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Opinión 23 de febrero de 2017

Retracción del consumo que continúa siendo firme en la Argentina

Por Miguel Angel Rouco

Mientras los ministros económicos del gobierno se empeñan en afirmar que la reactivación llegó, los agentes económicos grandes, medianos o chicos, muestran su escepticismo. A pesar del optimismo oficial, los números de diciembre y enero demuestran que la retracción del consumo y la inversión está muy firme todavía.

Apenas tenuemente, los números de la industria mostrados por FIEL arrojan un movimiento positivo en enero respecto de igual mes de 2016. Claro está la comparación es contra el peor mes después de la salida del régimen kirchnerista.

Con la suba de tarifas y los impuestos y tasas provinciales y municipales que tienen un enorme peso específico sobre el bolsillo de la población, las ventas en el comercio minorista se desmoronaron.

La temporada estival, a excepción de los fines de semana, mostró un paisaje invernal en cuanto a niveles de ocupación y desplazamientos. Sólo las ventas de automóviles y no la producción arrojaron signos positivos, por dos razones. Primero por lo antedicho, la comparación contra el peor mes de la salida del kirchnerismo.

Segundo, porque las principales terminales tienen suspendida a la mitad de sus planteles y sólo lanzan al mercado modelos importados y porque se vieron forzadas a liquidar stock, para evitar cargar con el costo financiero, debido a las altas tasas de interés, producto de una inflación indómita.

De allí que llama la atención que el gobierno no encare rápidamente un plan de reducción del gasto público de manera integral que permita bajar impuestos. Más aún el propio ministro de Hacienda aseguró que no se van a reducir los planteles del Estado, aun a sabiendas de la nula productividad del sector público, lo que obliga al Estado, no sólo a no bajar impuestos sino a hacerse de cualquier alcancía a su alcance.

De allí que Nicolás Dujovne anunciara que los recursos del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES y las utilidades del BCRA van a ser contabilizadas como ingresos corrientes. Ni aún con toda esa masa de recursos parece alcanzarle, ya que el ministro aumentó las proyecciones de déficit que había trazado Alfonso Prat Gay. Es decir, aún con más recursos, habrá más déficit.

Tal vez una sutileza a los ojos de la población, una cosmética contable, a la luz de los expertos, pero sin dudas, la evidencia que la voracidad estatal no tiene límites.

Con este esquema, donde la actividad productiva no tiene incentivos y donde la participación del Estado en el PIB es cada vez mayor, las posibilidades de una mejora económica, tangible para la población, se esfuman, máxime en temporada electoral.
Aumentos de costos -faltan las paritarias-, y retraso del tipo de cambio, por ingreso de dólares financieros, quita competitividad a los productos argentinos y eso se termina pagando con desempleo.

El exceso de liquidez y consecuente inflación no permiten al BCRA bajar las tasas de interés de referencia y la mantiene en casi 25 por ciento. ¿Una hipótesis de la inflación de 2017?

El BCRA se vio forzado a emitir $23000 millones que fueron destinados a comprar parte de los dólares que ingresaron por la colocación de bonos en el exterior y por el blanqueo. No lo hace por vocación sino para financiar al Tesoro. Esto lo obliga a ampliar el stock de su deuda-LEBAC y Pases-, para absorber la liquidez excedente aunque no siempre lo logra.

De acuerdo con estimaciones privadas, la base monetaria crece a un ritmo de casi 50 por ciento anual, muy parecida a la locura del kirchnerismo. Al no haber demanda de pesos, eso se transforma en inflación químicamente pura. La prueba de la expansión monetaria está dada en que el BCRA le pidió a los bancos que guarden en sus tesoros, los billetes excedentes porque la autoridad monetaria no tiene lugar físico para atesorarlos.

Esto genera en las entidades financieras un sobrecosto adicional -más seguridad en la custodia de valores en sus casas y sucursales, para evitar eventuales acciones criminales-, lo que derivó en un reclamo de los bancos al BCRA en compensación por esa tarea.

Pero la prueba más palmaria del crecimiento de la expansión monetaria está dada por lo que se denomina M2 Privado, esto es los billetes que están en poder del público más los depósitos a la vista del sector privado. Este indicador crece en términos reales desde hace seis meses y la relación del M2 Privado/Reservas arroja que hay un dólar cada 25 pesos.