La victoria tiene que servir. Debería servir. Para sumar en la confianza y también para aprender de los errores y continuar creciendo como equipo. Quilmes dominó anoche la mayor parte del partido a Gimnasia y Esgrima de

Comodoro Rivadavia, disfrutó de ventajas cómodas de 12 o 13 puntos, pero volvió a penar sobre el cierre y a punto estuvo de tirar por la borda todo lo bueno que había hecho antes. Finalmente, el “tricolor” venció por 100 a 98 y dio un paso adelante en la Liga Nacional de Básquetbol.

El local tuvo un arranque furioso. Muy metido y concentrado para defender, cortando línea de pase y partiendo rápido en contraataque, lastimó seguido con la eficacia de Nicolás Ferreyra y se adelantó 8-2 a los 2m30s.

Gimnasia amagó con recomponer sus líneas con el positivo ingreso de Carlos Manuel Buendía, autor de dos triples.

Sin embargo, por esa vía, la del tiro exterior, Quilmes hizo mucho daño. Cerró el primer cuarto con 5/8 en tiros de tres puntos, y cuando no logró anotar en la transición, abasteció con inteligencia a Iván Basualdo, quien hizo su negocio en la pintura.

Por su prepotencia ofensiva, el local impuso condiciones en ese segmento inicial y se llevó una buena ventaja al primer descanso (29-21).

Gimnasia equilibró las acciones aún con su limitación de personal, cuando se profundizaron las rotaciones. El pibe Buendía continuó martilleando desde zona 3 (llegó a tener 5/5 en triples), tuvo un positivo ingreso Juan Manuel Rivero y, especialmente, los sureños levantaron defensivamente.

El “tricolor”, que fue perdiendo algo de eficacia con su tiro abierto, y privado de correr, fue perdiendo fluidez adelante. Los de Martín Villagrán ajustaron muy bien sobre el pick and roll, generaron pérdidas y lo fueron capitalizando. Pero nunca consiguieron quebrar la línea en el resultado. Lograron presionar situándose a la mínima diferencia, pero Quilmes logró capear el temporal. Se robusteció otra vez en defensa y cerró mucho mejor -incluida una tapa feroz de Ricky Sánchez sobre Diego Romero- para volver a tomar distancias.

Un comienzo a puro Eric Flor le permitió al local profundizar su dominio. El escolta tuvo como complemento ideal a Sánchez, quien aportó en varios rubros, mientras Buendía cometía su cuarta falta personal y tenía que salir.

Sin embargo, Diego Romero disfrutó de un pasaje muy positivo, pesando un poco más en la pintura, el uruguayo Gustavo Barrera ofreció muestras de su jerarquía y aunque el local estableció una autoritaria ventaja de 66-54, Gimnasia le devolvió un parcial de 9-0 para volver a creer (66-63).

Le tocó a Ferreyra, de muy buen partido, ponerle fin a la sequía y a partir de allí, otra vez selló mejor el capítulo el conjunto de Javier Bianchelli, nuevamente con Sánchez como protagonista, con un triple desde la esquina derecha casi sin tiempo.

La historia de los vaivenes y las rachas se repitió en el último segmento. Quilmes parecía tener todo controlado y, como cada vez que logró establecer ventajas importantes, siempre Gimnasia tuvo un argumento para volver en el juego.

Los problemas, decididamente, no estuvieron adelante. Quilmes no consiguió establecer una postura defensiva dominante y le dio, una y otra vez, chances a su oponente.

Incluso en el final del partido, con ventaja de 93-87, aparecieron malas decisiones y ejecuciones y Gimnasia estuvo a punto de forzar el suplementario ante el estupor general. El mérito de los chubutenses estuvo en no haberse rendido nunca (aún con personal limitado, ya que no llegaron Eloy Vargas y Scott Rodgers) y tomar las opciones que el dio el local.

La gran noche de Ricky Sánchez y cierta dosis de fortuna impidieron otra frustración. No hubiera sido justo. Está claro que Quilmes jugó mejor. Pero a punto estuvo de regalar un nuevo juego.