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Cultura 4 de noviembre de 2019

“La ficción es una sátira de lo que nos pasó y, por prejuicio o pudor, preferimos no contar”

Walter Medina vuelve a utilizar los recursos del humor, absurdo e irónico, para contar una historia de dos hombres que no pueden ver más allá de su propia realidad. "Ambos son extremadamente egoístas", dice el autor.

Walter Medina.

En “Elecciones, una fábula inconsecuente”, el periodista, escritor, crítico cinematográfico y docente Walter C. Medina se vale del recurso del humor, grotesco y absurdo, para contar la historia de dos hombres que no pueden ver más allá de su propia realidad. Con un país en plena crisis y proceso de elecciones como telón de fondo, el relato del autor radicado en Mar del Plata fue publicado en España por Matu Kocens, editorial artesanal y por Tinta Libre en e-book.

En la novela, corta y ágil, a través de los sentimientos, sensaciones, decisiones y circunstancias de estos dos hermanos que son “dos caras de la misma moneda”, ambos “extremadamente egoístas”, construye una serie de situaciones desopilantes, ridículas, que tienen por objetivo hacer reír como una vía de escape, tensando o tergiversando una realidad que de otra forma sería deprimente.

“La ficción es una sátira de lo que nos pasó y, por prejuicio o pudor, preferimos no contar”, definió el autor en una nota con LA CAPITAL, en la que entendió que “la escritura como catarsis es una alternativa de terapia, incluso mucho más económica”.

– ¿Cuándo comenzaste a trabajar en esta historia? ¿Hay catarsis de tu parte en este texto?

– La había terminado el año pasado, paralelamente a la publicación en España de “SAC Rebajas de Otoño”, que obtuvo pocas pero buenas críticas. El inicio fue en mayo de 2018. Y sí, en parte se trata de una catarsis, como toda creación; una vía de escape o una forma de tergiversar la realidad, colorearla o ridiculizarla para hacerla más amable. La escritura como catarsis es una alternativa de terapia, incluso mucho más económica.

– El tema de las elecciones se aborda en distintas capas y niveles, tanto desde lo político como desde lo personal y cómo va cambiando el devenir y las posibilidades de cada personaje. ¿Cómo lo pensaste?

– Los vaivenes de la política tienen su lado de comicidad; aunque de todos modos en esta historia la política no es más importante que las desventuras de los personajes. El contexto preelectoral en el que gira la narración es un pretexto para que afloren las personalidades de los protagonistas principales. Quitarle a la política el acartonamiento, la rigidez, siempre me resultó muy atractivo en cualquiera de las ramas del arte. Existe toda una tradición cultural en ese sentido, desde el teatro, el cómic, el cine, la música y la literatura. De todos modos “Elecciones, una fábula inconsecuente” no entra en el apartado de “humor político” porque tanto el escenario como los personajes son ficticios. Pero sí se puede entrever alguna sutil similitud con hechos de la realidad, de los entresijos de la política. En todo caso el humor en esta historia tiene asidero en la banalización de la actividad política, en la transformación de la política en una suerte de show televisivo en el que los referentes de la política se asemejan a standaperos, a cómicos de programas nocturnos e incluso al típico clown circense.

– ¿Por qué elegís el humor, grotesco y absurdo, para contar esta historia?

– Porque son los géneros que más me atraen. El humor cuestiona situaciones sociales, generalmente serias, mediante la sátira. Si esta misma historia la contemplásemos desde una perspectiva en la que no participa el humor, provocaría piedad, lástima y otras emociones; sin embargo es el absurdo lo que la hace atrayente. Yo creo que el humor es una cosa muy seria. Y admiro profundamente a quienes desde la literatura logran arrancar una carcajada.

– ¿Qué es lo que más te gusta de cada uno de esos registros?

– Que cada uno de ellos tiene su base en situaciones incoherentes, irracionales; sin embargo funcionan como disparador de carcajadas porque el espectador, el lector si hablamos de literatura, puede reírse de sí mismo a través de la inventiva de otros. Porque también funcionan como reflejo. Quien disfruta de estos registros se siente identificado con el o los personajes. Y a través de ellos vive las más disparatadas situaciones sin salir de su casa.
En algún momento de la vida nos toca experimentar alguna vivencia que nos hace sentir absurdos, ridículos. Sin embargo nos cuesta mucho reírnos de nosotros mismos y preferimos ver reflejada esa misma vivencia en otro; en este caso en un personaje de ficción. Y cuando quizás por casualidad la encontramos en alguna manifestación artística, vemos que la ficción es en realidad una sátira de eso que nos pasó y que, por prejuicio o pudor, preferimos no contar.

– ¿Creés que lo que cuenta la novela sería indigerible en un registro dramático?

– No lo sé, pero al menos a mí me resultaría aburridísimo.

