CERRAR

La Capital - Logo

× El País El Mundo La Zona Cultura Tecnología Gastronomía Salud Interés General La Ciudad Deportes Arte y Espectáculos Policiales Cartelera Fotos de Familia Clasificados Fúnebres
Opinión 17 de febrero de 2018

China-Vaticano: comunicar con el texto para construir el contexto en procura del consenso

por Ricardo Rivas

No son pocos los consultores especializados en comunicación política e institucional que –desde la idea de la comunicación social reticular- proponen a sus consultantes “comunicar desde el contexto”. Sugieren, como eje operativo preferencial, producir sentido a partir de imágenes contundentes en procura de un significado común porque “cada día que pasa se lee menos”, en orden a lo que –hasta no mucho tiempo atrás- se entendía como leer en los años de aquella era a la que se dio académicamente en categorizar como Galaxia Gütemberg.

Sin embargo, es interesante verificar que –pese a tales recomendaciones a las que no muchos resisten- en algunos momentos puntuales, actores globales de relevancia gestionan acciones comunicacionales textuales tal vez, en procura de construir aquel contexto sobre el que más tarde podrían operar.

Planificar y gestionar procesos comunicacionales no es un tema menor en tiempos en los que la comunicación –como eje para gerenciar desde el poder las opiniones- tiene un rol sustancial de altísimo valor.

El Estado Vaticano -que desde el 13 de marzo de 2013 conduce el papa Francisco- y la República Popular China –desde 1951- no tienen relaciones diplomáticas formales. Desde entonces, la diplomacia vaticana se relaciona formalmente con Taiwán –la “provincia rebelde”, desde la perspectiva de Beijing- y permanece desvinculada de la diplomacia china que desde un quinquenio lidera el presidente Xi Jinping. La desvinculación es bilateral y ese es el contexto.

De la lectura de las fichas técnicas de los dos Estados, emerge que la República Popular China tiene una extensión territorial unos 9,6 millones de KM2 con una población estimada de 1.379 millones de habitantes en 2016, de los cuales unos 12 millones (poco menos del 1% del total) son católicos.

Por su parte, el Estado Vaticano, tiene un territorio de 44 hectáreas enclavadas en Roma, la capital de Italia, en las que residen cerca de 900 personas, mayoritariamente católicas. También los consignados, son datos contextuales.
Más allá de los datos mencionados, los dos Estados asumen como dificultad la incomunicación que deviene de no mantener relaciones diplomáticas y procuran –desde plataformas textuales e indirectas- fijar las bases para las conversaciones que –sugieren- parecen estar dispuestos a sostener en un plazo que no establecen pero que no pocos analistas estiman que “se dará antes de 2025”.

Las estimaciones, desde algún lugar, no son vanas por cuanto –para esos observadores consultados- las administraciones especiales de Hong Kong y Macao –creadas por China en 1997 y 1999, respectivamente, bajo la idea de “un país dos sistemas” luego que finalizaran en esos dos enclaves las administraciones coloniales británica y portuguesa- podrían ser incorporadas en plenitud al sistema político chino a partir de 2047 y 2049, en cada caso. Católicos y católicas hongkoneses y macaenses, tienen plena libertad religiosa consagrada en los textos constitucionales.

Enriquecedora información, por cierto, a la hora de describir la situación contextual china de cara a la constitución de un campo para evaluar la posibilidad del restablecimiento de la relación bilateral entre los Estados vaticano y chino.

Entre tanto, en China, las actividades de los católicos son reguladas por la Asociación Católica Patriótica en ese país -que no tiene relaciones con la Iglesia Católica- creada en 1957 por Mao Zedong– con el apoyo de la Oficina de Asuntos Religiosos que, entre sus responsabilidades tiene la de designar sacerdotes y obispos que, a partir del momento de aceptar esos cargos, son excomulgados, porque así lo dispuso el Papa Pio XII, soberano vaticano entre 1939 y 1958, en su encíclica Ad Apostolorum principi.

Desde aquellos hechos en el siglo pasado hasta la actualidad, en la conducción de la monarquía vaticana se sucedieron cinco Papas, en tanto que en China los Presidentes fueron siete.

El tiempo, no se detiene. Sin embargo, desde aquella Guerra Fría hasta estos días de multipolaridad, emergencias, multiplicidad de neoideologías, estructuras mercenarias terroristas, monedas virtuales, ciberdelitos, cibercrimen, redes, los cambios se suceden aunque –mucho de aquello que aparece como el pasado- se empeña en permanecer.
China y el Vaticano, a través de sus propios medios –ante la imposibilidad fáctica de sus máximos referentes para vincularse bilateralmente porque, tal vez, las partes consideran que no ha llegado el momento- sientan las bases para el futuro relacionamiento.

A través del periódico en inglés Global Times –perteneciente al Grupo Diario del Pueblo y del que se asegura que “no” refleja la voz del Partido Comunista Chino- la autoridad política china, el pasado 5 de febrero, señaló: “Las relaciones entre China y el Vaticano adquieren una forma más clara“.

