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Cultura 20 de mayo de 2025

Entretextos: “El mundo malandra”, una crónica de Carolina Favini

La autora de "Correr el telón” y “Diario de caza” comparte una crónica con los lectores de LA CAPITAL.

Carolina Favini.

Por Carolina Favini

No. No es una vida de maravillas, dice mientras termina de darle la mamadera a un cachorro diminuto y el único que sobrevivió de la última camada de una perra salvaje del basural.

Son casi las veintidós horas de un día martes y Danu, lejos está de acostarse a dormir. Tiene cuarenta y dos años y lleva más de dos décadas rescatando y recuperando perros en la ciudad de Mar del Plata. Donde otros siguen de largo, ella se detiene. Donde muchos ven un bulto en la vereda, ella ve una vida. No es parte de ninguna organización, no recibe subsidios y la casa que comparte con su marido, hace tiempo dejó de ser suya: hoy conviven allí más de cien perros, sus malandras, como los llama cariñosamente. Tienen diferentes edades y se encuentran en distintas etapas de recuperación. Hay perros con nombres, otros aún sin bautizar. Algunos caminan torcido por viejas fracturas, a otros les falta pelo o alguna pata, los más jóvenes juegan entre ellos. Los ladridos son constantes.

Dice que cada rescate es distinto, pero que todos tienen un punto en común: la urgencia. Rememora el caso de La Flaqui, una perra galga que trajo hace cinco meses del basural, con un tumor enorme en una de sus patas y el de Mogul, el último perro agusanado que rescató.

—Con él falta todavía, hay un largo camino por delante. Falta que le crezca todo su pelo, vacunar y castrar, pero cada cosa es paso a paso. Lo importante es que ya pasó lo peor —dice con voz dulce y una mirada llena de orgullo por lo ya conseguido—. Lo que más me cuesta no es rescatar, sino decir que no —continúa, con una energía que solo es posible por la pasión con la que hace lo que hace—. Mirá al desmemoriado de Félix (desmemoriado es el término que usa para referirse a los rescatados que inmediatamente entienden que dejaron de ser invisibles y comienzan a disfrutar de su nueva vida), estuvo publicado en redes durante dos días y cuando pregunté y me dijeron que todavía estaba ahí, no podía acostarme a dormir como si nada y lo fui a buscar. Lo encontré comiendo basura en el ingreso a una villa. Caminaba como podía, le picaba todo el cuerpo. Lo tuve que poner en la bañera y cada vez que el Tata o yo íbamos al baño, ahí estaba. Siempre se puede hacer un lugarcito —sonríe y hace un gesto casi infantil de levantar los hombros como si nada le importara—.

La comida, los medicamentos y la atención veterinaria salen de su bolsillo, de lo que algunas personas colaboran y de los productos que comenzaron a vender en encuentros de malandras abiertos a la comunidad y en los que llevaba a algunos desmemoriados para que todos pudiéramos disfrutar un momento con ellos, conocer sus historias y el arduo trabajo que hay detrás de cada rescate. Actualmente, improvisaron una tienda móvil que los días domingos se ubica en distintos puntos de la ciudad, acercando los productos a cualquier persona que quiera colaborar. Otra manera de obtener los productos es a través de la tienda virtual.

Su celular no deja de sonar. Fotos de perros perdidos, alertas de vecinos, pedidos de ayuda para atrapar y castrar a alguna perra arisca, alguien que no puede (o no quiere) tener más a su mascota y se la ofrece “por si la puede tener”. Tiene cuarenta y un mensajes de WhatsApp sin responder, algunos son de hace dos meses, dice riéndose y mientras jura que no le da el tiempo para más nada. Ni siquiera llega a responder a los cientos de menciones, etiquetas o mensajes que recibe por Facebook e Instagram. Asegura que, a pesar del cansancio, los enojos y las tristezas, no se imagina haciendo otra cosa.

El sueño del refugio está cada vez más cerca de concretarse con la pronta inauguración de “Hogar Peludo”. Un gran espacio que tendrá como objetivo mejorar la calidad de vida de cada rescatado mientras permanezcan allí y para ello contará con sectores bien diferenciados: habitación para los más pequeños con salida directa al patio, sector de aislamiento, otro de nursery con incubadoras incluidas, sector de baño e higiene y uno especial para los adultos, que son siempre la prioridad de Danu.

