoche del barbarismo-kirchnerista.

Para el gobierno resultó una más que acetable forma de acercarse al mundo los negocios y las inverisones.

Si bien no se pudo concretar ningún negocio, sirvió para tomar un contacto directo con el mundo inversor.

Nada más. El resto fueron expresiones ya conocidas y demandas de los hombres de negocio. Quedó claro que la actividad privada necesita un marco de certidumbre que exceda el corto plazo, variables económicas dentro de parámetros normales y una seguridad jurídica a prueba de políticos.

Llamó la atención que en las exposiciones públicas, los funcionarios de gobierno abundaran en detalles sobre las obras encaradas, en especial, tendiendo frente a ellos a potenciales inversores que podrían realizar esas obras sin necesidad de utilizar recursos del Estado.

Al fin y al cabo, se trataba de mostrar sectores potencialmente atractivos para el capital privado.

Algunos paneles fueron bien utilizados como el caso de la energía, donde brilló el ministro Juan José Aranguren, al plantear el potencial de inversiones en energías renovables y la posibilidad de recrear el apetito por los yacimientos de Vaca Muerta.

Otros como el caso del transporte, directamente fueron desaprovechados por el ministro Dietrich al señalar que se iban a mantener los subsidios, en un sector que tiene mucho por crecer pero no con distorsión de precios.

Pero fue en las reuniones privadas donde los hombres de la administración Macri se llevaron un baño de realidad.

La bandera del gradualismo que enarbola la Casa Rosada desde el 10 de diciembre fue rápidamente arriada por los ministros en conversaciones con los popes del capitalismo mundial.

“Nosotros estamos haciendo un ajuste gradual”, repetían los monjes macristas como una letanía. “Entonces, avisen cuando terminan y nos volvemos a juntar para analizar las inversiones”, fue la lacónica respuesta del sector empresario.

Pero para que no quedaran dudas, los hombres de negocios repitieron una y otra vez que las inversiones necesitaban de un clima de seguridad jurídica, una reforma laboral y previsional y una reforma tributaria, para lo cual el gobierno debe poner las cuentas en azul y sincerar el tipo de cambio.

¿El resto? Sólo expresiones diplomáticas y deseos de suerte con el gradualismo.

La llegada de la misión del Fondo Monetario Internacional para auditar el artículo IVº servirá para ratificar lo que espera el mundo del gobierno argentino:  Si quieren inversiones hagan el ajuste porque nadie va a poner capitales en un país con déficit fiscal, inflación y altos costos laborales e impositivos.

Sin embargo, el gobierno parece no tener acuse de recibo de las demandas de los empresarios porque presentó un proyecto de presupuesto no sólo con un déficit del 4,2 por ciento del PIB, muy similar al de 2016, sino que tampoco contempla una reducción de impuestos que fomente las inversiones y una hipótesis de crecimiento del 3,5 por ciento.

¿Qué cambios ofrece el gobierno para pasar de una caída del 1,5 por ciento en 2016 a una suba del 3,5 por ciento el año próximo? Por ahora, es una incógnita.

El gobierno se encuentra en un mar de dudas y el Presidente está entre el gradualismo que le proponen Prat Gay, Peña y Frigerio, con magros resultados y la realidad que le muestran los empresarios, Sturzenegger y Aranguren, para terminar con la inflación.

Mientras tanto, el almanaque corre y el horizonte de fin de año se muestra más próximo, con una economía que languidece pero que necesita urgentemente de incentivos, para reaccionar el año próximo, si es que el gobierno quiere salir triunfante de las elecciones de medio término.

DyN.