– ¿Es una ironía que en medio de una crisis económica y social del país que preside uno de los protagonistas, le ocurra el clic que desencadena su crisis existencial?

– Sí, esa es la idea. Mauricio cae en una ilógica melancolía en medio del desastre que él mismo está provocando sin sentir ninguna responsabilidad al respecto. Y cuanto más se agudiza la crisis social y económica, más se profundiza su crisis existencial. Es el momento menos oportuno para esa suerte de nostalgia que lo acongoja; sin embargo él no puede ver más que su propia realidad, su propia necesidad que lo lleva a embarcarse en una aventura de renuncias y disparates.

– ¿Son Rubén y Mauricio dos caras de la misma moneda?

– Sí, lo son. Pero aunque parecen ideológicamente antagónicos, hay un punto en el que las coincidencias son notables. Ambos son extremadamente egoístas.

– En el texto se menciona la referencia de Rubén Hood, como el clásico personaje, pero Mauricio, también es Hood ¿otra ironía?

– Sí. Rubén se autoimpone causas, las hace suyas. Y todas estas causas hablan de su otredad, de su empatía, de su nobleza. Pero Mauricio también es un Hood, aunque en su caso bien puede observarse que no necesariamente sus buenas intenciones están ligadas a repartir entre los pobres, sino más bien todo lo contrario. Mauricio es un Hood a la inversa.

– A pesar del registro, el realismo está patente en muchísimos tramos de la novela: el malestar social, la disociación de la realidad de parte de políticos y funcionarios, la situación de pueblos originarios, el abandono de las personas mayores y la crisis de los hogares del sistema público, la la mentira como noticia…

– Sí, claro; la realidad va asomándose en diversos pasajes de la historia, pero atenuada precisamente por la ruptura del absurdo que le quita legitimidad. El registro o los géneros que ensayo me permiten abordar temas de la realidad pero sin otra finalidad que la de pintarle unos bigotes. En el relato aparecen entonces algunas situaciones que uno podría advertir como cotidianas, extraídas de la realidad; sin embargo tanto el escenario en el que transcurre la historia como los personajes que la integran, son mera ficción. Claro que al vivir en un mundo cuya realidad ha superado con creces muchas ficciones, a veces uno puede confundirse. Pero no es este el caso.

– ¿Cómo trabajaste en la trama, la situación de la identidad (o la falta de certeza sobre la propia identidad, origen) como punto clave en la crisis?

– No hubo un esquema determinado para profundizar en el disparador de la crisis que afecta a Mauricio y que luego se transformará en el núcleo mismo de la historia. También es la crisis de Rubén. Cada uno por su lado comienza a experimentar la angustia de desconocer su verdadera identidad. Esas instancias de la trama debían estar signadas por las diferencias, por el antagonismo; sin que uno u otro personaje perdiera en cuanto al aporte del humor.

– Hay también una situación, muy novelesca pero realista, las diferencias, cómo la familia trata y da distintas posibilidades a sus hijos adoptivos. ¿Cómo surgió?

– Surgió pensando en eso de la meritocracia de la que tanto se ha hablado y escrito en los últimos años. Creer automáticamente que el que tiene es porque hizo méritos y el que no tiene es porque no se esforzó; o sea, creer que la explicación del conflicto social clásico es la fábula de la cigarra y la hormiga, es algo que no debería siquiera merecer ninguna discusión. Mauricio y Rubén crecieron en el mismo entorno pero con muy distintas posibilidades de desarrollar sus vidas.

– ¿Cómo llegaste a la posibilidad de publicar esta historia en España?

– El año pasado la edición de “SAC Rebajas de Otoño” se produjo allí, luego de haber sido seleccionado en el certamen literario Relatos de Alejandría. Pero de momento “Elecciones, una fábula inconsecuente” ha sido editado de dos formas. Una es a través de Matu Kocens, poeta, músico y editor independiente cuyas publicaciones tienen mucha presencia en ferias del libro independientes de Latinoamérica. La edición con Matu es artesanal, al igual que la distribución de ejemplares. Y por otro lado la editorial Tinta Libre adaptó el formato para su comercialización en E-Book.

Perfil

Walter C. Medina es necochense y actualmente está radicado en Mar del Plata. Ha trabajado en diversos medios de comunicación argentinos y españoles. En 2003 se radicó en Málaga, España, donde se desempeñó como periodista cultural. En 2006, su relato La niña del acordeón resultó finalista del certamen literario Inmigración, emigración e interculturalidad organizado por el ayuntamiento de Alcobendas y cuya presidenta del jurado fue la escritora Almudena Grandes. El relato formó parte del libro que reunió las 20 producciones seleccionadas entre más de cuatrocientos escritores de distintas partes del mundo.

El año pasado publicó SAC Rebajas de otoño, por el sello Lacre Editorial, para su colección “Narrativa Hispánica”, al haber resultado finalista en el certamen literario “Biblioteca de Alejandría”.



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