—No te das una idea lo difícil que es priorizar el rescate de perros viejitos. Se llora más de lo que se ríe, vivís con una angustia y una incertidumbre tan grande con sus temas de salud que nunca sabes que vas a tener que pasar en cada inicio del día. Así y todo, siempre vamos a elegir caminar junto a ellos en sus momentos más difíciles para que no les toque irse solitos de este mundo tan indiferente, sino que lo hagan con alguien sosteniendo su pata, sin dolor, y con el hermoso sentimiento de saber que alguien los amó hasta el último instante —concluye y se limpia cuidadosamente el lagrimal del ojo derecho. Traga saliva. Yo también lo hago—. No se trata solo de salvar perros —sigue mientras acomoda mejor a la viejita, Orejona, sobre la colchoneta—. Es también enseñarle a la gente que son vidas, ni regalos de Navidad, ni cosas. El abandono de animales es una constante: gente que se muda y deja al perro, gente que compra por moda y después se aburre o gente que simplemente los suelta. Él —toma en brazos a un cachorro de no más de cinco meses y lo incorpora a la video llamada— es el fiel reflejo de lo que hablamos constantemente, el tener o querer un cachorro como juguete y cero responsabilidades. Lo traje hecho un esqueleto, lleno de pulgas y desesperado de hambre. Deambulaba de cuadra en cuadra y, dicho por los vecinos, siempre lo tenían tirado en la calle. En esa misma cuadra atacaron a un perrito hasta casi matarlo. En la otra esquina, una manda agarró a otro que no tuvo esa suerte y sí murió. Ese era el destino que le esperaba a este bebé. Quienes rescatamos estamos agotados de este tipo de gente que juega con la vida de los animales porque no hay excusas para tener un bebé en esas condiciones y deambulando a su suerte.

Él, como tantos otros, está en adopción responsable. Buscan familias que los amen y cuiden, donde haya otro perrito para jugar. Explica que los cachorros necesitan descargar, socializar y aprender normas de conducta por lo que es ideal tener un par. El patio debe ser cerrado, sin acceso a la calle. Fundamental cumplir con el plan de vacunación y castración y no los da en barrios repletos de perros porque es de esos lugares de donde los rescatan.

—Me tratan de hincha pelotas por tantos requisitos, pero siempre priorizamos a los rescatados. Cada uno tiene sus características particulares, sus necesidades e intereses, y acá los respetamos. No estamos de acuerdo cuando la elección se hace solo por estética y solo concretamos adopciones que consideren y entiendan qué contexto es el ideal para cada peludo según su forma de ser. Como sus tutores tomamos con mucha responsabilidad la decisión de cada elección de sus nuevas vidas en familia —finaliza—.

No hay final feliz garantizado en su historia, pero sí persistencia. En una ciudad donde los problemas sobran y las soluciones escasean, lejos del ruido de los balnearios y las luces del centro, sin grandes discursos, sin flashes, sin pausa, Danu hace más de lo que puede con lo que tiene. Danu llega, carga, limpia, cura. A veces llora, siempre sigue.


Carolina Favini nació el 27 de diciembre de 1983 en Mar del Plata. Cursó los estudios secundarios en el Instituto Alberto Schweitzer. Es acompañante terapéutica y, actualmente, trabaja con niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad. Realizó varios talleres de escritura creativa, entre ellos, los dictados por la profesora Evangelina Aguilera, con quien ya había trabajado durante el 2020 en un proceso que culminó con la publicación de su primer libro de cuentos, “Correr el telón” (Gogol Ediciones, 2021). Publicó, además, “Diario de caza” en 2023, también por Gogol Ediciones. Participó en las antologías “La voz que nos habita” (colección Laberintos de PuertaBlanca) y “Mujeres empoderadas. Vol. IV” de Niña Pez Ediciones, en 2022 y 2023, respectivamente. Obtuvo el primer premio del “Concurso Literario AASP 2024” con el cuento “El regional”.