Nos acaba de dejar uno inmensamente mejor que nosotros. El desamparo, entonces, es aun más grande. Si se nos va una guía, un faro, es más difícil sostener el rumbo. Y ahí es dónde hay que aferrarse al legado.
La referencia no es (únicamente) a trayectorias, ni a capacidad profesional periodística, ni a enfoques. En eso también seguirá siendo ese faro, esa guía. Pero sobretodo mucho mejor que nosotros, inmensamente mejor, en línea de conducta, en respeto por el otro, en valorización del compañero, en todos los sentidos de la palabra.
Se nos fue Daniel. Daniel Della Torre. Y mientras uno piensa y escribe toman profundidad algunos lugares comunes inevitables. Hoy cuando lleguemos a la redacción ya nada será igual. Y mañana, y pasado. Porque además no será una ausencia por vacaciones o enfermedad. Y todos los sabremos. Será una ausencia con un agujero profundo e inmenso, que no se podrá reparar. El lugar común de la canción de Alberto Cortez, en este caso, toma una dimensión imposible de reemplazar por otra frase: “cuando un amigo se va…”
Porque es así, porque seguirá la línea de conducta como faro, pero ya no estará ahí. Y no podremos hablar de periodismo, de política, de lo social, de la vida.
Ya me pasó en otros casos. Y no me lo puedo perdonar. Hace diez días le dije al hermano que pasaría a verlo. No lo hice. Seguro porque nunca quise asumir un desenlace posible. Quizá demasiado enfrascado en los temas que a él también le preocupaban. Nada igual es excusa válida.
Hace un tiempo estrechamos un vínculo aun más fuerte…
Más allá de ser compañeros de trabajo desde hace 30 años, del respeto mutuo, de haber sido generosamente invitado varias veces a su programa intimista en Canal 2 que era un ejemplo de cómo uno concibe el periodismo, con profundidad, con contenido, sin banalización ni recortes. También hablábamos del padre futbolista, estaba el encuentro cotidiano con su hermano.
Pero desde hace un tiempo nos encontramos y nos reconocimos compañeros y amigos en la preocupación por los mismos temas, en los temores a lo que se venía y a lo que efectivamente vino, y que nos está derrumbando otra vez. Y en la esperanza de lo que irremediablemente tendrá que volver. Aunque ya sin vos acá. Sin uno mejor que nosotros. Abrazo Daniel, compañero y amigo. Hasta la vuelta. Y hasta la victoria, siempre. Nada, de todos modos, vuelve exactamente igual que como fue. Mucho menos si no estás vos entre nosotros. Aunque ahora mucho más tenemos el compromiso de hacerlo posible.
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