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Opinión 27 de abril de 2016

Brasil: Dilma Rousseff entre errores y traiciones

por Raquel Pozzi

Transitando la parte final del proceso de la concreción o no del Impeachment a la presidenta Dilma Rousseff, Brasil ha focalizado el centro de la atención global  y la elucubración de hipótesis variados sobre las razones del juicio político a la mandataria. “¡El presal es nuestro!” (yacimiento de petróleo que se encuentra en la capa pre-sal) corean los manifestantes pro-gubernamentales, quienes consideran que Dilma será juzgada por una causa sin consistencia “maquillar el déficit fiscal y desviar partidas sin autorización del Congreso” siendo considerada la misma como una verdadera “pedalada” (práctica de encubrimiento) por parte de la oposición política representada por el PSDB Partido de la Social Demócrata brasileña (Aecio Neves) como también por el PMDB, Partido del Movimiento Democrático Brasileño (Michel Temer). El partido Pemedebista luego de romper la coalición dejó aislada a la mandataria generando un clima político tenso y tumultuoso. La línea pro-gubernamental argumenta que los intereses del juicio político, se ciernen de manera excluyente sobre los intereses del mercado petrolífero, ya que los fastuosos yacimientos de petróleo que se encontraron a 7.000 metros de profundidad en las costas de Río de Janeiro en el año 2006, convierten a la República de Brasil en el país con las mayores reservas mundiales de petróleo, calculando que  dichos yacimientos contendrían entre 176 mil millones y 300 mil millones de crudo en franca competencia con las reservas que tiene hoy la República Bolivariana de Venezuela (290 mil millones). A este escenario de euforia petrolera se puede adosar la ley “espadachín” que el 24 de febrero promovida por el Senador José Serra (Partido de la Social democracia Brasileña) fue aprobada por el Senado y que regulará el mercado del oro negro brasileño. La misma exonera a Petrobras de la obligación de mantener la participación mínima del 30% de la explotación del “presal” Los pro-gubernamentales se preguntan ¿Se trata de un golpe de estado blando de la oposición en connivencia con capitales financieros interesados por el presal brasileño?

Mientras tanto en las calles de las principales ciudades del estado brasileño convergen multitudinarias manifestaciones con pancartas que expresan “¡Fuera el PT!” delatando el descontento y la apatía social contra Dilma Roussef y Lula Da Silva en un alto porcentaje. El peor de los escenarios que en cualquier esfera política los funcionarios quisieran evitar. El alto voltaje de descontento que revela el termómetro social proyecta la condena social que anuncia la hecatombe de la vida política de cualquier mandatario, en este caso no sólo la de Dilma Rousseff sino del Partido de los Trabajadores.

El proceso del Impeachment.

La cámara baja representada por 504 diputados aprobó por más de las dos terceras partes necesarias la continuación del proceso hacia el juicio político, 367 diputados confirmaron el “si” al impeahment contra Dilma Rousseff  contra 137 que votaron por “no”. Los resultados en la cámara de diputados, parece direccionar las pocas probabilidades que en el senado el resultado por el “si” se revierta. Sin fecha establecida, el próximo paso será la elecciones en la Cámara alta dónde sobre un total de 81 senadores, el pronunciamiento por el “si” o  el “no” se dará por “mayoría simple” (diferente al sistema de 2/3 partes en la cámara baja). En el caso que ganase el “si” por el juicio político, automáticamente la jefa de estado D. Rousseff será apartada del cargo por 180 días y asumirá en forma provisoria el actual vice-presidente Michel Temer.

El proceso continuaría con el Impeachment dónde la Cámara de Senadores determinará en un plazo de 180 días la culpabilidad o no de la  presidente. Cualquiera de los dos resultados requiere de las dos terceras partes. Si fuese hallada culpable, el final sería la destitución como presidente y la prohibición de ejercer cargos públicos por 8 años y el actual vice-presidente Michel Temer es quien sería definitivamente el Presidente de la República de Brasil el cual deberá completar el mandato.

Entre errores y traiciones.

La vida política social y económica de Brasil se encuentra en el epicentro de una ruptura en todas sus aristas: La sociedad dividida en dos líneas de pensamientos antinómicas; la economía en franca desaceleración del crecimiento en un porcentaje negativo del 3,5 % en este último período; el desempleo que duplicó sus valores llegando al 11,6%; la escasa aprobación de la gestión de la mandataria; la ruptura de la coalición que llevó a ganar la elecciones en el 2014  en segunda vuelta por escaso margen contra Aecio Neves; la frágil cintura política de la mandataria para gestionar alianzas y negociar con la oposición; la inoportuna tensión de las relaciones exteriores por el nombramiento como embajador israelí en Brasil de Daniel Dayan (ultranacionalista hebreo) y el aislamiento que el Partido de los Trabajadores profesa de manera concluyente contra D. Rousseff, proyectan un escenario inquietante y turbio.

So pena de la sanción social, la situación global atraviesa un claro retroceso de las políticas heterodoxas y el avance de políticas que se encuentran en las antípodas del intencionado concepto de “populismo”. Un escenario de turbulencias para Dilma Rousseff en la búsqueda de aliados no sólo en los organismos internacionales como la ONU, sino en estados que hasta la explosión del escándalo de corrupción en Brasil eran socios en la fraternidad. En la soledad y sin haber logrado la transferencia carismática de su padre político Lula Da Silva, Dilma es la comidilla perfecta no sólo de quienes pretender aprovechar la crisis política para saquear la soberanía brasileña del oro negro sino también para aquellos que pretenden que el viraje de América Latina hacia el camino contrario de un Estado presente y benefactor en las esferas sociales y económicas, se produzca raudamente logrando el efecto sorpresivo y fugaz destruyendo las estructuras que se construyeron en pos de lograr la movilidad social disminuyendo los niveles de pobreza y ubicando a la República de Brasil en uno de los estados emergentes más importantes. El error de Dilma: su retraída antipatía. La traición de sus ex-aliados y opositores: la falsía devastadora. Mientras tanto, miramos con cautela a nuestros hermanos brasileños porque la calamidad de la corrupción nos atraviesa, el fantasma de la ralentización de la economía nos acecha y las recetas ortodoxas nos preocupan.

 

 



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