Agrega luego, en tono confirmatorio de un adelanto informativo realizado tiempo atrás por la agencia de noticias Reuters que “un acuerdo marco sobre el nombramiento de obispos está listo y podría firmarse en unos meses en lo que sería un avance histórico en las relaciones” bilaterales.

Con pocas horas de diferencia, el Vaticano, también reportó a través de Henry Cappello, presidente de la organización “Caritas in Veritage International” realizadas al Grupo ACI de información católica que acordar con China “sobre la situación de la Iglesia Católica en ese país no sería sólo una posibilidad, sino que sería inminente para los próximos meses”, aunque aclaró que “si bien no hay un tiempo específico para la firma del acuerdo”, en ese contexto sostiene que “en muchas áreas y ambientes (chinos) ya se considera un trato hecho“.

Las similitudes entre ambas publicaciones son relevantes, por cierto en lo que respecta al núcleo duro de los textos que se hicieron públicos, sin embargo, en cada uno de ellos, los Estados involucrados envían claros mensajes a destinatarios puntuales que no son en modo alguno secundarios en procura de despejar de obstáculos el sendero consensual emprendido de cara a los nuevos tiempos que transcurren.

China, sin cortapizas puntualiza que la monarquía vaticana “es el único ‘aliado’ de Taiwán en Europa” y sostiene que, “dado el atractivo especial de la Santa Sede, sería un duro golpe para el Partido Progresista Democrático si el Vaticano cortase los lazos con Taiwán”.

En tono de mea culpa, China agrega: “El mantenimiento de las relaciones entre Taiwán y el Vaticano es el resultado de las disputas en las negociaciones sino-vaticanas de los últimos años” y, con inusual lenguaje destaca en tono de advertencia: “Taiwán es claro acerca de su insignificancia ante el Vaticano y por eso le preocupa que eventualmente pueda ser abandonado”.

El Vaticano, por su parte, parecería reconocer que el “acuerdo propuesto” entre Beijing y la Santa Sede es una iniciativa de Joseph Ma Yinglin, obispo de Kunning aprobado por el gobierno chino en 2006 y, por esa razón excomulgado, prevé “como parte” del convenio mencionado que se “reconozca oficialmente que están fuera de la comunión con Roma, uno de los cuales es Ma, cuyas excomuniones han sido explícitamente declaradas” y, aunque con cautela, “aparentemente”, sostiene que en el futuro, “el Vaticano propondría a los nuevos obispos (para China) y el gobierno tendría la decisión final”.

Coincidentes analistas aseguran que la publicación Vaticana –además de dar veracidad a los trascendidos sobre las negociaciones- apunta a contener al arzobispo emérito de Hong Kong, cardenal Joseph Zen –abierto critico de China por los que interpreta como abusos gubernamentales contra los derechos humanos- quien el pasado 29 de enero, en su blog, luego de un encuentro con Francisco aseguró creer que “el Vaticano está vendiendo a la Iglesia Católica en China“.

Pero, más allá de las consideraciones precedentes –otros cuatro especialistas chinos consultados que demandaron estricta reserva acerca de sus identidades, luego de revisar la información textual circulante y contrastarla con fuentes directas- coincidieron en señalar que “China y el Vaticano discretamente, desde mucho tiempo, se relacionan en temas de interés común ya que, desde la formalidad, no mantienen relaciones diplomáticas”.

Agregan luego que “China, además, procura consolidar su presencia en Iberoamérica y, para ello, uno de los actores globales que –de cara a la región- más observa es el Papa Francisco y, en esa línea, intenta construir una relación más fluida o plena con el Vaticano que en Europa, como Paraguay en Sudamérica, es el único Estado que reconoce a Taiwán”.

“Relevantes funcionarios chinos consideran que una buena relación con Francisco podría mejorar sustancialmente la percepción social de China en Latinoamérica en el momento en que la Casa Blanca parecería intentar recuperar su liderazgo político regional”, agregan dos de los consultados.

Pese a ello, la totalidad coincide en advertir que “la iniciativa –tanto de China como del Vaticano- aunque avanzada, hasta ahora, se desarrolla en el plano de múltiples contactos del más alto nivel y conversaciones tan secretas como informales entre actores relevantes de las dos partes; y, en el campo de la comunicación a través de textos trascendidos publicados en múltiples plataformas y canales periodísticos de los que aún, sin embargo, no se hicieron eco la agencia de noticias Xinhua, Diario del Pueblo o Radio Internacional de China, las principales plataformas comunicacionales chinas”.

En orden a categorizaciones novedosas, los relatos dan cuenta de una noticia en desarrollo.

De todas formas, desde la perspectiva de la comunicación política e institucional es posible discernir que –para este caso- el Vaticano y China optaron –para gestionar las opiniones de los pueblos involucrados- el texto antes que el contexto que, por cierto, apuntan a co-construirlo.

(*): Periodista. Vicepresidente de la Unión Sudamericana de Corresponsales (UNAC). Miembro del Instituto de Periodismo Preventivo y Análisis Internacional de la Universidad Complutense de Madrid (UCM)