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Cultura 9 de diciembre de 2018

Grandes libros, pequeños lectores

La niña más intensa del mundo, de Pablo Médici (Brocha). Buenos Aires, A-Z editora, 2017.

La tapa del libro.

por María José Troglia

Este libro de Brocha se puede leer todos los días de la semana, porque nunca será el mismo, dependiendo de la emoción del momento. Los lunes puede hacernos llorar, los viernes besar.

Los colores flúo y los trazos garabateados, exagerados, de las ilustraciones reafirman el tema que cuenta esta historia: las emociones de los niños, sus sentires, sus explosiones, sus “tormentas sentimentales”, sus “desmesuras interiores”.

Este libro trata de niños, de emociones y de la escuela. O dicho de otra manera: trata de qué hace la escuela con las emociones de los niños. La rutina escolar no suele dar cabida a lo que los chicos sienten (o al menos así era hasta que la escuela comenzó a intentar revisarlo). Llorar en clase es una anomalía, como reírse a carcajadas, como cantar y bailar -excepto que se trate de una clase de Música-.

La niña más intensa del mundo exhibe de manera exagerada la transgresión que significa inundar las aulas con emociones, pasar los márgenes, entregarse a la pasión de leer o de pintar si se está leyendo o pintando. ¿Y la maestra? No puede más que participar e implicarse en lo que los chicos sienten, porque entiende que la escuela es un territorio vital, y sería inaudito pensar que cuando uno está en ella deja de sufrir, de alegrarse, de extrañar, de amar e ilusionarse.

Un extra: el libro puede escucharse activando el código QR que se encuentra en la contratapa.

(*): Integrante de la ONG Jitanjáfora.



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