Vaticinios económicos y batalla cultural

Por Jorge Raventos
Ayer, primer sábado de febrero, en distintos puntos de la Argentina, pero principalmente en la ciudad de Buenos Aires, se desplegó una muy amplia movilización bajo el título de “Marcha Federal Lgbtiq+ Antifascista y Antirracista”. El disparador de la protesta fue el discurso pronunciado por Javier Milei en Davos, que contenía expresiones agresivas contra fenómenos que él denomina “pensamiento woke” e “ideología de género” así como definiciones poco compasivas sobre minorías sexuales y reivindicaciones feministas, entre otras cosas.
La marcha sumó, más allá de los sectores que se perciben directamente hostigados por aquellos dichos, a un arco extendido de corrientes opositoras que procuran poner un dique al crecimiento político que la mayoría de los estudios de opinión pública atribuyen al Presidente y parecen haber encontrado en este asunto un punto de convergencia que ensancha un poco sus respectivos capitales políticos.
Para la propaganda libertaria se trata de “el Partido del Estado disfrazado de banderitas multicolor”, como posteó Agustín Laje, biógrafo de Milei, y éste compartió: “Todos juntitos, marchando al unísono, porque siempre fueron lo mismo: los Kicillof, los Lilita, los Massa, Cristina y Alberto, los Larreta, los Lousteau, los sindicalistas garcas, los periodistas ensobrados, los piqueteros, los empresarios de la pobreza, los que apoyaron el fraude de Maduro, los troskos, las feminazis, los mercaderes de los derechos humanos, los abusadores de la ideología de género”. En definitiva, todas las variantes de la casta.
Fue a propósito
En rigor, la cuestión que se discute no ha sido en modo alguno un motor del crecimiento de Milei, que ha tenido y mantiene como eje prioritario de su gestión el recorte del gasto público y el descenso de la inflación. Es sobre todo este logro y un ejercicio de la autoridad presidencial, que la inopia de su antecesor hizo añorar notablemente, lo que explica el respaldo sostenido de la opinión pública al Presidente. Los sesgos antifeministas y sus intervenciones sobre políticas sexuales, que euforizan a algunos de sus fans, no son los que le aportan apoyos sociales, pero pueden ser la causa de que el electorado femenino sea más remiso que el masculino ante su figura.
Las agresiones contra la homosexualidad y las políticas de género que Milei leyó en Davos incluyen el riesgo de erosionar no sólo fragmentos de su apoyo, sino rasgos de su imagen que el jefe libertario preferiría mantener indemnes.
Es probable que inmediatamente después de recitar el texto urdido por alguno de sus ideólogos de cabecera, Milei haya quedado satisfecho, pero después recapacitó y se sintió obligado a mandar a algunos voceros a limar sus aristas. El jefe de gabinete, Guillermo Francos, siempre sutil en estos menesteres, en este caso lo hizo con cierta torpeza: “Cada uno tiene derecho a hacer su vida como le parezca dentro de su casa”, argumentó. El vocero Manuel Adorni empezó por criticar “muchas interpretaciones maliciosas” de las palabras de su jefe pero además aclaró que “como liberales respetamos las decisiones en todos los ámbitos de las personas, incluso en cuestiones de género”. Milei y su entorno inmediato decidieron, además, que el gobierno nacional no se involucrara en el control de la marcha de protesta y derivaron esa responsabilidad a la administración porteña: un vuelto para Jorge Macri, que había adoptado una diferenciación clara de las “actitudes discriminatorias”. Aunque Jorge Macri se desmarcó de los tonos más ríspidos del mensaje presidencial de Davos, desde el Pro, aunque cobija muchos segmentos predispuestos a cuestionar aquellos dichos, se privilegió mantener la fiesta en paz y no tensar más las ya resentidas relaciones con el oficialismo. La encargada de hacerlo fue la diputada Silvia Lospenato: el discurso fue “desafortunado” pero Milei “no lo hizo a propósito”, juzgó con benevolencia la legisladora.
Sin embargo, la arenga de Davos no fue una ocurrencia espontánea: fue un discurso extenso que el Presidente llevó escrito y supuestamente había revisado con atención antes de leerlo en público. Puede haber sido desafortunado, pero fue a propósito. Milei llegó a Suiza espoleado por la atmósfera de Washington con la asunción de Trump, entusiasmado con la idea de que ya tenía su ticket preferencial para participar de un fuerte cambio de época. Trató de inflar la burbuja de Davos para cumplir un objetivo: perfilarse en el paisaje de la derecha mundial, tan fuertemente ocupado por su ídolo.
