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Cultura 14 de mayo de 2018

Grandes libros, pequeños lectores

El equipo de los sueños, de Sergio S. Olguín, Grupo Editorial Norma Zona Libre, 2016.

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por María Minnucci

Sergio Olguín se mete en la villa. Arma un partidito con el equipo de los sueños: Córdoba al arco. El Tata Brown, Samuel, Marzolini y el Negro Ibarra; el Cholo Simeone, el Vasco Olearticochea y yo, dice el Ariel, el protagonista; el Diego de enganche y arriba Caniggia y el paraguayo Roberto Cabañas. No. Ese no es el equipo de los sueños. El equipo de los sueños no es un equipo de fútbol. El equipo de los sueños es el team perfecto para salvar la pelota de Maradona, para que Ariel le devuelva a Pato, su novia adolescente, lo que Los Gardelitos le quitaron.

El equipo de los sueños es una novela de amor: Ariel es un adolescente que trabaja en una verdulería y al regalarle a Pato un durazno, se enamoran. Así de simple. Un durazno. Fresco, sabroso y con olorcito a amor.

Pato vive en la villa. Todos le dicen a Ariel que no se meta allí, que es peligroso. Pero cuando sucede lo que sucede, Ariel busca el equipo de sus sueños para meterse en ese lugar lleno de barro, de niños semidesnudos jugando en la calle, de santuarios con todas las fotos de los pibes que la policía fusiló. Pero sobre todo, se mete en el aguantadero donde está lo que tiene que recuperar.

El equipo de los sueños son los amigos. Los que a pesar del peligro lo acompañan.

La novela de Sergio Olguín fusiona en una misma narración todo lo que vemos cuando nos quedamos dormidos en el colectivo y terminamos en la última parte del trayecto. Despacito, y con miedo y desesperación, abrimos los ojos.

Pero al final nos damos cuenta de que no hay nada más salvador que una mano que te extiende un durazno fresco, dulce y rico entre tanta miseria.

(*): Integrante de la ONG Jitanjáfora.