Expectativas y vaticinios
Además, la prosa polémica que desgranó en Davos contribuiría a desviar la atención doméstica de los temas que le preocupan más: en un año con cerca de 20.000 millones de dólares de vencimientos, las reservas se encuentran en rojo por alrededor de 5.000 millones y, aunque un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional parece cercano, vendría atado a condicionalidades (levantamiento del cepo, devaluación) que pueden desbaratar el principal objetivo político de Milei de este año: un triunfo de La Libertad Avanza que deje en claro que no hay otras fuerzas de centro capaces de liderar las reformas liberales que están en marcha. Para ello Milei debe dejar atrás al Pro como alternativa de la derecha y, simultáneamente, debe presentarse como el Presidente que cerró las puertas al kirchnerismo. En términos territoriales, lo primero implica debilitar marcadamente el largo predominio macrista en la ciudad de Buenos Aires, y lo segundo, conducir una jugada, que requeriría una confluencia con el Pro, para derrotar a las oposiciones peronistas y kirchneristas en la provincia de Buenos Aires.
Un requisito para que esas jugadas se posibiliten es mantener incólume la reducción de la inflación y eso exige ganar tiempo antes de cumplir las condicionalidades del Fondo, para que no interfieran en el cronograma electoral que culmina en octubre. El levantamiento parcial y temporario de las retenciones no ha satisfecho las necesidades del campo y tampoco se ha traducido en primera instancia en un incremento de liquidaciones. ¿Podrá la amistad con Trump cerrar esa brecha? ¿Podrá acelerarse el acuerdo con el Fondo y modificar las condicionalidades?
Un análisis filtrado del Bank of America sobre las perspectivas del 2025, fue resumido así por Daniel Fernández Canedo en Clarín: “el Gobierno llegaría a un acuerdo de 4 años con el Fondo Monetario Internacional que implicaría un desembolso de US$10.000 millones; estaría condicionado al levantamiento del cepo cambiario y la unificación del tipo de cambio llegaría después de una devaluación del 30%”.
Aunque el gobierno preferiría que la conversación pública se concentre en otros tópicos, Santiago Caputo debió salir a enfrentar ese pronóstico: “Nada de lo que dice el informe es correcto, ¡difícil errarle a todo, pero lo están logrando!”. Una devaluación como la vaticinada desbarataría las ilusiones electorales oficialistas.
Palabras cansadas
Los desarreglos verbales de Davos pueden haber servido para sacar momentáneamente el foco de atención de la difícil situación de reservas, pero impusieron a Milei un frente de batalla para el que no estaba debidamente preparado: él puede admirar los sofismas reaccionarios que le redacta Agustín Laje, pero cuando los suscribe y los asume de viva voz tiene que soportar consecuencias políticas que no había previsto. Ahora, mientras gana tiempo hasta que llegue la ayuda del Fondo, custodia los números de la inflación, mantiene la mirada vigilante sobre el escenario político y avanza en sus planes hegemónicos, debe soportar el marbete de “fascista” (tan incierto como el sello de “comunista” que los libertarios aplican a diestra y siniestra: hay palabras que “pueden llegar a cansarse y a enfermarse, como se cansan y se enferman los hombres o los caballos”, escribió Julio Cortázar).
Milei ha condicionado al Pro a tragar amargo y escupir dulce: mientras los libertarios le van comiendo piezas, el macrismo simula paciencia estratégica y asegura estar preparado para una alianza… que llega tarde, mal y nunca. En estos días se concretan varios fichajes de afiliados del Pro en La Libertad Avanza. Se dice que hasta Patricia Bullrich rompería el carnet amarillo y sinceraría plenamente su subordinación a Milei. También se dice que Diego Santilli está subiendo al mismo trampolín: zambullida inminente.
Pero Milei (o su hermana, socia de la misma firma) no sólo suma, también expulsa. El último castigado es nada menos que Ramiro Marra, uno de los socios fundadores del movimiento libertario, junto con el propio Milei. El Presidente no pudo o no quiso contener en su estructura a un jugador próximo, de personalidad y proyección propia y que sigue, pese al golpe recibido, declamando lealtad a las ideas libertarias y al mismo Milei. Dejó que su hermana Karina lo despidiera con modales semejantes a los que antes se emplearon para decapitar a la canciller Diana Mondino o al amigo y jefe de gabinete Nicolás Posse.
Como Saturno, la revolución libertaria devora a sus hijos.

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